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Dr Agnes Abuom, Geneva, 2019

La Dra. Agnes Abuom, moderadora del Comité Central del Consejo Mundial de Iglesias (CMI), noviembre de 2019.

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Dra. Abuom: Utilicé unos versículos del Deuteronomio (1: 6-7): “El Señor nuestro Dios nos habló en Horeb diciendo: ‘Han permanecido bastante en este monte. Vuélvanse, marchen y vayan...”.

También utilicé el Salmo 50:15: “Invócame en el día de la angustia; yo te libraré, y tú me glorificarás”.

La pandemia de COVID-19 ha sido trascendental para la humanidad y su relación con Dios a través de las iglesias. ¿Qué efectos cree que esto está teniendo en la labor que usted lleva a cabo?

Dra. Abuom: Como miembro de este Comité, ha sido enormemente enriquecedor formar parte de nuestra peregrinación espiritual, más visible desde el año pasado. He dedicado tiempo a reflexionar sobre nuestro trabajo conjunto, nuestros desafíos cotidianos y las expectativas de las iglesias miembros.

¿Puede mencionar algunas de las cuestiones que las iglesias miembros han planteado?

Dra. Abuom: Las preguntas típicas que recibimos a menudo son: ¿Cuándo elegirán al nuevo secretario general? Seguida de: ¿Cuán seguro es que tenga lugar la Asamblea dada la dinámica política y socioeconómica y el contexto religioso? Otra pregunta formulada por muchas regiones y, sobre todo, por ecumenistas comprometidos es: ¿Cuál creen que es el futuro del ecumenismo y, en particular, del CMI? 

¿Qué reflexiones le suscitaron estas preguntas?

Dra. Abuom: Estas cuestiones me hicieron preguntarme si la pandemia de COVID-19 y sus repercusiones positivas y negativas no deberían alentarnos a plantearnos si hemos permanecido demasiado tiempo en el monte Horeb y es hora de ponernos en marcha, y qué significa esto concretamente para el CMI. El movimiento ecuménico es tan necesario ahora como en el momento de su formación, a pesar de que los retos actuales sean distintos de los del siglo pasado. Nos necesitamos unos a otros en el movimiento ecuménico y el CMI para ser un todo. Al reflexionar sobre el camino a seguir, ofrecer nuevas formas de colaboración y diálogo como un enfoque a distintos niveles parece fundamental para renovar el ecumenismo y abordar los apremiantes desafíos.

¿En qué decidió centrarse y por qué?

Dra. Abuom: Al preguntarme cuál debía ser el eje central en torno al que debía articular esta vez mis observaciones, pensé en el texto del Deuteronomio y en el Salmo 50:15. Dios espera que en los tiempos inciertos y difíciles, cuando hay demasiados nubarrones, lo invoquemos. La bóveda celeste no se ve. Es necesario dar un paso de fe y actuar. De alguna manera, el simbolismo del monte Horeb me impactó y me dejó pasmada.

¿Cuáles fueron entonces las cuestiones que planteó? 

Dra. Abuom: Analicé nuestra transición. Dije, nosotros, los dirigentes del Comité Central del CMI, nos hemos reunido a menudo, preocupados por que se desdibujaran las fronteras entre la gobernanza y la gestión. Afortunadamente, no se ha cruzado la línea, pero permanecemos vigilantes. Este Comité ha hecho lo que es factible en el marco de su mandato. Nuestras deliberaciones se han caracterizado por girar en torno a si sería posible celebrar reuniones presenciales del Comité Central a fin de facilitar las decisiones de su competencia exclusiva. 

¿Sugirió alguna solución?

Dra. Abuom: Sugerí extender el ámbito de reflexión: ¿Es, quizás, hora de pensar en términos más amplios, y qué conllevaría este paso? Cuando compartimos información sobre la COVID-19 con los dirigentes del CMI en febrero de 2020, se observó que las cuestiones de salud y las decisiones de la OMS pueden estar, y de hecho lo están, influidas por la política.

