Si bien aplauden los esfuerzos realizados para lograr vacunas seguras y eficaces, los asociados ecuménicos en materia de salud se muestran preocupados por “la nueva tendencia de los países ricos a acaparar dosis excesivas para vacunar a la totalidad de sus poblaciones dos o más veces, incrementando los precios de las vacunas para los países pobres y dejando un panorama de escasa o nula vacunación en los países de bajos ingresos. También nos preocupa que incluso en los países ricos, se esté marginando a las minorías raciales o étnicas y a las personas de renta baja en el acceso a las vacunas”.
La declaración advierte sobre las devastadoras consecuencias económicas de una falta de vacunas para acabar con la pandemia de COVID-19. Las redes cristianas de salud, que en muchos lugares del mundo constituyen importantes proveedores de asistencia sanitaria, se comprometen a “proseguir su contribución a la respuesta mundial a la COVID-19, inspirándose en las enseñanzas de Jesús de promover la salud y la sanación, priorizando a las personas enfermas y vulnerables, sacando fuerzas de la debilidad, ofreciendo un liderazgo con espíritu de servicio, y dando testimonio del poder y el amor del Evangelio”.
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