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El seminario web contó asimismo con el apoyo del Ministerio Federal de Relaciones Exteriores de Alemania.

El Rev. Stanley Toddison, de la Iglesia Presbiteriana de Ghana, expuso un caso de estudio sobre cómo la desinformación y la información errónea afectaron el inicio de un nuevo sistema de financiación en su iglesia. 

A raíz de la difusión de información errónea —y desinformación deliberada— sobre el sistema de financiación, en gran medida a través de las redes sociales, la iglesia se vio confrontada a una disminución de los flujos financieros, agitaciones y un sentimiento de desconfianza, así como a una sucesión de efectos negativos. 

“La gente oyó decir algo a alguien y repitió lo que alguien había dicho”, explicó Toddison, añadiendo que, a veces, “hubo personas que ocultaron información deliberadamente”.

Si bien reconoció que los “influencers presbiterianos” por momentos tuvieron un mayor impacto en la comunicación inmediata que los canales oficiales de la iglesia, en última instancia, lo que logró detener la ola de desinformación fueron las visitas personales del moderador de la iglesia y la facilitación de datos verificados para refutar las alegaciones falsas. 

“Lo que hace el canal oficial de la iglesia ayuda por lo menos a difundir la información correcta”, afirmó Toddison. 

Jane Ng’ang'a, de la Red Farmacéutica Ecuménica, compartió un caso de estudio sobre cómo la red hizo frente a una gran desinformación durante la pandemia de COVID-19. 

Como los funcionarios gubernamentales fueron lentos en proporcionar información precisa, la gente empezó a inventársela, dijo. 

“Los canales gubernamentales tardaron demasiado en facilitar información, y ello dio tiempo a que la gente llenara los vacíos con desinformación e información errónea”, explicó. “Había un acceso limitado a información veraz y adecuada al contexto”.

Además, los escasos fondos asignados a la formación y el despliegue de personal médico crearon un caldo de cultivo para la desinformación, que rápidamente dio lugar a teorías conspirativas. 

Ng’ang’a mostró cómo, a pesar de que en gran parte la desinformación esté fuera de nuestro control, preparar el terreno para la próxima emergencia sanitaria pública podría contener la ola.

“Creo que preparar y fortalecer la colaboración de las múltiples partes es esencial”, observó.

Lekan Otufodunrin, un periodista y experto en comunicación de Lagos (Nigeria), formuló observaciones desde la perspectiva de los medios de comunicación sobre cómo los periodistas —y sus audiencias— pueden asegurarse de no propagar desinformación. 

“Es importante contrarrestarla”, afirmó, instando al público a no actuar como “propagadores compulsivos” sin verificar las fuentes. 

No obstante, reconoció que verificar la información se ha convertido en una tarea que requiere mucho tiempo a las muchas personas que intentan determinar si los medios de comunicación son fiables o no. 

“Vivimos en una era en que todo el mundo puede publicar”, dijo. “Casi todo el mundo puede ser periodista”.

Otufodunrin recomendó a individuos y organizaciones trabajar con vistas a establecer sus propias normas para determinar lo que es respetable. “La gente debe formarse y saber que no puede obtener la información de cualquier sitio”, indicó. “Debemos contrastar y ser muy prudentes”.

Asimismo, instó a las iglesias a no adoptar un tono despectivo al responder a la desinformación. “Las iglesias deben mostrar que es algo que les importa y ser muy transparentes”, recomendó. 

El director de la Comisión de las Iglesias para Asuntos Internacionales del CMI, Peter Prove, resumió los puntos de vista de los ponentes y alentó a las iglesias a aprender de estas experiencias. “La desinformación tiene repercusiones graves en la iglesia y en la sociedad en general”, afirmó. “El problema es que sabemos que los medios sociales tienen una transmisión instantánea y a menudo mundial, y es imposible contrarrestar cada vez mediante una participación personal directa”.

Sara Speicher, secretaria general adjunta de la WACC, moderó la conversación y compartió los recursos existentes destinados a ayudar a las iglesias a abordar esta cuestión. “Sabemos que hay muchas maneras de proseguir esta conversación y seguir trabajando”, dijo. “También tenemos algunos recursos que podríamos compartir para ampliar nuestros conocimientos generales sobre las realidades de la comunicación digital, y convertirnos en verificadores más críticos de los hechos”.

WACC - Comunicación para todas y todos

Comisión de las Iglesias para Asuntos Internacionales (CIAI) del CMI