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Rev. Arnold Temple. ©Ivars Kupcis/WCC

Rev. Arnold Temple. ©Ivars Kupcis/WCC

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De entrada, algunas de las naciones más secas de África podrían envidiar a Sierra Leona, que tiene una estación lluviosa que dura seis meses al año, en la que muchas de las lluvias son torrenciales. No obstante, el Rev. Arnold Temple, un ministro metodista de Sierra Leona, resume así la situación: “en la región existen muchos desafíos relacionados con el agua. Dios le ha dado a esta región agua y fuentes de agua en abundancia. El problema es la distribución. Es el trabajo del gobierno garantizar la distribución del agua a todos aquellos a los que gobiernan, pero algunas comunidades son completamente ignoradas”.

Arnold Temple, teólogo en la facultad de teología y gestión de Freetown, es vicepresidente del Grupo Internacional de Referencia de la Red Ecuménica del Agua del Consejo Mundial de Iglesias. La incongruencia de que exista agua en abundancia, pero escaso suministro, se repite en otras naciones de África occidental y en otras regiones de África.

Recientemente, los miembros del grupo de trabajo de la Red Ecuménica del Agua visitaron un suburbio de Lagos llamado Makoko. Es una especie de península, rodeada de agua. Aun así, el suministro de agua potable para beber y para el saneamiento sigue siendo un problema grave. “Este ejemplo de privaciones en las comunidades se repite en toda la región. Igual que en Makoko, en Lagos, sucede en Kroo Bay, en Freetown” explica Arnold Temple, que forma parte del equipo ejecutivo de la Conferencia de Iglesias de Toda el África (AACC) y tiene un interés especial en el agua dado que imparte clases de ecoteología.

Afirma que en Sierra Leona hay muchos desafíos relacionados con el agua, algunos de los cuales comparte toda la región de África, como puede ser la falta de datos fiables a partir de los que trabajar: “se cree que, en Sierra Leona, solo 2,5 millones de personas de una población de 7 millones tiene acceso a agua canalizada que ha recibido tratamiento e, incluso en los casos en los que esta existe, el suministro no es continuo y algunos tienen que recorrer kilómetros para tener acceso al agua. Las personas, especialmente los niños, tienen que levantarse a horas intempestivas, como podría ser a las tres de la mañana, para tener acceso al agua en el momento en el que funciona el suministro”.

Una de las consecuencias de esto es la tasa de embarazos de adolescentes que experimentan algunas comunidades. “También afecta a la educación de los jóvenes, especialmente de las niñas, que, después de haber madrugado y caminado varios kilómetros para ir a buscar el agua están cansadas y no pueden dedicarse a las tareas escolares”, puntualiza Arnold Temple, que también es miembro del Comité Central del CMI.

Tan solo 50% de los residentes urbanos tienen acceso a agua relativamente potable de caños verticales y bombas manuales de agua a un kilómetro o menos de sus hogares.

Las áreas rurales cuentan principalmente con pozos abiertos, arroyos, ríos y estanques que muchas veces no son seguros y son peligrosos para la salud.

La cuestión principal que no debemos perder de vista es el hecho de que el agua es la vida. La misión de Cristo es una misión afirmadora de la vida. “Yo he venido para que tengan vida, y para que la tengan en abundancia”. “Negarle el agua a una comunidad es negarle la vida al pueblo de Dios”, afirma Arnold Temple. Y nos dice: “Jesús menciona el juicio final y, entre las condiciones para la salvación, está la de proporcionar agua a los que tiene sed: ‘tuve sed, y me dieron de beber...De cierto les digo que todo lo que hicieron por uno de mis hermanos más pequeños, por mí lo hicieron’ (Mateo 25:35-40)”.

 

La Red Ecuménica del Agua

Siete Semanas para el Agua 2017