de la conferencia organizada conjuntamente por los programas

Justicia y diaconía, Comunidades justas e incluyentes, y Misión y evangelización

del Consejo Mundial de Iglesias

en Colombo, Sri Lanka, 2-6 de junio de 2012

 

Esta reflexión teológica es deliberadamente inductiva: contextual y experiencial. Los cincuenta participantes, que toman parte en diversas iniciativas diaconales en unos veinticinco países, trajeron consigo algunas preguntas difíciles e ideas sobre nuevas posibilidades que surgen de su compromiso con la vida de las personas marginadas. Plantearon algunos desafíos para que se tomaran en cuenta en esta reflexión sobre la diaconía en el siglo XXI. Los siguientes son algunos de ellos: la institucionalización de la injusticia, especialmente en el actual sistema de globalización económica neoliberal; la realidad del cambio climático y sus consecuencias; las guerras y los conflictos y la consiguiente destrucción, trauma y relaciones rotas; la fragmentación de las comunidades debido a la reafirmación agresiva de las identidades religiosas y étnicas; el desposeimiento y desplazamiento de las personas vulnerables; la violencia contra muchos sectores de la sociedad, sobre todo las mujeres, los niños, las personas con discapacidad y los ancianos; la malnutrición, las enfermedades y la pandemia del VIH y el SIDA; y la marginación de las minorías étnicas y religiosas, los pueblos indígenas, las comunidades afrodescendientes, los dalits del sur de Asia y otros grupos que sufren discriminación por diversos motivos.
Sri Lanka, un país devastado por una guerra y un conflicto prolongados que se esfuerza por encontrar posibilidades de sanación y esperanza, fue el marco de esta conferencia. El anfitrión de la conferencia fue el Consejo Nacional Cristiano de Sri Lanka, que representa el testimonio de iglesias pequeñas, al margen, con espacio limitado para el compromiso público y cada una de ellas con una identidad distintiva, pero unidas en su testimonio para sanar y reconciliar. Por consiguiente, la conferencia optó por enfocar la diaconía desde tres puntos de vista específicos, tal y como se detalla a continuación:
En primer lugar, prosiguió su reflexión considerando la diaconía como una expresión fundamental de la participación de las iglesias en la misión continua de Dios. Esta opción fue elegida para reafirmar que las iglesias no deben ser comunidades religiosas exclusivas encerradas en sí mismas, sino que están llamadas a comprometerse con el mundo. El acontecimiento también dio respuesta a la tendencia común de considerar y reivindicar las formas institucionales de la diaconía y responder únicamente a los desafíos que esas formas permitirían.
En segundo lugar, trató de volver a imaginar la diaconía desde el punto de vista de quienes, en muchos casos, son considerados tradicionalmente receptores u objetos de la diaconía de las iglesias: las comunidades vulnerables y marginadas. Además de por motivos teológicos, se adoptó esta opción para buscar formas de diaconía que requieren menos recursos, están más centradas en las personas y derivan de sus aspiraciones, garantizando así su participación en la redefinición de la diaconía en el mundo de hoy. Asimismo, sirvió para sugerir la posibilidad de pasar de las intervenciones paternalistas al acompañamiento catalizador.
Y en tercer lugar, en vista de que las ideas y preferencias de las iglesias del norte geopolítico determinaron muchos de los actuales modelos de diaconía, la conferencia quería analizar cómo sería la diaconía si se viera desde la perspectiva del hemisferio sur, donde la dinámica de la vida es radicalmente diferente. Por cierto, cabe destacar que viven más cristianos en el Sur que en el Norte, sobre todo como comunidades minoritarias fragmentadas, marginadas social y económicamente, con frecuencia en contextos hostiles y en medio de intensas luchas por la vida. Esta preferencia por el Sur no implica que el hemisferio norte carezca de los mismos desafíos o posibilidades. Tampoco que se rechacen las contribuciones de las iglesias del Norte a la diaconía y a esta reflexión. Fue una elección deliberada, habida cuenta de la variedad de expresiones vitales y de expresiones cristianas que el Sur ofrece, en un esfuerzo por abordar algunas de las cuestiones complejas que surgen allí sobre la situación del ser humano y el destino y el futuro de la tierra.
A continuación, se resumen las reflexiones sobre el tema consideradas desde los puntos de vista antes mencionados:

I.              La iglesia, la misión y la diaconía

“Así como el Padre me envió, también yo los envío a ustedes” (Juan 20:21).

