Image
Palestine-2022-Hillert-20221123_AH1_6478.jpg

23 de noviembre de 2022, Belén (Palestina): Varias personas acceden al puesto de control número 300 en Belén. El puesto de control, que separa Belén y Cisjordania de la ciudad de Jerusalén, ve pasar diariamente a miles de palestinos, muchos de los cuales para trabajar en la ciudad de Jerusalén y dentro de Israel. 

Fotografía:

Machsom Watch fue fundada en enero de 2001 por tres mujeres judías jerosolimitanas que veían la situación en los puestos militares de control en torno a Jerusalén y Cisjordania, y decidieron hacer algo al respecto. A sus ochenta y ocho años, Barag sigue luchando por los derechos humanos con la misma energía de siempre.

En los últimos cinco a diez años, ha notado grandes cambios en los puestos de control: ya no hay largas colas. Ahora los miles de personas que pasan por los puestos de control cruzan rápidamente, porque todo el proceso está informatizado.

“Los palestinos utilizan una tarjeta magnética para pasar por el puesto de control, y la puerta se abre”, describe Barag. “Cuando la cola es demasiado larga, muchos optan por volver a casa”.

Los puestos de control informatizados se han convertido en una herramienta tristemente eficaz para hacer menos visibles las violaciones de los derechos humanos.

Injusticia digital

“El sistema está informatizado, es deshumanizante y rígido, y hace la vida mucho más complicada”, explica Barag. “Necesitamos otra cosa, una nueva realidad en la que los palestinos sean libres”.

Como reflejo de una era en que la inteligencia artificial se emplea para invadir la vida de las personas, los sistemas informáticos utilizados en los puestos de control parecen saberlo todo sobre cualquier palestino que intente cruzar, un método que constituye en sí mismo una forma de injusticia y opresión digital.

“Los militares israelíes te dirán: ‘¡mira lo que hemos hecho para facilitar la vida a los palestinos!’. La realidad es que el sistema es mucho más difícil y complicado, pero eso no es evidente”, afirma Barag. “Hay más de cien tipos de permisos”.

Las personas que desean solicitar un permiso de trabajo deben tener cierta edad y estar casadas. El permiso puede serle denegado a alguien que tenga un familiar con antecedentes relacionados con la seguridad. Y en la lista figuran muchos otros condicionantes.

“Las normas se aplican de forma diferente si se solicita un permiso sanitario”, explica Barag. “No puedes utilizar tu permiso de trabajo para acompañar a un familiar al hospital, y si solicitas un permiso médico, debes renunciar al permiso de trabajo”.

Además, no es posible imprimir los permisos, “por lo que los palestinos deben mostrarlos en sus celulares o mediante tarjetas magnéticas”. “Muchas personas se pierden con este sistema y no saben cómo utilizarlo”, cuenta Barag, y los puestos de control cierran para los palestinos de Cisjordania entre las 11 de la noche y las 4 de la madrugada.

“Los soldados no tienen autoridad para hacer cambios, y si intentamos llamar a los responsables, normalmente no contestan”, dice Barag.

Recuerda a un niño que vio en el puesto de control 300, entre Jerusalén y Belén. “Había perdido un ojo y quería ir a Jerusalén para recibir atención médica”, dice Barag. “La entrada en Jerusalén le fue denegada a él y al familiar que lo acompañaba por un problema con su documentación”.

Al verlos confusos, Barag pudo ayudarlos en el acto y consiguió que entraran en Jerusalén. Pero, ¿y si ella no hubiera estado allí ese día?

No facilitemos aún más la ocupación

“En calidad de defensores de los derechos humanos, debemos hacer algo para acabar con este sistema de control inhumano”, afirma. “No queremos facilitar la situación”, afirma, e inmediatamente después se da cuenta de la aparente contradicción de sus palabras. Lo que está diciendo es que la ocupación no debería ser más fácil de gestionar, porque, en el proceso, los seres humanos son cada vez menos visibles. “No permitamos que los soldados manejen una máquina burocrática cuyas puertas se abren y cierran a distancia”, reclama. “No queremos que la ocupación sea más llevadera; queremos que se acabe”.

