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a peace flag is carried during a public march in Brazil
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Voces de Argentina, Brasil, Colombia, Honduras y México compartieron sus percepciones sobre una amplia gama de preocupaciones sociales, políticas y económicas que aumentaron durante la COVID-19.

La polarización política, combinada con el negacionismo, ha transformado el tormento político de muchos países latinoamericanos en un obstáculo para un plan conjunto para afrontar la pandemia de la COVID-19. El resultado es instituciones en peligro, división en la sociedad y falta de esperanza.

Al lamentar las más de 500 000 muertes a causa de la COVID-19 en Brasil, Thomas Kang, de la Iglesia Evangélica de Confesión Luterana en el Brasil, dijo que la actual polarización política en el país y la negación continuada de la gravedad de la repercusión de la pandemia por parte de las actuales administraciones nacionales son algunos de los obstáculos que se encuentra la aplicación de una estrategia nacional eficaz para combatir esta realidad. “Desgraciadamente, la polarización y el conflicto también se ven en las vidas y estructuras de las iglesias, lo que causa fragmentaciones y una lucha de relatos de alguna manera engañosos”, dijo.

El análisis que hizo el grupo de la repercusión de la pandemia de la COVID-19 también destacó el sufrimiento de los niños y los adolescentes afectados por un “triple choque”: el cierre de las escuelas, el confinamiento y la pérdida de recursos económicos de sus familias.

 “En Argentina, los sectores vulnerables de la sociedad son los que más sufrieron con la pandemia”, dijo Ana De Medio, de la Iglesia Evangélica de los Discípulos de Cristo en Argentina. “Los jóvenes, las niñas y los adolescentes son quienes más sufrieron y quienes todavía sufren. Por ello, no podemos olvidar a los grupos más vulnerables”, añadió.

En América Latina, la violencia contra las mujeres ya era muy preocupante antes de la pandemia. Aun así, desde principios de 2020 algunos países y gobiernos locales han notado que el número de llamadas a teléfonos de ayuda que ofrecen atención específica y orientación en caso de violencia ha aumentado hasta un 80%. Al mismo tiempo, las llamadas de niños o familiares de mujeres que son víctimas de la violencia han aumentado desde entonces durante la cuarentena.

Al hablar de la situación en Honduras, la Rev. Canóniga Aida Consuelo Sánchez Navarro, de la Iglesia Episcopal, afirmó que la pandemia ha desencadenado un incremento significativo del número de casos de violencia doméstica en el país. “Como iglesia, tratamos de aportar una actitud de protección, una voz de esperanza para el pueblo, pero también la denuncia de tanto sufrimiento”, dijo.

“Además de la emergencia sanitaria de la COVID-19, la realidad de extrema pobreza y la migración masiva causan un impacto directo en la soberanía alimentaria de cientos de miles de personas”, añadió Sánchez Navarro.

Al compartir las observaciones finales de la reunión, el secretario general adjunto del CMI, Rev. Dr. Odair Pedroso Mateus, de la Iglesia Presbiteriana Independiente del Brasil, recordó el tema de la 11ª Asamblea del CMI: “El amor de Cristo lleva al mundo a la reconciliación y la unidad” y sus vínculos con los múltiples ejemplos de sufrimiento y desesperación en América Latina.

“Esperamos que el tema de la Asamblea ofrezca un horizonte amplio de reflexión e inspiración a todas las iglesias que se dedican a trabajar por la justicia y la paz y el cuidado de la creación de Dios en todo el mundo”, dijo. “En el actual contexto político de América Latina, marcado por los relatos populistas y excluyentes, nuestra labor por la unidad cristiana y el servicio a los pobres tiene un significado especial”.

La reunión del Comité Central del CMI continúa hasta el 29 de junio.