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Juliana Silveira, joven misionera metodista, en la zona del desastre de Brumadinho, Brasil. Foto: Juliana Silveira

Juliana Silveira, joven misionera metodista, en la zona del desastre de Brumadinho, Brasil. Foto: Juliana Silveira

*Marcelo Schneider, oficial de comunicación del CMI

Un mes después de que el colapso de una represa cercana a una mina de extracción de hierro de Brumadinho, Brasil, rompiera su barrera inundando otra represa situada más abajo, las iglesias siguen trabajando activamente en la zona, reconfortando a miles de familias en duelo y mancomunando esfuerzos con los agentes públicos que ofrecen socorro humanitario a las personas de la región.

El incidente es el desastre minero más mortífero del país y se estima que unas 300 personas perdieron la vida. La represa, inactiva en ese momento, se había utilizado para detener la ola de barro y desechos de productos secundarios de la minería de hierro.

El torrente de desechos atravesó el complejo de la represa, las granjas cercanas y el barrio donde viven muchos trabajadores, destruyendo viviendas y vehículos. El número de muertos en la tragedia que fueron identificados ya llega a 179 y, según la Defensa Civil, hay otras 131 personas desaparecidas.

Tras haberse enterado de la tragedia, Juliana Silveira Derretine, integrante del grupo misionero Jovens com uma Missão (Jóvenes con una misión) de la Iglesia Metodista de Brasil, decidió partir de São Paulo a Brumadinho para ponerse a disposición y ayudar en lo que pudiera.

Después de tres semanas de trabajar con otros voluntarios, examinando las donaciones que iban llegando de todos los rincones del país, fue testigo de pesar, rabia, desesperación y esperanza.

“En los círculos de oración que organizamos a diario con los habitantes y voluntarios del lugar somos testigos de la densa mezcla de sentimientos que vive cada persona de aquí. Escuchamos a niños que perdieron a sus padres y a padres que perdieron a sus hijos; escuchamos a bomberos y trabajadores de la defensa civil comentar lo cansados que estaban de buscar cadáveres bajo toneladas de barro por todas partes y que cada rincón de la tragedia les hacía pensar en la fragilidad de la vida y la dificultad de dar esperanzas cuando todo lo que se ve en torno a uno es muerte y destrucción”, cuenta Juliana.

Aunque toda la historia solo irá emergiendo gradualmente y, es de esperar, que se exijan responsabilidades a los autores de este trágico desastre, desde distintas partes del país llegan muestras de solidaridad.

El Rev. Nilton Giese, de la Iglesia Evangélica Luterana de Brasil, que sirve en una congregación de Belo Horizonte, capital del estado de Minas Gerais, donde se encuentra Brumadinho, participó directamente en una campaña en la que se llamaba a los creyentes de su iglesia en las distintas partes de Brasil a enviar cartas a las familias de Brumadinho.

“La solidaridad es una de las cosas importantes en el proceso de consolación de las víctimas. Incluso si no estamos allí físicamente, podremos ayudar enviando una carta, un mensaje corto o una postal a una de las víctimas de la tragedia”, señala el Rev. Giese y añade: “Era importante que esos mensajes se escribieran a mano. El 9 de febrero, celebramos un servicio de culto en Brumadinho y distribuimos las cartas al azar en el momento de la bendición”.

También en Belo Horizonte, la primera congregación de la Iglesia Presbiteriana Independiente del Brasil ha venido recibiendo donaciones para las víctimas de Brumadinho.

La mina que ardió en Brumadinho es propiedad de Vale SA y este es el segundo incidente del mismo tipo en una de sus minas en tres años.

Construida en 1976, la represa era utilizada para depositar los desechos de la mina que se temía que contuvieran sustancias químicas nocivas. La ruptura desató un mar de 12 millones de metros cúbicos de lodo fangoso que se deslizó rápidamente hacia la ciudad de Brumadinho para terminar cubriendo una zona de alrededor de 1.500 metros cuadrados.

Baskut Tuncak, Relator Especial de las Naciones Unidas sobre sustancias peligrosas y desechos, reclamó una investigación sobre la toxicidad de los desechos e instó al gobierno brasileño a tomar de inmediato medidas cautelares.

El 23 de febrero, medios de comunicación brasileños informaron que los exámenes médicos a los que fueron sometidos los bomberos de Brumadinho ya muestran cambios en los niveles de metal.

Miembros de Brasil del Consejo de Mundial de Iglesias abogan para que la labor humanitaria y de defensa de causas conduzcan a un programa común de compromiso ambiental que permita mantener la vigilancia y que la gente reciba una asistencia y una indemnización adecuadas de la empresa responsable.