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Rev. Dr. Saïd Ailabouni, director para Europa, Oriente Medio y la región del norte de África en el Departamento de Misión Mundial de la Iglesia Evangélica Luterana en Estados Unidos Foto: Ivars Kupcis/CMI

Rev. Dr. Saïd Ailabouni, director para Europa, Oriente Medio y la región del norte de África en el Departamento de Misión Mundial de la Iglesia Evangélica Luterana en Estados Unidos Foto: Ivars Kupcis/CMI

Nacido en Nazaret (Galilea), el Rev. Dr. Saïd Ailabouni se mudó a los Estados Unidos a la edad de 19 años para estudiar medicina, pero estaba tan enojado con Dios que acabó estudiando teología y convirtiéndose en un pastor luterano. Actualmente, dirige el departamento para Oriente Medio y Europa de la Iglesia Evangélica Luterana en Estados Unidos. Desde que dejó su ciudad natal hace 50 años, visita a su familia palestina regularmente. Al acercarse la Semana Mundial por la Paz en Palestina e Israel, el Rev. Dr. Ailabouni aceptó compartir algunas de las reflexiones que ha realizado durante su vida con el Consejo Mundial de Iglesias.

Por Ivars Kupcis*

¿Cuál es la historia de su familia?

Rev. Ailabouni: Mi familia vivió en Tiberíades, junto al Mar de Galilea, hasta 1948, cuando perdieron todo lo que tenían a causa de la guerra, en el momento en que Israel se apoderó de la región. En abril, les dijeron que se marchasen y volvieran cuando terminara la guerra. Encontraron un refugio en el poblado de Eilabun, de donde viene mi apellido, donde vivía mi abuelo.

A finales de octubre, el ejército israelí entró en el poblado, donde antes había habido enfrentamientos entre los ejércitos israelí y árabe. Tuvo lugar una masacre en Eilabun, en la que varias personas inocentes fueron asesinadas, incluyendo uno de mis primos. Después, el ejército israelí ordenó a todo el mundo que caminara hasta el Líbano. Toda nuestra familia, incluida mi madre, nuestra hermana recién nacida y otros hermanos, terminaron caminando hacia el Líbano, con frío y sin comida. Mi padre fue encarcelado.

Cuando mi familia regresó seis meses después, sus casas en Tiberíades ya estaban ocupadas por colonos, así que se fueron a Nazaret, donde mi padre consiguió un trabajo y pudieron alquilar una casa pequeña. Allí nací yo, dos años después.

¿Qué significa para usted haber nacido en Nazaret y crecido en el mismo lugar en el que Jesús pasó su infancia?

Rev. Ailabouni: Para ser sincero, nunca pensé en ello como algo especial hasta más tarde en mi vida. Nuestra familia es greco-católica. Fui a escuelas cristianas y era bastante religioso en ese momento, así que conocía la historia de Jesús. Celebramos todos los días festivos, pero no pensé que fuera especial vivir en el mismo pueblo donde Jesús vivió hasta que me mudé a los Estados Unidos y la gente me empezó a hacerme preguntas. Comencé a apreciarlo más con el paso del tiempo, especialmente cuando me convertí en pastor y pude leer la Biblia desde la comprensión tanto la región y su geografía como a su población. El pueblo no ha cambiado: el pueblo palestino es como el pueblo del Nuevo Testamento en muchos sentidos.

¿Por qué decidió mudarse a los EE.UU.?

Rev. Ailabouni: Mi padre murió de cáncer cuando yo tenía seis años, y yo quería ser médico para curar a las personas con cáncer, ese era mi sueño. Como no me aceptaron para estudiar en una universidad en Israel, decidí ir a los Estados Unidos para ir a la universidad y estudiar, convertirme en médico, y luego regresar a Nazaret.