1.     La misión de Dios consiste en la realización de su visión para el mundo, una tierra en la que Dios se regocija porque nunca más volverán a oírse voces de llanto ni de clamor, no habrá en ella personas que mueran siendo jóvenes, las personas edificarán casas y las habitarán, disfrutarán del trabajo de sus manos y no morirán de calamidades, y los agresores serán transformados para que todos podamos vivir en paz (Isaías 65:17-25). Esta esperanza escatológica de “un cielo nuevo y una tierra nueva” (Apocalipsis 21:1) no es pasiva, sino que irrumpe constantemente en nuestro presente, invitando a las personas a colaborar con Dios haciéndola realidad aquí y ahora. Esta misión de Dios es dinámica e incluye a todas las personas y fuerzas que defienden la santidad y la integridad de la creación de Dios.

2.        La iglesia, como comunidad llamada a existir por medio del bautismo y guiada por el Espíritu Santo, participa en esta misión a través de su mismo ser, proclamación y servicio. La diaconía, que se entiende comúnmente como servicio, es una manera de expresar la fe y la esperanza como comunidad, dando testimonio de lo que Dios ha hecho en Jesucristo.

3.          Por medio de su diaconía, la iglesia da testimonio del propósito de Dios en Jesucristo y participa en la misión de Dios. En su diaconía, la iglesia sigue el camino de su sirviente Señor, que aseguraba que vino para servir y no para ser servido (Marcos 10:45). En Cristo, la iglesia está llamada a promover el poder del servicio por encima del poder de la dominación para que la vida en toda su plenitud sea posible para todos. Por consiguiente, la iglesia se presenta como una señal no solo de la venida del Reino de Dios, sino también del camino que conduce a él, el camino de Cristo.

4.        En cuanto comunidad diaconal, la iglesia está llamada a expresar su testimonio cristiano a nivel local y más amplio, a nivel personal e institucional, lo cual se debe reflejar en todas las diferentes expresiones de ser iglesia: en el culto y la proclamación, en las prácticas de hospitalidad y visita (Hebreos 13:1-3), en el testimonio público y la concienciación. Como “liturgia después de la liturgia” –empoderada por lo que la fe celebra–, la diaconía implica actos de cuidado, socorro y servicio, pero va más allá y aborda las causas fundamentales de la injusticia arraigada en sistemas y estructuras opresivos. La acción sostenida a favor de la justicia es defendida por nuestra fe en y lealtad al Dios de vida cuando nos enfrentamos a los poderes mortíferos del Imperio.

5.          Todas las comunidades cristianas en todos los contextos geopolíticos y socioeconómicos están llamadas a ser comunidades diaconales, dando testimonio de la gracia transformadora de Dios mediante actos de servicio que hablan sin cesar de la promesa del Reino de Dios. Cada una de estas comunidades restablece las relaciones y fomenta las colaboraciones por el bien de la buena creación de Dios. Al reunir a personas y comunidades en torno a temas de vida y de justicia y paz, la diaconía sobresale como un motivo de unidad y, como tal, también debe considerarse un instrumento para la unidad. En cuanto expresión de la participación en la misión de Dios en el mundo, la diaconía está por encima de cualquier interés parroquial o de la agenda de propagación religiosa.

6.          Se deben afirmar algunas de las mayores expresiones institucionales de la diaconía por el papel que desempeñan a la hora de posibilitar el desarrollo de los recursos humanos y satisfacer las necesidades humanas en situaciones de crisis, y por promover las causas de la justicia y el desarrollo económico de las personas vulnerables. Dado que algunas de estas y otras formas tradicionales de la diaconía han mostrado una tendencia a depender de infraestructuras, instituciones, conocimientos y recursos, muchas comunidades cristianas han llegado a considerar que apoyaban o se beneficiaban de la diaconía, pero rara vez que participaban en ella. Esos ministerios especializados no reemplazan el mandato de ser diaconal de cada comunidad cristiana.

7.          La diaconía tiene que ser dinámica, contextual y versátil como respuesta en la fe a la esperanza de la venida del Reino de Dios, cuyos signos están presentes en todas las experiencias de esperanza en medio del desconcierto, en las acciones que sanan y cuidan a las personas y las relaciones, en las luchas que buscan justicia y afirman la verdad. La diaconía debe establecer alianzas, no solo a nivel de las estructuras mundiales o grandes de la iglesia, sino también entre las congregaciones, los ministerios especiales y las redes de personas comprometidas con los valores de la justicia, la paz y la dignidad humana a escala local, regional y nacional.

