¿Qué es lo que más le ha llamado la atención de la vida cotidiana bajo la ocupación?
Anderbrant: Pensaba que sabía cómo sería, porque ya se me había informado sobre la situación y, de hecho, ya había estado antes en Israel y Palestina, pero, aun así, la vida cotidiana allí me sorprendió bastante. Por ejemplo, en su camino al trabajo o para hacer otras cosas en Jerusalén, la gente tenía que pasar todos los días por los puestos de control en los que nosotros estábamos dos veces por semana. No obstante, el sistema de permisos que se necesitan para pasar un control es totalmente incongruente. Hay permisos diferentes para cosas diferentes; por ejemplo, si una persona tiene que ir al médico; pero es posible que, de un momento a otro, no se permita el paso a una persona. Lo más duro fue ver cómo se rechazaba a niños y a personas mayores. Es muy difícil entender por qué se sigue permitiendo que la ocupación siga destrozando las vidas de las personas.
Nosotros, como acompañantes ecuménicos, llegábamos allí muy temprano por la mañana, nos poníamos los chalecos, pasábamos un tiempo allí, tomábamos notas... y luego nos subíamos al autobús y nos íbamos. Nosotros, a diferencia de ellos, lo teníamos muy fácil. Después, cuando estalló el conflicto, pudimos irnos, porque teníamos pasaporte para poder salir del país, pero la población que vive bajo ocupación no puede irse. Las diferencias en cuanto a lo que se puede y no se puede hacer son increíbles.
¿Qué se lleva en el corazón con respecto a las personas a las que acompañó?
Anderbrant: Me llevo mucho dolor. ¿Cómo podremos seguir adelante después de esto? ¿Qué es posible hacer? Recuerdo a un hombre con el que hablé y cuando, desde mi perspectiva europea, le pregunté por la paz, me dijo: “primero, la justicia; después, la paz”. Esa respuesta me impresionó. Es tan injusto cómo se vive de un lado del muro y cómo, en el otro lado, la gente no puede ir a ninguna parte. ¿Cómo evolucionará la situación? ¿Qué pasará la semana que viene, y el mes que viene?
¿Cómo continuará su trabajo de acompañante ecuménica en Suecia?
Anderbrant: La situación cambió tan rápidamente que no pudimos concluir; nos quedaron muchas cosas por hacer, por ver, por escuchar, y no pudimos despedirnos. Ayer me reuní con otro acompañante ecuménico que estuvo en Jerusalén este último invierno; estuvimos hablando, y eso ayudó. Analizamos la cuestión de cómo podemos hablar de esto ahora en Suecia, en el contexto del resto de los acontecimientos que están teniendo lugar en nuestra sociedad. La semana que viene también nos reuniremos con todos los acompañantes ecuménicos suecos que volvieron la semana pasada para hablar y hacer planes sobre cómo podemos continuar nuestra labor de promoción y defensa.
La ocupación no puede durar para siempre y, como dijo alguien, la situación no puede cambiar a través de la ley, así que tiene que cambiar a través de los valores.