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Fiordo helado de Ilulissat, en el que, anualmente, se desprenden 45 km3 de hielo de la capa de hielo de Groenlandia. Foto: Claus Grue/CMI

Fiordo helado de Ilulissat, en el que, anualmente, se desprenden 45 km3 de hielo de la capa de hielo de Groenlandia. Foto: Claus Grue/CMI

*Por Claus Grue

Ha sido un largo y acalorado verano en Groenlandia, no sólo en términos de temperaturas récord, sino también políticamente en términos de indignación por el sorprendente intento del presidente estadounidense Donald Trump de “comprar” la isla. Esto también provocó una disputa diplomática con Dinamarca, que forma parte de la OTAN, y de la que Groenlandia forma parte desde 1721.

Por la descripción de su oferta como “básicamente un negocio de bienes raíces”, y del cambio climático como “el clima”, parece justificado suponer que Trump no habría dudado en lanzar una explotación comercial a gran escala de los vastos recursos naturales de Groenlandia.

Estas amenazas tanto para el medio ambiente como para la cultura inuit predominante son lo que más preocupa a Lene Kielsen Holm, una científica especializada en antropología del Centro de Investigación Climática de Groenlandia:

“Con temperaturas más cálidas es más fácil extraer minerales. Las empresas mineras multinacionales ya están llamando a la puerta de Groenlandia para cosechar los beneficios”, explica.

Como antropóloga, se centra en el impacto del cambio climático en la vida humana desde una perspectiva cultural y social. Trabaja estrechamente con cazadores y pescadores por todo el litoral para estudiar los cambios en la fauna y las interacciones entre especies esenciales para Groenlandia, como el oso polar, la morsa, el camarón, el fletán, las ballenas y las aves.

El Centro de Investigación Climática de Groenlandia colabora con universidades de todo el mundo en cuestiones climáticas.

“Nuestra investigación es interdisciplinaria. Un aspecto importante de nuestra labor es la preocupación por comprender el cambio climático en el contexto de otros cambios y transformaciones sociales y económicas en Groenlandia. Esto incluye el desarrollo de recursos y las industrias extractivas”, señala.

Una transición justa que incluya a todos

Estas preocupaciones están en sintonía con el enfoque holístico del Consejo Mundial de Iglesias (CMI) respecto de las cuestiones del cambio climático, en las que los aspectos humanos y sociales son fundamentales. En la Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático que se celebrará en Madrid a principios de diciembre, las perspectivas sociales figurarán en el orden del día y se destacarán en actos paralelos en cooperación con la Federación Luterana Mundial y ACT Alianza.

“La agenda medioambiental sobre el cambio climático debe estar en profunda consonancia con una agenda social en la que se tengan en cuenta las perspectivas de los pueblos indígenas, así como las de las comunidades que dependen de la industria de los combustibles fósiles para su sustento”, afirma el Rev. Henrik Grape, asesor principal para el cuidado y la creación, la sostenibilidad y la justicia climática en el CMI.

Hace hincapié en lo que él llama “una transición justa”, es decir, en la importancia de incluir a las personas que viven en las zonas siderúrgicas y mineras en los debates sobre el cambio climático, de modo que se cubran plenamente todas las perspectivas.

“Eso también incluye dimensiones espirituales y perspectivas religiosas, que son inmensamente importantes, ya que todos compartimos las mismas preocupaciones sobre cómo vivir juntos en paz y armonía”, señala el Rev. Grape.

La sabiduría espiritual de los pueblos indígenas, que viven cerca de los ecosistemas y, por lo tanto, son los más afectados por el cambio climático, se destacará especialmente en un evento paralelo.

“Los pueblos indígenas poseen una comprensión especial de cómo todos los elementos de la naturaleza son interdependientes. Sus intuición y su amplia experiencia de primera mano son inestimables y deben ser valoradas y preservadas”, afirma.

Litoral que se extiende hacia la bahía de Disko en Ilulissat (Groenlandia). Foto: Claus Grue/CMI

Una cuestión de voluntad política

Los científicos han previsto un aumento de las temperaturas en Groenlandia y otros lugares del Ártico, pero ha sido mucho más rápido y drástico de lo esperado. Las temperaturas récord de este año confirman una tendencia continua donde los diez años más cálidos jamás registrados han tenido lugar durante el siglo XXI. Esta evolución alarmante refleja la curva ascendente de los niveles de emisión de combustibles fósiles, y no hay indicios de recuperación.

“Al final, la voluntad política de los líderes mundiales determinará el destino de la Madre Tierra y cuánto daño se permitirá que cause el calentamiento global antes de que se invierta la tendencia. Se dispone de la tecnología para sustituir los combustibles fósiles por alternativas respetuosas con el medio ambiente. Lo que falta son medidas legislativas para estimular una aplicación más rápida de estas alternativas”, afirma el Rev. Grape.

Lo que también le preocupa es la “polarización en torno a los hielos polares”, como él lo expresa, que ha situado los temas relacionados con el cambio climático en extremos opuestos de la escala política de izquierda a derecha.

“Esto es realmente lamentable, ya que la evidencia científica es clara en lo que a esto se refiere. El cambio climático no es una trivialidad, y la polarización política que lo rodea no beneficia a nadie. Más bien al contrario, todos debemos trabajar juntos. El tiempo se acaba y cuanto más esperemos, más difícil y costoso será corregir la trayectoria”, continúa.

Una vez más, subraya la importancia de un enfoque holístico de las cuestiones medioambientales y el papel fundamental que desempeñan las iglesias y las organizaciones religiosas en ese sentido.

Refugiados del cambio climático

Mientras los políticos siguen debatiendo y las emisiones de combustibles fósiles siguen aumentando, la capa de hielo que cubre la mayor parte del interior de la isla más grande del mundo sigue derritiéndose a un ritmo sin precedentes. En el fondo del fiordo helado de Ilulissat, en la costa oeste de Groenlandia, el glaciar Sermeq Kujalleq, al borde de la capa de hielo del interior de Groenlandia, se mueve ahora al ritmo de 40 metros por día, en comparación con los 20 metros de hace apenas diez años. De él se desprenden mayores volúmenes de hielo que de cualquier otro glaciar del hemisferio norte, estimados en 45 kilómetros cúbicos al año. En primavera y verano, icebergs del tamaño de edificios de cinco plantas flotan río abajo por el fiordo hacia el océano Atlántico, donde, finalmente, se derriten.

El aumento de las temperaturas y el continuo aumento de los volúmenes de hielo interior que se desprenden afectan directamente a las vidas de las personas que viven a miles de kilómetros de distancia. Las islas de baja altitud de todo el mundo se verán inundadas debido al creciente nivel del mar y, junto con ellas, desaparecerán valiosas culturas. Los refugiados del cambio climático pueden convertirse en un nuevo fenómeno, a menos que se tomen medidas drásticas.

 

*Claus Grue es consultor del Consejo Mundial de Iglesias en materia de comunicación.

Galería fotográfica “20 fases del hielo”

“No hay piezas de repuesto para las ballenas” (comunicado de prensa del CMI, 13 de junio de 2019)

Nueva serie de artículos sobre la vida de las iglesias de Groenlandia y los desafíos climáticos (comunicado de prensa del CMI, 24 de mayo de 2019)

La labor del CMI sobre el cuidado de la creación y la justicia climática