II.     La diaconía de las personas marginadas

“La piedra que […] rechazaron…” (Salmos 118:22, Hechos 4:11).

8.          Para muchos, la diaconía es una respuesta cristiana a las personas necesitadas y en situaciones de crisis, y se caracteriza por acciones en que se tiende la mano a estas personas desde posiciones de poder y privilegio con recursos e infraestructura. Esa comprensión ha provocado con frecuencia que se considere a las personas necesitadas como objetos o receptores de la diaconía. Tales actitudes han orientado también muchas iniciativas filantrópicas o humanitarias. Esa comprensión no solo no ha reconocido la diaconía de las personas marginadas, sino que las ha tratado como meros objetos y receptores. Algunas formas de diaconía se han llevado a cabo sin actitudes de respeto, conciencia del potencial o un espíritu de colaboración con las comunidades locales.

9.          Algunas iniciativas diaconales que comenzaron con la intención de servir a las personas débiles y vulnerables se han convertido con los años en instrumentos de servicio a los sectores privilegiados y acomodados de la sociedad. Por desgracia, el servicio a los pobres es difícilmente el objetivo de algunas instituciones educativas y sanitarias cristianas en muchas partes del mundo hoy en día. Además, la arrolladora cultura de la globalización, con su hincapié en la obtención de beneficios y el consumismo, le ha dado nuevos significados al servicio, lo que resulta en la apropiación de las estructuras tradicionales de servicio para que satisfagan las exigencias de la actividad y los intereses económicos. A causa de esta tendencia, ya no parece una prioridad para algunas iglesias llegar a los desposeídos por las estructuras sociales y económicas. Asimismo, otras iniciativas diaconales han sido utilizadas como medios para hacer proselitismo. La diaconía es una parte fundamental de quiénes somos como cristianos, por lo que no se deberían utilizar mal las iniciativas diaconales. Es urgente y esencial para la credibilidad e integridad de las iglesias que se arrepientan de estas y otras formas en las que se han desviado del camino de la misión de Dios.

10.       Aunque no tengan recursos materiales y financieros para hacer diaconía de la manera a la que muchas iglesias están acostumbradas, las personas marginadas practican la diaconía a través de sus vidas y resistencia diaria. Son testimonio de la pecaminosidad del mundo, al que piden cuentas por su complicidad y silencio. Por consiguiente, Dios no opta por las personas marginadas por compasión paternalista ni porque sean débiles por elección propia, sino fundamentalmente porque sus vidas apuntan a la necesidad urgente de transformación social.

11.       Puede que en el mundo exista la tendencia de ver los márgenes como lugares de desgracia e impotencia; sin embargo, el testimonio bíblico señala a un Dios que está siempre presente en las luchas de quienes se ven empujados injustamente a los márgenes de la sociedad. La Biblia ofrece varios relatos de la atención y el amor solícito de Dios a las personas que están en situaciones de opresión y la consiguiente depravación. Dios oye el clamor de los oprimidos y responde sosteniéndolos y acompañándolos en su camino hacia la liberación (Éxodo 3:7-8). Esta es la diaconía de Dios: una diaconía de la liberación que restituye la dignidad y garantiza la justicia y la paz.

12.       “¿Y de Nazaret puede salir algo bueno?” (Juan 1:46). Esta pregunta crítica indica el decisivo punto de entrada de Dios para esta misión cuando envía a su Hijo al mundo. Jesús anuncia su diaconía como la que libera a los oprimidos, da vista a los ciegos y sana a los enfermos (Lucas 4:16 y ss.). Al afirmar una y otra vez que ha venido a buscar a los perdidos y los más pequeños, Jesús se sitúa constantemente entre los marginados de su época. Su diaconía rechaza el abuso del poder (Lucas 4:1-12), se niega a someterse a la lógica del poder dominante (Marcos 10:45) y desafía las tradiciones religiosas opresivas (Lucas 11:37-54). En vez de eso, su diaconía opta por restaurar a aquellos a quienes se les niega la vida, aunque esas acciones le lleven en última instancia a la cruz (p. ej., el hombre de la mano atrofiada [Marcos 3:1-6]). Al elegir esa opción, pone al descubierto las fuerzas de la marginación y se enfrenta a ellas. En ese sentido, los márgenes son los espacios privilegiados para la compasión y la justicia de Dios, y de la presencia de Dios en la vulnerabilidad y la resistencia. Allí se sanó a los enfermos, se rompió la dominación de los espíritus malignos, se defendió la dignidad de los marginados y se empoderó a los discípulos con valores de afirmación de la vida para el ministerio.