Los versículos bíblicos antes mencionados dan una imagen de personas decidiendo si se quedan en la montaña o prosiguen el camino. Tal vez debido a fuerzas superiores del mal y a cierta incertidumbre con respecto al poder del enemigo con el que podrían toparse, el miedo las hace titubear. El salmista les recuerda que, en esos momentos difíciles, Dios espera que lo invoquen. Esta ha sido mi situación, en particular cuando compartimos posibles hipótesis sobre cómo avanzar dada la ausencia de reuniones presenciales del Comité Central.

¿Consideró alguna respuesta a la pandemia de COVID-19? 

Dra. Abuom: Planteé un acceso equitativo y justo a las vacunas. Se afirma que podría llevar tres años hasta que todas las personas estén vacunadas. Además de la preocupación expresada sobre la producción, la distribución de las vacunas podría convertirse en un juego político por parte de los países más poderosos y algunos de ellos podrían incluso usar la rápida producción de vacunas como poder blando. Sé que este Comité va a publicar una declaración al respecto. Asimismo, se nos advierte que debemos estar atentos a una diplomacia de las vacunas.

¿Cómo encaja esto con la peregrinación de justicia y paz?

Dra. Abuom: Al contemplar la peregrinación de justicia y paz en el contexto de la pandemia, nos sentimos interpelados a reflexionar una vez más sobre la peregrinación. ¿Qué significa ser peregrino y emprender peregrinaciones que implican orar, caminar y trabajar en las circunstancias de la COVID-19? ¿Cómo podemos participar en la experiencia por medio de la vía negativa, la vía positiva y la vía transformativa? ¿La peregrinación de justicia y paz en América del Norte nos puede aportar ideas? Habida cuenta de que los trastornos mentales y otros problemas subyacentes se han visto agravados y del énfasis puesto en la salud y la sanación, ¿cómo puede el CMI junto con las iglesias ofrecer opciones para la sanación? 

¿Cuáles son algunos de los obstáculos a la sanación?

Dra. Abuom: La dependencia de la tecnología. La frase “Juntos vamos más lejos” es alentadora. Algunos observadores piensan que con el auge de la comunicación digital y las incesantes reuniones virtuales a que ha dado lugar la pandemia, corremos el riesgo de volvernos dependientes y convertirnos en ciberadictos. Es probable que esto afecte la calidad de nuestras vidas y relaciones. Ya ahora se cree que los teléfonos móviles contribuyen al deterioro de las relaciones. ¿De qué manera podemos avanzar y, juntos, ser un movimiento que mejore la calidad de la comunidad y las relaciones minimizando, al mismo tiempo, los riesgos? Lo que es seguro es que debemos recorrer el camino juntos. 

En el contexto de la pandemia, ¿se enfrentan los niños a obstáculos que menoscaban su salud?

Dra. Abuom: Debe haber un espacio seguro para los niños durante la pandemia, en el sentido de los esfuerzos realizados para garantizar su seguridad mediante, por ejemplo, los decretos gubernamentales sobre lo que pueden hacer y dónde pueden ir. O, en el mismo sentido, cuándo y cómo deben proseguir su aprendizaje durante los confinamientos y toques de queda. Pero no se ha hecho hincapié en las voces críticas de los niños ni en los espacios para compartir sus propias experiencias e historias de la pandemia. Los gobiernos apenas han consultado a los padres, las comunidades religiosas y ni siquiera a los docentes. Al menos donde yo vivo, los servicios digitales destinados a los niños ofrecen pocas o ninguna forma innovadora de hacerles participar en la experiencia espiritual y el culto. Nos encontramos ante el reto de apoyar iglesias innovadoras compartiendo materiales informativos, en particular de nuestro programa sobre la seguridad infantil en los espacios públicos y de culto, al alentar a las iglesias a tener en cuenta las necesidades de los niños, darles la palabra e implicarlos.

¿Qué podría ayudar a resolver esta situación?

Dra. Abuom: Para hacer frente a la brecha cada vez más profunda, podemos imaginar una situación en que las oportunidades tecnológicas destinadas a promover la participación se amplían e intensifican horizontal y verticalmente. Muchos jóvenes ya están conectados y conocen las tecnologías. ¿Pero qué requeriría de nosotros mejorar las conexiones con un claro objetivo y asegurar quizás la participación de las generaciones actuales y futuras y el compromiso de convertirse en ecumenistas? ¿Qué contenido y qué procesos surgirían? ¿Qué puede significar ponerse en marcha para las iglesias y el movimiento ecuménico?