Pero también quería entender la Biblia, ya que era muy confuso para mí ver tantas enseñanzas diferentes sobre la Biblia cuando era niño. Tenía muchas preguntas. Cuando terminé mi especialización en química, decidí ir al seminario para estudiar la Biblia, no necesariamente para ser pastor.

Ir al seminario luterano en St. Paul, en Minnesota, fue muy enriquecedor: pude comprender la teología a la luz de la Biblia, y comprendí que Dios es amor. Antes, me sentía confuso acerca de Dios. Muchas veces, pensé que Dios era un Dios enojado, tenía miedo de Dios. Había gente que decía que era la voluntad de Dios que los palestinos perdieran su tierra porque pertenece a los judíos. Eso no me gustaba, y quería ver por mí mismo si realmente era así en la Biblia.

¿Cómo influyeron los estudios en el seminario en sus creencias?

Rev. Ailabouni: Ir al seminario me ayudó a ver a Dios como el Dios crucificado en Jesús, el Dios que sufre con los oprimidos; no el Dios que determina quién debe quedarse con qué tierra, sino el Dios que está del lado de las personas oprimidas y en situación de ocupación; del lado de los débiles, de las mujeres, de los niños, de los enfermos, de todos aquellos que son rechazados por la sociedad.

Entendí a Dios como el Dios que tanto ama al mundo que lo da todo, sufriendo como un criminal cuando no es culpable. Sentí que mi pueblo está sufriendo de la misma manera: no merecía perder su tierra, convertirse en refugiado, estar en una cruz. Estuve enojado con Dios durante mucho tiempo, pero luego me di cuenta, a través del estudio de las Escrituras, de que Dios no entiende de territorios ni propiedades, sino que es un Dios dispuesto a morir por los oprimidos. De hecho, sufre aunque no merezca sufrir.

Pastor palestino pastorea sus ovejas en el Valle del Jordán, en Cisjordania, Territorios Palestinos Ocupados. Fotografía: Albin Hillert/CMI

Sin embargo, la cruz no es el fin, siempre llega la Pascua. Al tercer día, Dios resucitó a Jesús y, sin importar lo que pase, Dios siempre saldrá victorioso. Eso significa que yo también puedo vivir como una persona victoriosa y no reaccionar ante el sufrimiento, sino actuar con el sentimiento de que no soy una víctima. A pesar de que mi familia y mi pueblo fueron victimizados, puedo hacer algo y marcar la diferencia en el mundo. Dios nos ha mostrado lo que significa amar.

Es usted palestino, pero ha vivido la mayor parte de su vida en los Estados Unidos. ¿Cuál es actualmente su identidad?

Rev. Ailabouni: Dietrich Bonhoeffer estaba en la cárcel cuando escribió un poema titulado “¿Quién soy yo?” Al final, pregunta “quién soy yo”, respondiendo: soy hijo de Dios.

Siento firmemente que pertenezco al reino de Dios, y el reino de Dios incluye a todas las personas, de todas las religiones; a todas las naciones y a todas las tribus, y, en su centro, hay un Dios amoroso que se preocupa por todas las personas. No considero mi hogar ni los Estados Unidos ni lo que ahora es Israel o Palestina, aunque amo a ambos. Me encuentro queriendo ayudar a las personas que se sienten extranjeras a ser más conscientes del amor de Dios por ellas y ayudarlas a experimentar el reino de Dios.

Por ejemplo, ahora, en el contexto de mi trabajo, hay un ministerio en Egipto que atiende a

35 000 refugiados en El Cairo. Hay musulmanes y cristianos juntos, y todos sienten que son valorados y que tienen dignidad humana por la forma en que son tratados. Cuando salen del recinto de la iglesia, se sienten oprimidos, tratados como forasteros; sienten que se aprovechan de ellos porque son refugiados o por el color de su piel. Sin embargo, en ese entorno en el que se les cuida, son de gran valor y se les trata con respeto. En eso consiste el reino de Dios: en que las personas se traten mutuamente con respeto, porque todos hemos sido creados a imagen y semejanza de Dios, y todos somos hijos de Dios.