Barag y sus colegas de Machsom Watch no quieren un “término medio”: quieren ver una realidad totalmente nueva. “Claro que ayudamos a muchos palestinos”, dice. “Trabajamos previa petición, y enviamos la documentación a las autoridades israelíes”.

Machsom Watch consigue que el 70% de las personas que recurren a la organización dejen de ser rechazadas por motivos de seguridad y puedan obtener permisos. “Nuestras mujeres saben qué documentos se necesitan, pero ahora, con la llegada del nuevo gobierno a Israel, vemos que el proceso se está volviendo más estricto”, afirma. “Lo que intentamos es acabar con la dependencia palestina de Israel”.

Por ejemplo, no es necesario que los palestinos acudan a los hospitales israelíes. “Sin embargo, Israel hace que así sea porque es una forma de control”, afirma Barag. “Los palestinos tienen médicos excelentes, pero no se les permite gestionar su propio sistema independientemente de Israel”.

El actual sistema de permisos ha sido concebido como una poderosa herramienta de opresión para mantener a los palestinos bajo control. “Nuestro objetivo no es mejorar el sistema de permisos”, insiste Barag.

Los valores como base

Al repasar la historia de Machsom Watch —y su labor actual—, Barag ve a un grupo de mujeres que no quieren formar parte de una cultura militarista. “La mayoría hemos servido en el ejército, y algunas incluso como oficiales militares”, dice. “Queremos abordar el conflicto desde una perspectiva feminista, es decir, hacer algo al respecto porque somos mujeres”.

Barag y las demás están comprometidas con nuestros valores. Una persona que hace donaciones para construir asentamientos no puede formar parte de Machsom Watch. “No hay dinero de por medio; lo hacemos por nuestro sistema de valores”, afirma. “Lo hacemos porque somos mujeres israelíes que quieren hacer la vida más fácil tanto a palestinos como a israelíes”.

Barag ha colaborado en la formación de acompañantes ecuménicos que participan en el Programa Ecuménico de Acompañamiento en Palestina e Israel (PEAPI) del Consejo Mundial de Iglesias (CMI). “Cuando hablo con los acompañantes ecuménicos, les explico cómo funciona el sistema y lo que van a presenciar”, dice. “Creo que nuestra misión es ejercer presión diplomática”.

Ve a los acompañantes ecuménicos salir con los niños que quieren llegar sanos y salvos a sus escuelas. “La presión exterior de los acompañantes ecuménicos es muy importante”, afirma. “Sin duda estamos metidos en un sistema ilógico”.

En opinión de Barag, todos debemos concientizar sobre las herramientas que emplea Israel para controlar la vida de las personas. “Cuando el ejército lo sabe todo sobre cada persona, nos enfrentamos a una triste realidad”, afirma. “Aunque consigas un permiso, siempre pueden rechazarte en el puesto de control por motivos desconocidos”.

La normativa está en hebreo y es complicada. “Es todo un sistema de control, y a veces, incluso a mí, después de tantos años, me sorprende”, confiesa. “Los acompañantes ecuménicos se quedan durante tres meses y tienen muy buenas intenciones: quieren hacer algo para mejorar la situación que se vive aquí”.

Barag les agradece que dejen atrás sus buenas vidas, sus familias y amigos para poder ser testigos de una situación difícil. “Admiro a los acompañantes ecuménicos”, afirma. “Cuando van con los pastores que no hablan hebreo y se encuentran con un colono, su presencia ayuda a proteger a los pastores”.

El mensaje más importante que Barag quiere dar al mundo es que se ponga fin a la ocupación y que se restrinjan las acciones de Israel contra los palestinos.

“Quiero que el mundo conozca mejor las condiciones de vida de los palestinos y el sistema de control al que están sometidos”, afirma. “Hay muchos jóvenes israelíes, de entre treinta y cincuenta años, en Tel Aviv y en otros lugares, que están en contra de la ocupación; pero están ocupados criando a sus hijos y pagando hipotecas. En Machsom Watch, la edad media es de setenta años, por lo que tenemos tiempo para dedicarnos a esto”.