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A young boy holds the palms of his hands together by his face in prayer. Other school children look on.

Niños que oran en la asamblea matinal de la escuela primaria de Loreto, Maker Kuei, Sudán del Sur.

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“A veces en mi trabajo me siento desanimado, pero entonces siento un empuje, lo que  significa que allá arriba hay alguien que ora por nosotros. Puede ser en el Reino Unido, los Estados Unidos, el Consejo Mundial de Iglesias o la Conferencia de Iglesias de Toda el África, pero alguien está orando por nosotros en Sudán del Sur. Por eso, todavía conservamos la esperanza de seguir adelante”, comenta el padre James Oyet Latansio, sacerdote católico que sirve como secretario general del Consejo de Iglesias de Sudán del Sur.

Él reconoce que la fatiga de la compasión ha hecho menguar el celo de muchas personas de la comunidad internacional que quieren ayudar al país más joven de África.

“Estamos tratando de hacer todo lo posible para que la voz de Cristo sea escuchada y la paz de Cristo sostenida, pero el desafío de la violencia es alto. De ahí que necesitemos sus oraciones. Necesitamos que sostengan nuestra mano mientras atravesamos estos desafíos en Sudán del Sur. No se cansen de hablar de Sudán del Sur ni de sostener su mano. Acompáñennos en nuestro camino hacia la luz de la esperanza”, añade.

Sudán del Sur se independizó de Sudán en 2011, pero en 2013 estalló la guerra civil que llevó a millones a huir a campamentos de refugiados en los países vecinos o a buscar seguridad en las bases de las Naciones Unidas de todo el país.

En julio del año pasado Sudán del Sur observó el décimo aniversario de su independencia.  

“No había nada que celebrar, pues no hay servicio alguno, ningún desarrollo, pero sí, gente que muere en las calles a causa de la violencia. En Yuba y dondequiera que sea hablan de ‘hombres armados desconocidos’. Alguien viene a tu casa y te dispara, pero siguen hablando de ‘hombres armados desconocidos’. ¿Pero quiénes empuñan las armas en el país? ¿No son los chicos militares y la policía?”, pregunta el padre Latansio.

“Las víctimas son hombres y mujeres comunes. Tú plantas tu huerto, pero no puedes cosechar. Vienen, disparan al aire, o te disparan y prenden fuego a tu techo. ¿Qué puedes esperar? Dejas todo en el campo y no cosechas. Entonces, vuelven y tratan de vendértelo de nuevo”, continúa diciendo.

“¿El Jesús que se hizo carne y habitó entre nosotros? Ese Jesús sigue sufriendo en Sudán del Sur”.

El cese el fuego de 2018, ambiciosamente denominado Acuerdo Revitalizado sobre la Resolución del Conflicto en Sudán del Sur, trajo la esperanza temporal de que se pondría fin a los combates. No obstante, poco después resultó evidente que el acuerdo no funcionaba como se entendía. Las medidas destinadas a compartir el poder entre el gobierno y los grupos rebeldes fracasaron y no aportaron la paz en el terreno.

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African women in prayer.

Mujeres que oran durante la misa dominical en la Iglesia Católica ubicada en el recinto de la protección de civiles de la base de las Naciones Unidas en Malakal, Sudán del Sur. Unas 35.000 personas viven en el campamento, protegidas por las tropas de mantenimiento de la paz de la ONU. Habían sido desplazadas de Malakal, tras el estallido de la guerra civil en 2013. El conflicto armado tiene un fuerte componente de tensión étnica, y la mayoría de los shilluks y nueres que residen allí temen por su seguridad debido a la gran población dinka que se trasladó a las ciudades donde solían vivir.

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A juicio de John Ashworth, asesor del Consejo de Iglesias de Sudán del Sur, las partes beligerantes acordaron un proceso de paz erróneo.

“Han adoptado un modelo de poder compartido, pero ese compartir entre élites no va a resolver los problemas de Sudán del Sur. Hay muchos conflictos, cada uno con sus propias raíces, que conforman el conflicto más amplio. No todos combaten por el mismo motivo, incluso si lo hacen en el mismo lado.  Y las personas cambian de lado rápidamente. Bien pueden estar en alianza con alguien en algún momento, pero cuando las cosas cambian, pueden desvincularse de esa persona. Es una cuestión compleja”, explica el Sr. Ashworth.

“Para la mayoría de la gente común, la violencia no ha disminuido. En realidad, el acuerdo no trajo aparejado el cese el fuego”.

Aunque la Comunidad de Sant'Egidio ha intentado calladamente de impulsar la paz a lo largo del proceso, el Sr. Ashworth considera que varios requisitos del acuerdo de 2018, incluidas la unificación del ejército nacional y la formación de un sistema transitorio de justicia, aún quedan por implementar.

“Si bien contamos con un acuerdo de paz firmado, no contamos con la voluntad política de los dirigentes del país para aplicarlo”, afirma.