13.       Además, no se debe considerar siempre a los marginados como personas necesitadas y desesperadas. Oponen resistencia a la injusticia y la opresión a su manera y, mediante sus luchas por la vida, la justicia, la dignidad y los derechos para ellos mismos y para todos, revelan la presencia y el poder de Dios en sus vidas. Por ejemplo, las personas con discapacidad promueven los valores de la sensibilidad y la colaboración; las comunidades afrodescendientes, los dalits y otras comunidades discriminadas llaman a las iglesias y las comunidades a resistir y superar las culturas y prácticas que discriminan y deshumanizan a millones de personas; los pueblos indígenas abogan por el valor de la interconexión de la vida, aunque sus propias vidas y tierras se vean amenazadas; los jóvenes en situaciones de desventaja oponen resistencia a las políticas que les privan de oportunidades de educación y empleo; y los trabajadores migrantes vulnerables, con sus luchas por los derechos humanos, la dignidad y la justicia, desafían los sistemas políticos que les niegan derechos humanos básicos en nombre de intereses nacionales. Hay muchas expresiones de este tipo en cualquier parte del mundo, tanto en el hemisferio sur como en el norte. En todas ellas, en sus acciones y compromisos a favor de la liberación y la transformación, las iglesias tienen hoy nuevas posibilidades de diaconía y de un nuevo descubrimiento eclesial de sí mismas. La diaconía de los marginados es crucial para que la iglesia participe en hacer realidad la oikoumene de Dios, la visión alternativa del mundo.

14.       Desde una perspectiva teológica, el lenguaje de los marginados puede concebirse como una manera de poner etiquetas o de reducir a las personas a la condición de víctimas de los sistemas y las estructuras. La diaconía debe reconocer, sin embargo, el poder destructivo y deshumanizador de tales estructuras, no solo para señalar las consecuencias trágicas de su realidad, sino también las reivindicaciones, los derechos legítimos y el poder de las personas marginadas para transformar el mundo. En un mundo donde se trata a las personas como objetos y bienes de consumo, y se las maltrata por su identidad, ya sea por su sexo, etnicidad, color, casta, edad, discapacidad, orientación sexual o posición económica y cultural, la diaconía debe construir personas y comunidades, afirmar la dignidad de todas las personas y transformar las culturas y prácticas que discriminan y abusan de algunas personas.

15.       Las personas marginadas, gracias a sus ansias de vivir con dignidad y justicia y a su participación en distintos movimientos, ofrecen visiones alternativas de un mundo donde no hay fuerzas que nieguen la justicia, la dignidad y la vida a numerosas personas. Para muchas iglesias se trata de un reto exigente, pero sobre todo de una promesa liberadora para renovar los modelos tradicionales de la práctica diaconal y la reflexión teológica dando paso a nuevos modelos de inclusividad, intercambio y acción transformadora. Jesús también se encontró entre los marginados de su época cuando comenzó su ministerio anunciando la venida del Reino de Dios. La mayoría de las congregaciones cristianas de todo el mundo están compuestas por personas mayoritariamente pobres y marginadas debido a distintos factores, y esta realidad debe considerarse una oportunidad y un medio para un compromiso ecuménico más auténtico. La colaboración y la solidaridad con los marginados garantizarán por sí solas que sea creíble la afirmación de las iglesias de que participan en la misión de Dios.

III.   La diaconía para la transformación

“Hacer justicia, amar la misericordia” (Miqueas 6:8).

16.       La diaconía es, por lo tanto, el servicio que hace posible que todos celebremos la vida. Es la fe que logra cambios, transformando a las personas y las situaciones para que el Reino de Dios pueda ser real en la vida de todas las personas, aquí y ahora.

17.       El Dios de la Biblia procura y consigue cambios en situaciones concretas de la vida, especialmente de aquellos a quienes se les niegan. Por consiguiente, la diaconía como acto de amor de Dios debe esforzarse por transformar a las personas, los sistemas y las culturas. Dios anuncia que se juzgará a quienes abusan del poder y niegan la justicia a los pobres. También Jesús cuestionó los sistemas y prácticas injustos, y pidió a los poderosos y privilegiados que se beneficiaban de ellos que se arrepintieran y cambiaran ayudados por el valor de compartir, el amor, la veracidad y la humildad.

