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Eid Jahaleen

Eid Jahalin, portavoz de la comunidad beduina de  Khan el-Ahmar.

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“Vivimos en armonía con la naturaleza y, de hecho, formamos parte de ella”, reflexionó. “Mis antepasados vivieron así durante muchas generaciones, alejados de las presiones sociales”.

La tranquilidad de esta tierra, rodeada de montañas, solo se ve interrumpida por algunos vehículos y por la alegre algarabía de los niños que juegan al aire libre.

“Además, nuestro alimento procede de la naturaleza: los productos que consumimos incluyen nuestros propios huevos, yogur, leche, carne y pan”, explica. “El aire que nos rodea es limpio, y el paisaje no puede ser más hermoso”.

Para esta comunidad, formada por unos 3000 beduinos, es un modo de vida sagrado. “No queremos vivir en las ciudades, porque amamos el modo de vida que han tenido nuestros antepasados durante miles de años, una generación tras otra”, afirmó. “Nuestra vida es sencilla, y nuestro sustento depende principalmente de nuestro ganado, que vive con nosotros en medio de la naturaleza”.

No obstante, este carácter sagrado se ve amenazado día tras día por los ataques, los desalojos y, quizás lo peor de todo, lo que parece ser indiferencia por parte de la gran mayoría del mundo.

Eid, que es el portavoz de su comunidad, afirmó que no van a renunciar a su búsqueda de una vida digna y pacífica. Todos los días, vigila las violaciones o los ataques que puedan llevar a cabo los colonos contra las ovejas o las personas.

“Soy el dirigente del consejo local, y se me impide conseguir empleo en Israel porque informo de lo que está pasando, y también he ayudado a construir una escuela para los niños de Jahalin”, explicó. “Creo que la educación de nuestros hijos es muy importante, porque los niños solo pueden tener un buen futuro si reciben educación”.

Eid considera que la educación es un derecho humano; también cree que todas las religiones valoran la educación. 

“Soy una persona que quiere promover la educación en nuestra comunidad, y mejorar las condiciones de vida”, afirmó.

Todos los días va a la escuela, a la que asisten a 200 niños, para preguntar a la directora si necesita ayuda y asegurarse de que los niños y los 22 profesores tengan todo lo que necesitan.

Además, revisa las peticiones y necesidades de los miembros de su comunidad: problemas relacionados con el seguro médico, o con el agua y la electricidad. “También recibo a grupos de solidaridad, y hago un seguimiento con los abogados contra las amenazas de demolición y desalojo, especialmente aquellas que atentan contra la escuela, que se enfrenta a una orden de demolición, al igual que toda la comunidad”, puntualizó.

Los niños sufren las peores consecuencias.

Para los beduinos, la “ocupación” no es un término político que aparece en un documento o en las noticias, sino que implica penurias y sufrimiento para las personas, y, con toda probabilidad, especialmente para los niños.

Los niños pasan las noches aterrorizados por el ruido de los drones que utilizan los colonos y las fuerzas de seguridad para vigilar a la comunidad beduina. “Por las noches, mientras dormimos, proyectan luces sobre nosotros desde los drones, y a los niños eso les aterroriza, por no hablar también del ruido”, afirmó Eid.

Los asentamientos también desvían las aguas residuales, que inundan la zona y constituyen un gran problema durante el verano, cuando suben las temperaturas. “Aparecen muchos insectos, de todo tipo, que provocan enfermedades entre los niños”, explicó.

“En 2019, una organización de Estados Unidos donó materiales de juego para los niños que incluían toboganes y columpios”, siguió diciendo. “Las autoridades israelíes me obligaron a demoler el parque infantil o,  de lo contrario, lo demolerían ellos mismos y me impondrían sanciones”. “En 2014, los italianos nos regalaron juguetes para los niños y, cuando las autoridades israelíes lo vieron a través de los drones, se presentaron en el lugar y confiscaron los juguetes”, añadió.

Mancillando la tierra sagrada

Cuando sus antepasados llegaron a esta tierra, tenía muchos pozos de agua y manantiales naturales. “Pero las fuerzas de la ocupación intervinieron y desviaron el agua”, explicó Eid. “La construcción de asentamientos en la zona comenzó en 1982, y entonces comenzó el proceso de empobrecimiento de la población”.

El número de ovejas está disminuyendo debido a las restricciones en el uso del terreno, la falta de agua y las amenazas de los colonos y las fuerzas de seguridad. “Ahora estamos confinados a una pequeña zona del territorio”, dijo Eid. “Se han establecido pastores israelíes en la zona, así como sitios turísticos que se han creado a nuestra costa, y se nos niega el acceso a la tierra”.

Además, afirmó que a los miembros de la comunidad no se les permite entrar en Jerusalén, donde solían comercializar sus productos. Si aparcan sus coches en la carretera principal, o incluso se quedan parados en el arcén, la policía les multa.

“Desde 2009, a todos los miembros de nuestra comunidad se les niega el permiso de trabajo en Israel”.

Pide oraciones para que la comunidad beduina recupere su independencia para que él y otras personas puedan vivir en paz en su tierra. Desde las afueras de Jerusalén, los beduinos pueden oír a los muecines y las campanas de las iglesias. “Pero no podemos acudir a estas llamadas”, explicó Eid. “No todos los palestinos pueden visitar estos lugares de oración debido al muro de separación”.

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