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Foto: Albin Hillert/CMI

Foto: Albin Hillert/CMI

Diez años después del cuasicolapso de la economía mundial, ¿qué ha cambiado?

No mucho, dice el Consejo Mundial de Iglesias (CMI), y sin duda, no lo suficiente.

Una declaración del Comité Ejecutivo del CMI, reunido en la ciudad de Uppsala, al sur de Suecia, señaló que el épico colapso reveló problemas sistémicos a gran escala en la infraestructura económica mundial, pero que, en gran medida, fue una oportunidad desperdiciada de emprender una reforma.

Ciertamente, dice la declaración, gran parte de las persistentes consecuencias sociales de la crisis financiera han sido negativas: “crecientes niveles de desigualdad salarial, una concentración de la riqueza aún mayor en manos de un grupo aún más reducido de élites económicas, mayor precariedad económica para la gran mayoría de la población mundial, creciente endeudamiento nacional, desempleo juvenil generalizado, inestabilidad social y política, y aumento de las fuerzas políticas populistas en muchos contextos en todo el mundo”.

Considerando que la necesidad de una verdadera transformación económica es urgente, el comité observó que se ha llevado a cabo una reforma económica poco duradera y poco significativa, o incluso que se han impuesto pocas sanciones contra los responsables de la crisis.

“La codicia sin restricciones de unos pocos que no rinden cuentas sigue creando riesgos que ponen en peligro el futuro de muchos, y las condiciones para que surja otra crisis financiera y económica mundial de dimensiones aún mayores están volviendo a emerger”.

Elogiando los esfuerzos internacionales ecuménicos para determinar los indicadores y medidas de una “Economía de vida”, el CMI instó a una implementación concreta, renovando su reiterado “llamado a una nueva estructura financiera y económica internacional para una economía de vida que vincule las finanzas con la economía real, que asuma la responsabilidad de las consecuencias sociales y ecológicas, y establezca limitaciones efectivas a la codicia”.

El comité pidió además “una regulación efectiva y una verdadera rendición de cuentas para esas personas y entidades –en particular las empresas transnacionales e instituciones financieras consideradas –‘demasiado grandes para quebrar’– cuya avaricia y prácticas corruptas han creado, y siguen creando, el riesgo de una inestabilidad y de una crisis económica generalizadas y de proporciones catastróficas; y que además privan a las naciones de los recursos necesarios para un desarrollo equitativo y sostenible”.

Lea la declaración completa del CMI sobre la transformación económica

Más información sobre los esfuerzos ecuménicos hacia una nueva estructura financiera y económica internacional

Lea el documento de referencia “Una economía de vida”