En sus palabras de bienvenida, S.E. el arzobispo Dr. Aykazian Vicken, vicemoderador del Comité Central del CMI, aseguró que Dios no sólo da fuerzas a los refugiados, sino que se identifica con ellos.
“Nos reunimos en oración. Nos reunimos para escuchar al Dios divino, para escucharnos mutuamente”, dijo. “Nos hemos reunido para escuchar a los refugiados, escuchar su sabiduría de vida y sus perspectivas”.
Dios se preocupa profundamente por los refugiados, afirmó Vicken, “Es más, se identifica con ellos. Así, Dios da fuerzas y autonomía a los refugiados y los desplazados”.
Vicken también reflexionó sobre el hecho de que durante el Adviento y la Navidad, los cristianos recuerdan el comienzo de la historia de Jesús: “María estaba en la fase final del embarazo cuando tuvo que trasladarse con José de Nazaret a Belén", recordó.
La ceremonia fue el inicio de un acto vinculado al Foro Mundial sobre los Refugiados, y fue comisariada conjuntamente por la Plataforma Interreligiosa de Ginebra, Agora y el Consejo Mundial de Iglesias. La Plataforma Interreligiosa de Ginebra preparó, en colaboración con un equipo del Consejo Mundial de Iglesias, el momento de meditación y oración interreligiosa. Durante más de treinta años, la plataforma ha trabajado para promover una mayor aceptación entre las comunidades religiosas, el mutuo respeto y la convivencia en Ginebra en una diversidad constructiva.
Las perspectivas de los refugiados
Nataliya Kolodiy, de Ucrania, es una madre que vino a Ginebra para salvar a sus hijos de la guerra. Tras contar su historia durante la ceremonia, dijo: “Ahora, en mi Ucrania natal, está muriendo gente inocente ¿cuántas vidas se han perdido ya?, ¿cuántas vidas más se destrozarán?”.
Recordó a las mujeres y niños que han sufrido la violencia física y psicológica. “Mi pueblo ha experimentado mucho miedo, pena y dolor”, lamentó; “nuestra tierra está cubierta de cenizas y manchada de sangre”.
Kolodiy dio las gracias a todas las personas que ayudaron a su familia. “En momentos difíciles para nosotros, ustedes no se mantuvieron al margen”, dijo. “Gracias a todos. Han hecho que nos sintamos en casa”.
François Geraud, un camerunés que abandonó su país por pura supervivencia, cruzó el mar Egeo en una barca hinchable. “Éramos veintiséis personas: hombres, niños, mujeres embarazadas”, cuenta. “La travesía duró dos días”.
Llegaron a la isla de Samos y los llevaron a un campamento en el bosque. “El campamento estaba concebido para seiscientas personas”, cuenta Geraud, “nosotros éramos 8 000, y luego 12 000”.
Allí se quedó dos años. “Logré escapar de aquel infierno”, contó. “Siempre me he dicho a mí mismo que uno debe resolver sus luchas dentro de su propia mente. Debemos buscar, pedir y orar siempre”.
Ahora se enfrenta a la decisión de si quedarse o no en Ginebra. “Mi mayor don es la paciencia. Junto con la oración, eso es lo que me permite seguir adelante”, asegura.
La primera línea de la fe
En su discurso de clausura, Gillian Triggs, la Alta Comisionada Auxiliar para la Protección de ACNUR, agradeció a las iglesias y organizaciones religiosas su trabajo con los refugiados. “En la Agencia de la ONU para los Refugiados somos conscientes de que compartimos con ustedes un relato religioso”, afirmó. “Concedemos gran valor a las organizaciones confesionales y a las comunidades religiosas locales”. Y añadió que acogía con satisfacción las contribuciones de estas al Foro Mundial sobre los Refugiados, el mayor encuentro internacional sobre refugiados, que tiene lugar entre el 13 y el 15 de diciembre en Ginebra.
“Impacta saber que un refugiado puede pasar en el exilio más de veinte años, más de dos décadas”, dijo. “Las comunidades confesionales no desaparecen cuando se acaban los fondos de los proyectos, ellas están en primera línea”.
Galería de fotos de la ceremonia interreligiosa por la paz en solidaridad con los refugiados