¿Hay espacio para el movimiento ecuménico en este escenario?

Dra. Abuom: En la visión del CMI de la unidad, creo que el movimiento ecuménico sigue siendo necesario, especialmente en una época como esta en que el mundo sigue dividido por motivos raciales, económicos y de género, y la pandemia está teniendo efectos devastadores en las comunidades. Es posible que el CMI y los temas estratégicos sean puestos a prueba nuevamente para determinar su validez y pertinencia. La comunidad –una reflexión sobre perturbaciones que podrían ser graves para la comunidad, la naturaleza y el alcance de la función de convocación y el poder del CMI, que sigue siendo necesario– es esencial.

¿Puede ahondar en la noción de unidad?

Dra. Abuom: En muchas iglesias, hay ocasiones en que mi dilema sobre la unidad –la unidad en la diversidad– es obvio. Si buscamos la unidad en la diversidad, un aumento del número de iglesias miembros, ¿es motivo de alegría y celebración o de preocupación? Un ejemplo de esto es el de un consejo nacional que, a lo largo de los años, ha admitido a muchas iglesias pequeñas, que se han vuelto cruciales en la toma de decisiones por su fuerza numérica. Estas iglesias querían ejercer un liderazgo que apartara a los miembros fundadores que tienen el poder monetario y las capacidades. Este caso me recordó la razón por la que en la Asamblea del CMI de Harare en 1998 se pidió el establecimiento de la Comisión Especial.

¿Puede mencionar algunos de los llamados de Harare?

Dra. Abuom: Está el barco ecuménico. El CMI ha logrado cambios gobernando el navío ecuménico y asegurándose de que los otros subieran a bordo mediante pilares temáticos. Estos incluyen la unidad, la misión, la justicia y la diaconía. La peregrinación de justicia y paz ha extendido el diálogo interreligioso a la construcción de la paz. Sin embargo, a medida que el barco ha ido avanzando, su visibilidad, según muchos, parece brumosa. ¿Está la pandemia de COVID-19 contribuyendo al debilitamiento de la memoria ecuménica? Y, ¿cómo nos recuperamos?

Sí, ¿cómo nos recuperamos?

Dra. Abuom: Plenitud, el movimiento ecuménico, las iglesias y las comunidades son factores clave para lograrla. El modus operandi del movimiento ecuménico y el CMI en los últimos setenta años ha consistido principalmente en la organización de conferencias, reuniones y viajes como una expresión de solidaridad con los demás, sobre todo en contextos difíciles. Esto es cada vez menos viable. Quizás, una encrucijada que cabe examinar es el enfoque con efecto dominó que ofrecía una participación limitada y resultaba bastante exigente para los miembros a todos los niveles, nacional, regional y mundial. Nuevas formas de colaboración podrían ser viables por medio de las cuales los contextos locales, regionales y mundial sean percibidos como llenos de flores abriéndose, como una expresión de unidad en la diversidad. Este enfoque es distinto del actual modelo con efecto multiplicador. Se trata, por el contrario, de un método que facilita una expresión plena del movimiento a cada nivel y en cada espacio, mediante relaciones interactivas con los demás.

¿Cómo concluyó la reunión del Comité Ejecutivo del CMI?

Dra. Abuom: Agradecí sinceramente al Comité su escucha y su apoyo. Dije: “Al avanzar hacia el futuro, preguntémonos si hay áreas en las que hemos permanecido demasiado tiempo y cuáles son estas montañas. ¿Hay motivos por los que deberíamos ponernos en marcha y abrir nuevos espacios? ¿Y cómo serían? Se nos analizará bajo el prisma de la historia y se nos preguntará cómo contribuimos a las generaciones actuales y futuras. Ahora que nos encaminamos hacia la próxima Asamblea, ¿cuál es el legado que estamos dejando al movimiento ecuménico que garantice su vitalidad y continuidad, así como las del CMI? ¡Nos volvemos hacia Dios para que nos guíe y nos libre del miedo!”.

 

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