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© Andrea Sabatini/FCEI

© Andrea Sabatini/FCEI

“Llegan con sus pocas pertenencias, llenos de miedo y esperanza”, comenta el doctor Paolo Naso, mientras observa a 93 inmigrantes sirios –41 de ellos niños– salir de un avión que salió de Beirut el 29 de febrero.

“Huyen de las persecuciones del Estado Islámico y de la violencia de una guerra que no perdona a las mujeres, a los niños ni a los civiles”, dice Naso, asesor de la Tavola Valdese –de la Iglesia Valdense– y coordinador de Relaciones Internacionales para Mediterranean Hope, el proyecto integral gestionado por la Federación de Iglesias Evangélicas de Italia para hacer frente a la llegada de migrantes.

Mientras ayuda a sostener una pancarta que dice “Bienvenidos a Italia”, escucha el relato de personas que están agotadas tras años de lucha.

“Me siento como un árbol que ha sido arrancado y busca un nuevo terreno donde echar raíces” dice Mariam, matriarca de una gran familia que ha vivido cuatro años en un campo de refugiados.

Mariam vivió con otras familias en el campamento de Tel Abbas, donde solo recibían la asistencia y el apoyo de un grupo de voluntarios italianos asociados a “Operación Paloma”, un proyecto de la Asociación de la Comunidad Papa Juan XXIII.

Unos contrabandistas se pusieron en contacto con uno de sus hijos: “Pensábamos hacer el viaje con ellos”, dice el joven; hasta que recibieron un mensaje informándoles del fallecimiento de un miembro de la familia en el mar Egeo cuando intentaba llegar a Italia.

“El año pasado, en noviembre, fui a Tel Abbas y la pregunta era siempre la misma: ¿existe alguna manera de entrar legalmente en Italia?” cuenta Naso. Entonces Naso respondía con cautelosa seguridad, pues estaban en pleno proceso de creación de “Corredores humanitarios” (corridoio umanitario), un proyecto organizado por la Federación de Iglesias Evangélicas de Italia, la comunidad religiosa de Sant'Egidio y el Gobierno italiano.

Mientras él y los demás lidiaban con las correspondientes reuniones, hacían los papeleos necesarios para poner en marcha el proyecto, y presionaban al Gobierno italiano para que emitiera más visados humanitarios, no olvidaban la imagen grabada en su memoria de las personas que habían conocido en el campamento. “En cada reunión, ante funcionarios que hacían preguntas y planteaban dudas comprensibles, nuestra idea era siempre dar respuesta a esas personas que habíamos conocido en el campamento y a sus expectativas, y cumplir las promesas que les habíamos hecho”, afirma Naso.

Los inmigrantes que llegan esta semana han podido reservar un vuelo ofrecido por Alitalia. Además de pedir que continúen las ayudas y las oraciones, Naso está deseando contar lo que dicen los niños.

“¿Por qué no llevamos nuestra tienda de campaña a Italia?” pregunta un niño que nunca ha vivido en una casa ni ha dormido en una cama de verdad.

“Y yo recibiré tratamiento”, dice esperanzado Diyar, un niño que perdió una pierna a los diez años por una granada; “y a lo mejor me ponen una pierna nueva”.

“Por supuesto que Diyar tendrá una pierna nueva”, dice Naso, “gracias a una fundación que está donando sofisticadas prótesis”.

Naso añade que Corredores humanitarios podría servir como un modelo práctico, un ejemplo de que los cambios en las políticas pueden evitar la pérdida de vidas. “Lanzamos un contundente mensaje de esperanza a esa Europa de muros, alambradas y expulsiones; un mensaje positivo para las comunidades cristianas que desde el ecumenismo han intentado hacer lo correcto”, afirma. “Esperamos que un mensaje así pueda conmover a los líderes de Bruselas y a la opinión pública italiana”.

Llegan a Italia los primeros refugiados del millar que se benificiará del proyecto “Corredores humanitarios” (comunicado de prensa del CMI del 9 de febrero de 2016, en inglés)

Los cristianos italianos establecen pasos seguros en el Mediterráneo para los refugiados (comunicado de prensa del CMI del 17 de diciembre de 2015)