El padre Latansio se queja de que el espacio de la sociedad civil se esté estrechando. Pone como ejemplo, la protesta pública contra la violencia y la corrupción programada para agosto que fue cancelada a último momento después que el gobierno amenazara con responder de forma violenta.

“Este gobierno ahora está amedrentando a grupos de la sociedad civil solo porque querían hacer una sentada, una protesta pacífica. Así que empezaron a arrestar a toda persona relacionada con una organización de la sociedad civil”, indica.

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Man and cattle.

Un cuidador de ganado con un fusil de asalto en Mogok, Sudán del Sur. El robo de ganado entre tribus vecinas es una tradición de larga data en Sudán del Sur, pero la adquisición de armas de alto poder ha convertido esa práctica en un deporte sangriento, pues políticos y caudillos han reclutado a cuidadores de ganado armados como aliados para adquirir y mantener territorio.

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“No sé dónde iremos a parar. La comunidad internacional protesta, pero los dirigentes del país consideran que solo la fuerza de las armas puede mantenerlos en el poder.  Incluso dicen no tener balas de goma ni gases lacrimógenos, solo balas de verdad. Vengan a sentarse y les dispararemos. De ahí que el 30 de agosto, hubiera por todas las calles chicos militares dispuestos a disparar. Incluso si se trata de una reunión de cinco personas, si les dicen  que se dispersen y no lo hacen, empezarán a disparar”, cuenta.

“A pesar de todo eso, seguimos comprometidos a trabajar por la paz y a modificar esta narrativa de violencia por aquella de la paz”.

Si bien la iglesia ha venido presionando desde hace mucho tiempo por la paz y una verdadera reconciliación en la zona, incluso durante la larga lucha por la independencia, el padre Latansio dice que los cristianos no están exentos de culpa en el caos actual.

“Muchos de nosotros somos cristianos a tiempo parcial. Vamos a la iglesia, pero después, volvemos a empezar. Hoy en día, en el contexto violento de Sudán del Sur, ¿quiénes cometen esa violencia? ¿Los musulmanes? ¿Los paganos? No, los cristianos. Son mis hermanas y mis hermanos cristianos que están dañando la imagen de Dios”, afirma.

A fin de impulsar a las iglesias en la construcción de la paz, el Consejo de Iglesias elaboró un Plan de acción para la paz. Fomentar el diálogo es un elemento central de ese plan, pero el padre Latansio puntualiza que la discusión franca entre los grupos beligerantes a menudo debe tener lugar fuera del país.

“La mayor parte del diálogo debe entablarse fuera del país porque dentro no hay ninguna confianza. Uno teme que si habla con el corazón será registrado, perseguido y arrestado, o le dispararán”, añade.

Las iglesias del país siguen ejerciendo el ministerio de construcción de la paz, a pesar de los crecientes ataques a trabajadores religiosos. La masacre del 16 de agosto en la que perecieron las Hermanas del Sagrado Corazón Mary Daniel Abud y Regina Roba junto con varias otras personas durante el ataque de “hombres armados desconocidos” de su autobús en el camino entre Yuba and Nimule, parece demostrar que la Iglesia ha perdido todo estatuto especial del que gozara alguna vez.

“Es una señal de que la Iglesia no es respetada como lo era antes. Durante la larga guerra civil no vimos que eso sucediera. Hoy, la Iglesia no es respetada y sufre igual que la gente común”, señala el Sr. Ashworth.

Aun así, dice el padre Latansio, los cristianos siguen trabajando para que la esperanza se vuelva realidad en este país convulsionado. También afirma estar agradecido por todos aquellos de otros países que vinieron a Sudán del Sur.

Trabajadores de las iglesias protestantes y católica de todas partes del mundo “están siempre en primera línea arriesgando la vida. Su servicio aquí no es cuestión del dinero que ganan, sino simplemente de entrega”, sostiene el padre Latansio.

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Pregnant woman lies on bed, with a nurse feeling her stomach.

David Mabil, estudiante de partería en el Instituto Católico de Capacitación en Salud, hace un examen prenatal a Amelia John en el Hospital Universitario de Wau, Sudán del Sur. Dicho instituto, que capacita a profesionales de enfermería y partería, es patrocinado por el proyecto Solidaridad con Sudán del Sur.

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Acerca de los cristianos sursudaneses, el padre Latansio dice estar convencido de que sus décadas de fiel testimonio algún día darán una cosecha de paz.

“Nosotros que nacimos en este contexto de guerra y violencia, que crecimos y que fuimos a la escuela en el mismo, que estudiamos en el seminario durante la guerra, que fuimos ordenados durante la guerra, aún hoy estamos sirviendo en medio de la guerra. Pero creemos que hay algo grande a venir para Sudán del Sur. Todavía estamos en el camino de alcanzar lo que el Señor nos ha prometido”.

Paul Jeffrey - Periodista independiente de Estados Unidos, fundador de Life on Earth Pictures.