¿Cuáles son sus responsabilidades actuales en su labor relacionada con la región de Oriente Medio en la Iglesia Evangélica Luterana en Estados Unidos?

Rev. Ailabouni: Soy director de programas para Europa y Oriente Medio, y mi trabajo consiste en establecer relaciones con los líderes de las iglesias, apoyando y supervisando a nuestro personal que se encuentra en el extranjero, incluido Oriente Medio. También coordinamos nuestro apoyo financiero, como, por ejemplo, ayudando a hacer frente al enorme flujo actual de refugiados, o trabajando por la justicia de género y para ayudar a las mujeres y los niños que no tienen capacidad para mantenerse por sí mismos y que, a menudo, son víctimas de abusos, en un mundo que se aprovecha de ellos.

En Oriente Medio, nos centramos principalmente en los refugiados y los migrantes, acompañándolos y apoyándolos. La presencia cristiana en Oriente Medio no es grande, y sin embargo, la presencia de nuestros compañeros cristianos en el mundo es significativa, y queremos que sepan que no están solos.

Uno de nuestros valores se basa también las relaciones cristiano-musulmanas, y nuestros compañeros en el Oriente Medio están llevando a cabo una labor exhaustiva para mejorar esas relaciones. Estamos apoyando este trabajo tanto allí como en los Estados Unidos.

¿Cuáles son los países de Oriente Medio en los que la Iglesia Evangélica Luterana en Estados Unidos apoya programas concretos?

Rev. Ailabouni: Las áreas principales en las que estamos invirtiendo en apoyo a nuestros compañeros son las de Jerusalén y Cisjordania. El hospital Augusta Victoria de Jerusalén es una de las principales instituciones a las que apoyamos. Es una institución de salud que proporciona atención especializada a los palestinos de toda Cisjordania y Gaza. También es el único hospital para el tratamiento del cáncer para los palestinos.

Calle en el casco antiguo de Jerusalén. Fotografía: Albin Hillert/CMI

Estamos prestando apoyo a los refugiados en Egipto. Al igual que Jesús fue a Egipto hace 2000 años para huir del Rey Herodes, hay mucha gente que ahora llega a Egipto huyendo de los tiranos. Vienen de Etiopía, Eritrea, Somalia, Sudán del Sur, Sudán, Yemen, Siria, Irak. Desafortunadamente, no siempre son bienvenidos, ya que Egipto es un país pobre y ellos mismos tienen muchas dificultades.

También apoyamos dos seminarios en Oriente Medio: uno en Beirut (Líbano), y otro en El Cairo (Egipto). Además de apoyar la labor de la Federación Luterana Mundial en Oriente Medio, también apoyamos varios programas del Consejo de Iglesias de Oriente Medio. Estos programas ofrecen a las mujeres la oportunidad de desarrollar habilidades para ganarse la vida, y de llevar a cabo una labor de sanación de traumas con los trabajadores de la iglesia que han sido traumatizados por la guerra, para que puedan recuperarse y volver a trabajar.

Queremos aumentar nuestro apoyo a los refugiados en los cuatro países en los que estamos trabajando ahora, que son Siria, Líbano, Jordania e Irak.

¿Cuál ha sido su experiencia al visitar Palestina después de haberse mudado a los Estados Unidos?

Rev. Ailabouni: Regresé por primera vez cuatro años después de comenzar mi formación, en 1973. En aquellos días no había Internet ni correo electrónico, y las llamadas telefónicas eran caras, por lo que, prácticamente, solo se podía escribir cartas. Fue maravilloso volver. Mi familia aún estaba allí en ese momento, pero, obviamente, yo había cambiado, y eso que aún no había terminado mi formación, y ni siquiera estaba seguro de que iba a hacer la transición de medicina a teología. Eso sucedió después de aquel viaje. Dios estaba haciendo algo en mi vida de lo que no estaba muy seguro en ese momento. Sólo sabía que no había futuro para mí en mi país. Hoy en día, muchos más jóvenes tienen un futuro que yo no tenía entonces. Hay más personas que pueden ir a la universidad y tener un futuro que no estaba al alcance hace 50 años.

