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Foto: Marcelo Schneider/CMI

Foto: Marcelo Schneider/CMI

Mientras buena parte del mundo seguía los Juegos Olímpicos de Río de 2016 y animaba a los deportistas, los líderes religiosos expresaron su apoyo al equipo de Atletas Olímpicos Refugiados y alabaron el espacio de honor público que este brinda a los refugiados que compiten en los Juegos.

En los Estados Unidos, la Agencia Presbiteriana de Misión, un brazo ministerial y misionero de la Iglesia Presbiteriana (Estados Unidos de América), iglesia miembro del Consejo Mundial de Iglesias (CMI), hizo un llamamiento a sus miembros para que apoyaran al “EquipoRefugiados”.

“En estos tiempos que corren la vida de un refugiado es aterradora. Han perdido sus hogares, sus países y viven en una especie de limbo” dijo Susan Krehbiel, del Programa Presbiteriano de Socorro en Casos de Desastre.

“Esta situación es tremendamente difícil. Como creyentes, entendemos que estamos todos relacionados como una sola familia humana”, declaró; “hasta ahora los refugiados no han tenido representación en uno de los eventos más unificadores que existen”.

En la ceremonia de apertura el Equipo Olímpico de Refugiados desfiló ondeando la bandera olímpica inmediatamente antes del anfitrión, Brasil. Los atletas refugiados contaban con su propio equipo de cinco entrenadores y cinco oficiales de equipo. El grupo se aloja en la Villa Olímpica junto con los demás atletas que participan en los Juegos.

Con el inicio de las Olimpiadas las historias personales de los miembros del equipo de refugiados han servido de inspiración a muchas personas en todo el mundo. La corredora keniana que detenta varios récords del mundo, Tegla Loroupe, fue seleccionada por el Comité Olímpico Internacional para liderar el equipo de refugiados.

Aunque los refugiados contaron sus historias de triunfo sobre la adversidad, muchos también dijeron esperar poder representar algún día a sus países de origen, y pidieron el fin de los conflictos y de las crisis humanitarias que les han obligado a huir de sus hogares.

Varios líderes religiosos expresaron su esperanza de que la participación del equipo en los Juegos no solo levantara el ánimo de los refugiados, sino que también empujara a la gente a abrirles sus corazones y sus países, y además apoyara los esfuerzos de construcción de la paz para crear un mundo en que los refugiados puedan volver a casa.

En Leeds (Reino Unido) una congregación de otra iglesia miembro del CMI, la Iglesia de Inglaterra, promovió la grabación de un himno olímpico no oficial para los refugiados titulado “El mundo es nuestra canción”, que contó con la participación de casi 200 cantantes.

Las iglesias proporcionan espacios de acogida

La presencia de las iglesias miembros del CMI en Río durante los Juegos Olímpicos es muy diversa. En Copacabana, la playa más famosa de Río, se ha creado un espacio cristiano noruego-sueco para dar la bienvenida a los miembros de las iglesias, pero también para fomentar el diálogo sobre los refugiados y tender puentes entre culturas.

Cuando los Juegos Olímpicos comenzaron el 5 de agosto, la Iglesia Noruega en el Extranjero y la Iglesia de Suecia abrieron las puertas de un espacio de encuentro escandinavo en la ciudad olímpica, inspirado en anteriores experiencias en los Juegos de Sydney, Atenas y Pekín.

La Iglesia de Noruega en el Extranjero, además de crear un espacio para recibir a los miembros de la iglesia, está organizando seminarios en el Consulado General de Noruega en torno al tema “Cuando nuestros valores se encuentran con una cultura extranjera”, motivados por la necesidad de reflexión y diálogo sobre la actual crisis de refugiados en Europa.

La Iglesia Evangélica en Alemania (EKD) también ofreció su espíritu de acompañamiento a los atletas y espectadores, y copatrocinó la presencia en Río de una delegación ecuménica formada por ministros de la EKD y de la Iglesia Católica Romana para acompañar a la delegación alemana. Desde 1972 las iglesias católica y protestante han designado a pastores para que asistan a los Juegos Olímpicos.

Para el Rev. Rolf Rieck, pastor de una pequeña congregación de la Iglesia Evangélica de Confesión Luterana en el Brasil (IECLB) en el centro de Río, “los valores olímpicos prevalecen cuando nos mostramos dispuestos a recibir a nuestros vecinos y actuamos como instrumentos de Dios para la transformación y la esperanza renovada para todos”.

El Primado de la Iglesia Episcopal Anglicana del Brasil dio una cálida bienvenida a Río a los atletas olímpicos y visitantes, y se mostró crítico con los organizadores de los Juegos por lo que calificó como “graves defectos de gestión”.

El arzobispo Francisco de Assis da Silva dijo que las Olimpiadas “reúnen a los pueblos del mundo a través de una sana competencia en varios deportes individuales y de equipo” y ofrecen la oportunidad de “encontrarse, aprender y compartir la diversidad del mundo”.

No obstante, el arzobispo da Silva también declaró que “los graves defectos de gestión” en la construcción de la Villa Olímpica y las estrictas medidas de seguridad en los Juegos habían generado “más problemas sociales” derivados del descontento ciudadano y de las manifestaciones populares que se han sumado a las tensiones políticas preexistentes en el país.

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