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© Håvard Bjelland/NCA

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Los musulmanes suníes:

Madeline, de 14 años, y su hermana Sabrine, de 16, tienen las piernas paralizadas.

“Quedaron paralizadas por el impacto. Algo le pasó a su sistema nervioso”, dice su padre, Mohammad.

La familia quedó atrapada en el fuego cruzado en Daraa, al sur de Siria. El hijo, Louay, de tres años, murió a causa de una bomba. Fue entonces cuando decidieron huir. Cayeron bombas constantemente durante su huida.

El 27 de agosto de 2013 llegaron al Líbano, y ahora viven en un campamento en Bar Elias, en el valle de Bekaa.

Quieren emigrar.

“Las niñas están traumatizadas, pero no estamos recibiendo ayuda aquí”, dice su padre.

“Tenemos paz y seguridad, pero no futuro aquí”, dice su mujer, Rehab, de 36 años. Fueron a las entrevistas para solicitar asilo hace cuatro meses.

“Antes de la guerra, la vida era fácil”, dice Madeline. “Me gustaba jugar con mis amigos. Los echo de menos. Echo de menos andar correteando con ellos”.

En la actualidad, Mohammad se las arregla para llevar a Madeline a todos lados, pero hace tres días recibió los resultados de las pruebas que le realizaron después de quejarse de dolor estomacal. Tiene cáncer.

Report launch: Study on coordinating humanitarian efforts to protect Iraqi and Syrian minority populations