¿Cuáles son sus observaciones sobre cómo ha ido cambiando la situación en Israel y Palestina durante estos 50 años?

Rev. Ailabouni: Muchos más edificios, muchos más asentamientos, muchas más carreteras. Nuestra iglesia está comprometida con la solución de los dos Estados, pero no veo cómo puede ser posible, ya que cada vez se ocupan más territorios. Veo un verdadero impulso de judaizar Jerusalén, cuando mi sueño y mi deseo es que los pueblos vivan juntos: judíos, musulmanes y cristianos. Así fue como mis padres y mis abuelos crecieron en Tiberíades, conviviendo pacíficamente con judíos y musulmanes.

Crecí con amigos cristianos y musulmanes; éramos vecinos, fuimos juntos a la escuela, de modo que nunca podría pensar en los musulmanes como malas personas, son mis amigos. Por supuesto, también hay personas que hacen cosas malas, tanto entre los judíos como entre los cristianos y los musulmanes, pero se trata de extremistas, y no son la mayoría. Es triste ver este deseo en Israel de crear un Estado solo para los judíos, un Estado judío. Sé que podemos vivir juntos y disfrutar de estar juntos. Mi experiencia siempre ha sido que es posible, pero la tendencia actual nos dice que no, que no se puede lograr.

Eso me asusta porque, lo que va a suceder, ¿significa que los palestinos serán expulsados? Si ese es el caso, sería realmente triste y catastrófico.

¿Cómo ve que la situación ha cambiado para los palestinos que aún viven en su tierra?

Rev. Ailabouni: Los palestinos en Israel tienen más oportunidades de tener trabajo, de ir a la escuela y de crecer económicamente; pero los palestinos de Jerusalén, Cisjordania y Gaza lo tienen difícil. Los cristianos o musulmanes que viven en Belén no pueden ir a Jerusalén, que está a tan solo unos 10 kilómetros de distancia. Necesitan un permiso, y eso lo hace muy complicado. Hay niños que han crecido a pocos kilómetros de Jerusalén que nunca han visto Jerusalén, ni el mar Mediterráneo. Esta división es opresiva, además de una humillación para las personas en los territorios ocupados. Es muy difícil ver cómo se trata a las personas en los puntos de control.

Puesto de control de Qalandiya, entre el norte de Cisjordania y Jerusalén, donde miles de palestinos tratan de pasar a Jerusalén cada día. Fotografía: Albin Hillert/WCC

¿Cree que los cristianos de todo el mundo entienden lo que está sucediendo entre Israel y Palestina?

Rev. Ailabouni: A menos que vayan allí y lo vean con sus propios ojos, no lo sabrán. Los medios de comunicación no informan correctamente y, a menudo, se presenta a los palestinos como personas violentas que lanzan piedras. Nunca se muestra una resistencia no violenta a la ocupación. Ni siquiera los judíos de Israel lo saben, porque nunca van a Palestina, no se les permite.

Ahora, cada vez más soldados israelíes hablan de sus experiencias de trabajo en Hebrón y otros lugares, diciendo que lo que hicieron está mal y no están orgullosos de ello. Salen hablando de cómo trataron a los palestinos, y no les gusta lo que hicieron, pero la mayoría de los israelíes no lo saben, y la mayoría de la gente no está interesada: están interesados en sus propias vidas, no se preocupan por la gente que no ven, y no ven a los palestinos a menos que estén trabajando en esas áreas concretas.

¿Cuáles cree que son las causas de la opresión y el sufrimiento? ¿Por qué todavía hoy en día iría alguien a otra tierra e intentaría ocuparla y oprimir a las personas que han estado viviendo allí durante generaciones?

