“Han sido muchas las cosas que me han conmovido y emocionado profundamente en esta visita”, comenzó diciendo Mogren.
No obstante, es a los niños a quienes tiene más presentes: “Esos niños refugiados que podrían haber tenido vidas totalmente diferentes si la frontera no hubiera quedado bloqueada”, dijo. “En tan solo unas horas, todo estaba perdido para ellos”.
Y, al tiempo que presenciaba cómo habían quedado trastocadas las vidas de los niños, vio también cómo se profanaban lugares históricos cristianos que se remontan a los orígenes del cristianismo.
“Todos los símbolos de nuestra historia y nuestra iglesia —monasterios, cementerios— destruidos por excavadoras”, se lamentó. “De hecho, tengo pesadillas con eso”.
Se pregunta por qué el mundo, en muchos sentidos, parece haberse olvidado de este pequeño rincón de Armenia donde la gente intenta con todas sus fuerzas no solo sobrevivir día a día, sino también preservar una historia que incluye algunas de las raíces más profundas del propio cristianismo.
“Piensen en lo que sería perder su historia y a su familia, sus propias raíces personales y, además, ser invisibilizados y silenciados en el mundo”, dijo Mogren. “Todo esto destruye su visión del mundo, y también la nuestra”.
Los medios de comunicación, especialmente en los países occidentales, han saturado a sus audiencias con imágenes y noticias de otros conflictos en el mundo, pero no de lo que está ocurriendo en Armenia.
“¿Por qué Armenia está fuera de la esfera de interés?” se preguntó Mogren, quien también observó cómo, día tras día, los habitantes de Armenia cuidan de su prójimo de formas que son poco menos que milagrosas.
“He visto cosas maravillosas que tienen lugar en las parroquias, por ejemplo, cómo las congregaciones se ocupan de todos los refugiados que llegan”, dijo. “Mi conclusión ha sido que esto forma parte de un sistema Estado-Iglesia muy sólido”.
Aunque las iglesias asumen la responsabilidad de amplios sectores de la sociedad —y de muchas de las personas refugiadas—, también se establece naturalmente una cooperación con los municipios locales. La sanación se está produciendo.
“Visité una escuela dominical y fue impresionante constatar cómo podía ofrecer formas de sanación”, dijo Mogren. “Incluso aquellos niños cuyo mundo se ha vuelto oscuro tras una catástrofe pueden alcanzar la normalidad de maneras creativas”.
Organizaciones no gubernamentales como la Cruz Roja también asumieron gran parte de la respuesta a los problemas que plantean la situación de los refugiados, la profanación del patrimonio cultural y los prisioneros políticos y de guerra tomados por Azerbaiyán.
Visiones mundiales, vínculos locales
Desde Suecia, Mogren se llevó consigo los lazos que lo unen con Armenia desde su infancia.
“Cuando era joven, me di cuenta de que nuestras iglesias son muy parecidas”, dijo. “Tenemos una tradición similar. Nuestras iglesias tienen una historia de personas laicas en puestos directivos y en órganos de gobierno. Las personas laicas desempeñan un papel importante incluso en la liturgia tradicional de nuestras iglesias”, y añadió: “Somos iglesias nacionales que contribuimos a nuestros países aportándoles cohesión y espacios para el culto”.
Los armenios tienen en su patrimonio una mezcla de diferentes culturas. “Yo también llevo eso en el corazón”, dijo Mogren, “y tenemos una larga historia de colaboración e influencias”.
En 1901, la Sociedad Misionera de Mujeres Suecas envió a Alma Johansson a Mush (Armenia Occidental), donde permaneció hasta diciembre de 1915. Allí trabajó en el orfanato alemán Hilfsbund para niños armenios. Al estallar la Primera Guerra Mundial, las atrocidades contra las minorías cristianas del imperio se recrudecieron y ella se convirtió en testigo presencial de estos crímenes contra la humanidad. Escribió sobre sus experiencias en el libro “A People in Exile: One Year in the Life of the Armenians” (“Un pueblo en el exilio: un año en la vida del pueblo armenio”).
“Vio con sus propios ojos el genocidio, y protestó contra él”, dijo Mogren. “Compartió noticias de Armenia con el mundo”.
Durante su viaje a Armenia, Mogren dejó un ramo de flores en un monumento a Johansson.
“También planté un árbol”, añadió Mogren, que consideraba el acto de plantarlo como un honor y un deber. “Tienen un pequeño bosque de árboles que representa a las víctimas del genocidio”.
Difundir la palabra
Ahora, de vuelta en Suecia, Mogren sigue difundiendo información sobre la difícil situación de los refugiados, la esperanza que ofrecen las iglesias y la valiosa historia del cristianismo en Armenia.
“Viajé con un periodista sueco”, explica Mogren. “Es un hombre con cuyas historias me sentía identificado, así que lo llamé, aunque no nos conocíamos, para decirle “¿quieres venir?” Y me acompañó”.
Ahora, este periodista está compartiendo mucha información en los medios de comunicación, dijo Mogren con agradecimiento. “Al mismo tiempo, he activado mis contactos con el gobierno sueco, y por mi parte, he estado haciendo informes voluntariamente”, dijo. “Siento que tengo la responsabilidad de difundir esta información”.
Orar para que el mundo abra los ojos
Mogren pidió a la comunidad mundial del Consejo Mundial de Iglesias que orase para que se abrieran los ojos no solo de los responsables de la toma de decisiones, sino de todas las personas del mundo que deseen tener una perspectiva más amplia sobre Armenia.
“Allí se estableció el entramado sobre el que reposa toda la cultura cristiana”, afirmó. “Sin estas raíces —sin las ciudades y pueblos y monumentos de los primeros tiempos cristianos— nuestro cristianismo sería diferente”.
Instó a la gente a preocuparse por el estado del cristianismo original. “Venimos de países ricos y dominantes de Occidente”, afirmó. “A veces, en Occidente padecemos la ceguera de los privilegiados”.
Al tiempo que se esfuerza por ampliar la visión del mundo de otras personas, su corazón permanece arraigado en su entorno local.
Reflexionó sobre el legado de Nathan Söderblom, el primer clérigo que recibió el Premio Nobel de la Paz. Söderblom fue arzobispo de Upsala de la Iglesia de Suecia de 1914 a 1931.
“Me inspira mucho porque tenía el corazón puesto en el ámbito local, pero podía combinarlo con una perspectiva amplia”, explica Mogren. “Su ecumenismo es muy incluyente”.
Cuando Mogren conoce a los inmigrantes que llegan a Suecia desde el Oriente, los mira con gratitud.
“Estos grupos son una parte muy importante de la historia de Suecia”, afirmó. “Son mis amigos y comparto con ellos, y llego a comprender sus situaciones. Mi lugar de origen aquí, en Suecia, cuenta un sistema de raíces profundas gracias a ellos, ya que hemos recibido una influencia de 700 u 800 años de inmigrantes procedentes de iglesias muy antiguas.
Iglesia Apostólica Armenia (Etchmiadzin) (en inglés)