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People wearing yellow vests reading 'EAPPI' gathered in a church where a pastor is giving them a blessing.

Ceremonia en la Catedral de San Jorge,

Fotografía:

Estas son voces de las comunidades de la zona de la Puerta de Herodes en la ciudad vieja de Jerusalén, de Makhul y Khirbet Samra en el valle del Jordán, voces de personas que describen lo mucho que significa para sus vidas cotidianas el Programa Ecuménico de Acompañamiento en Palestina e Israel del Consejo Mundial de Iglesias.

Un grupo de acompañantes ecuménicos –el 87º de este tipo de grupos– completó recientemente sus tres meses de misión y pasó el relevo de sus labores voluntarias al siguiente grupo durante una ceremonia en la Catedral de San Jorge.

Donald Binder, capellán del arzobispo anglicano en Jerusalén, presidió la ceremonia. Durante la misma, reflexionó que los acompañantes ecuménicos mantienen la tradición del profeta Miqueas, que nos pide a todos “hacer justicia, amar misericordia y caminar humildemente con [nuestro] Dios”.

Binder pidió a todos que tuvieran presente en sus oraciones al equipo de acompañantes ecuménicos recién llegado “para que algún día la justicia y la paz que tratan de alentar reine verdaderamente en la tierra del Santo, habiendo cumplido al fin su misión”.

El equipo saliente documentó una cifra récord de violaciones de los derechos humanos durante su tiempo de servicio. Según el coordinador del programa Jack Munayer, hubo más del doble de incidentes de este tipo en los últimos tres meses con respecto a un período comparable del pasado otoño: 679 violaciones frente a 301.

Durante el período que abarca el informe, se documentaron 679 violaciones de los derechos humanos. El grupo 86 había informado de 492 violaciones, mientras que el grupo 85 había contabilizado 301. Desde la época del grupo 85, el número de violaciones notificadas aumentó en un 125%.

Durante su despliegue, el grupo 87 llevó a cabo numerosas visitas sobre el terreno que incluyeron presencia protectora, observación de puestos de control, sesiones informativas, apoyo a acciones no violentas, servicios de oración e intervenciones que garantizaban una presencia activa visible.

Los acompañantes fueron testigos de muchos tipos de violaciones de los derechos humanos. Por ejemplo, tres hermanos fueron objeto de actos de violencia a manos de soldados israelíes en el puesto de control 56 de Hebrón. Uno de ellos fue arrestado, le pusieron esposas de plástico en las muñecas y lo llevaron a la segunda planta del puesto de control. Mientras estaba allí, oyó un disparo y, más tarde, se enteró de que su hermano había sido atacado con un arma de electrochoque y tenía una herida en la pierna. Al tercer hermano le lanzaron cerca una granada aturdidora y, como consecuencia de ello, sufría un problema de audición.

En otro incidente, unos soldados israelíes soldaron la puerta de una vivienda palestina en la calle Shuhada de Hebrón cuando estaban dentro dos niños de dos y siete años de edad. Había ocho soldados, aproximadamente quince palestinos y un colono reunidos fuera de la vivienda. Un palestino trajo una sierra eléctrica y la usó para abrir la puerta soldada. Los soldados entraron en la vivienda con las mujeres y los niños fueron liberados. Llegaron dos colonos más, que grabaron el incidente.

Un colono disparó a un niño palestino de aproximadamente doce años en la calle Al Saraya dentro de la ciudad vieja de Jerusalén. El niño sufrió una herida en el brazo. Colonos armados rodearon al agresor, y la policía llegó transcurridos unos treinta minutos. El agresor no fue esposado cuando lo trasladaron a la comisaría de policía, y no se sabe si fue arrestado o no.

Los incidentes continúan; pero también lo hacen las voces de la esperanza.

“Les damos las gracias por su humanidad y por el apoyo que nos brindan”, dijo un hombre de la comunidad de Susiya en Masafer Yatta.

“Me alegra mucho verlos. Están haciendo un gran trabajo”, añadió un abogado de la comunidad beduina de Arab Al-Kaabneh en el área de Jerusalén.