Rev. Ailabouni: Desafortunadamente, algunos, incluyendo los cristianos y los judíos, utilizan la Biblia para justificar lo que están haciendo. Se puede justificar lo que se quiera utilizando la Biblia, pero también hay muchos versículos bíblicos que hablan de dar la bienvenida al extranjero, de tratarlo como a un igual, de cuidar de las viudas y de los huérfanos. Hay muchos versículos que nos recuerdan lo que la justicia de Dios está destinada a ser para todas las personas.

Ciertamente los judíos han sufrido mucho en sus vidas, y desean tener un lugar donde puedan ser libres y sentirse seguros, y no ser oprimidos de nuevo, pero no creo que sea justo ni equitativo oprimir a los palestinos en el proceso.

Oímos hablar de situaciones en las que se cometen actos violentos en ambos lados del conflicto...¿Puede justificarse la violencia?

Rev. Ailabouni: Ciertamente, como cristianos debemos estar en contra de cualquier tipo de violencia. No debemos matarnos unos a otros. No creo que la violencia sea la respuesta correcta a nada. Durante más de un año, los palestinos de Gaza se han manifestado de forma no violenta, pero algunos de ellos han sido asesinados por hacerlo.

Ninguna de las partes debería usar ningún tipo de arma contra la otra. Los humanos son demasiado valiosos para ser asesinados. Todos deberíamos estar en contra de cualquier tipo de destrucción y asesinato.

Con su trabajo en la Iglesia Evangélica Luterana en Estados Unidos, está apoyando a los refugiados y contribuyendo a la paz en la región. ¿Qué cree que otras iglesias en el mundo pueden hacer para apoyar la justicia y la paz en Israel y Palestina?

Rev. Ailabouni: Imaginando que todas nuestras iglesias tienen políticas sobre los derechos humanos y el antirracismo, todos tenemos valores como cristianos que debemos elevar, así como responsabilizar a todos de ellos. Los derechos humanos son un tratado internacional para todas las personas, y estamos en contra del racismo sin importar quiénes sean los afectados.

Existen mucho racismo y muchas violaciones de los derechos humanos y de la dignidad, por lo que nosotros, como iglesias, debemos pronunciarnos en contra de todo eso. Debemos ser persistentes y hablar tan alto como podamos, trabajando con los funcionarios de nuestro gobierno para ayudarlos a darse cuenta de que esta no es la intención de Dios para la humanidad.

Las hojas crecen a través de una cerca en Belén, en los Territorios Palestinos Ocupados. Fotografía: Albin Hillert/CMI

¿Cómo podrían las iglesias apoyar más activamente la paz en la región de Oriente Medio?

Rev. Ailabouni: Necesitamos voces proféticas audaces para seguirnos expresando. El Dios que conocemos es el Dios que ama a todas las personas, incluyendo a aquellos que no nos gustan. Dios nos llama a reconciliarnos unos con otros, a amar al enemigo y a ser pacificadores, porque los pacificadores serán llamados hijos de Dios. Tenemos el mandato, como individuos y como iglesias, de ser ese tipo de luz para los que están en la oscuridad, ya veamos resultados o no.

Yo mismo he luchado contra el odio y, con el paso de los años, me preguntaba si podía continuar así, o si podía amar, incluso a mi enemigo. Creo que todos tenemos que luchar con lo que hay en nuestros corazones, y realmente amar al otro en nuestras vidas, quienquiera que sea, y especialmente a aquellos que no nos gustan. Todos podemos hacer algo, pero tenemos que empezar por ver qué hay dentro de nosotros y cómo podemos cambiar eso para mejor.

 

*Ivars Kupcis es oficial de comunicación del Consejo Mundial de Iglesias

Semana Mundial por la Paz en Palestina e Israel

El CMI en solidaridad con las iglesias de Oriente Medio

Programa Ecuménico de Acompañamiento en Palestina e Israel (PEAPI) del CMI