18.       La diaconía no se limita a vendar las heridas de las víctimas o realizar actos de compasión. Aunque esas expresiones de amor y cuidado son necesarias, no impiden que se realicen esfuerzos dirigidos a enfrentar y transformar las fuerzas y los factores que causan sufrimiento y privaciones. Por consiguiente, el ministerio diaconal implica tanto confortar a la víctima como hacer frente a “principados y potestades” (Efesios 6:12). Debe sanar a la víctima y al que victimiza. Es una espiritualidad radical de lucha y compromiso para la transformación de las estructuras sociales pecaminosas y para la liberación de sus víctimas. Sin esa labor transformadora, la diaconía sería una mera expresión del servicio, sutilmente al servicio de los intereses de los poderes opresivos y explotadores encubriendo su complicidad. Si no cuestiona la injusticia y el abuso de poder, deja de ser una diaconía auténtica.

19.      La diaconía tampoco se conforma con expresiones superficiales de la paz y la buena voluntad. Haciéndose eco de la indignación del profeta Jeremías: “Se les hace fácil sanar la herida de mi pueblo con sólo decir ‘¡Paz, paz!’ ¡Pero no hay paz!” (Jer 6:14), la diaconía pone al descubierto las intenciones de los poderosos y privilegiados, que buscan con frecuencia mantener el injusto y opresivo statu quo. La diaconía es una acción profética que también implica enfrentarse al poder con la verdad.

20.       En el mundo de hoy, la diaconía puede implicar la acción política, haciendo frente a los poderes militares y económicos injustos, cuestionando las políticas estatales que parecen invertir más en defensa que en las necesidades básicas de las personas y el desarrollo humano, desafiando las leyes antiinmigración que niegan a los desposeídos y los desplazados el derecho a vivir, oponiéndose a las políticas de desarrollo que destruyen la tierra y sus habitantes, y trabajando con las personas a las que las estructuras sociales y económicas han puesto en una situación vulnerable y abogando por sus derechos.

21.      La diaconía puede implicar asimismo la acción social, cuyo objetivo es desmantelar culturas opresivas como el patriarcado, el racismo, el sistema de castas, la xenofobia y otras prácticas discriminatorias y excluyentes. Las iglesias también tienen que arrepentirse de la presencia y práctica de estas culturas en su seno, y de sus actitudes e interpretaciones teológicas desdeñosas y burlonas que estigmatizan a ciertos sectores de la sociedad.

22.      No obstante, la diaconía no solo resiste y se enfrenta al mal, sino que también propone alternativas a las formas en que los seres humanos se relacionan entre sí y con la naturaleza. En ese sentido, la diaconía es transformadora (Romanos 12:2). Jesús, nuestro sirviente Señor, pidió a quienes le seguían que fueran la sal de la tierra, la luz y la levadura del mundo (Mateo 5:13,14); en otras palabras, que fueran agentes de cambio y transformación. Empoderada por el Espíritu Santo, la diaconía de la comunidad cristiana primitiva resistió al poder del Imperio proponiendo valores y visiones del mundo alternativos. Además de ser una expresión de apoyo y ayuda a los necesitados, la diaconía es fundamentalmente una acción creativa que tiene como objetivo hacer realidad el mundo que Dios tanto desea.

IV.    Desafíos y oportunidades

“Fíjense en que yo hago algo nuevo” (Isaías 43:19).

23.    Además de los desafíos, el contexto del siglo XXI presenta numerosas iniciativas y luchas de las personas por la libertad, la justicia, la dignidad y la vida en muchas partes del mundo. Ahí radican nuevas oportunidades para que las iglesias intenten hacer diaconía de muchas maneras creativas mientras se redescubren de nuevo a sí mismas en el proceso. Puede haber muchas otras oportunidades y posibilidades, propias de cada contexto. Se pueden considerar a continuación las valiosas sugerencias que fueron compartidas durante la conferencia para reflexionar más sobre ellas y tomar las medidas oportunas:

a. La diaconía de las congregaciones locales

1.        Tomar conciencia de las realidades sociales, políticas y económicas de la vida y las poblaciones en las que existen como comunidades diaconales. La educación cristiana debe tener el objetivo de cultivar el sentido de la responsabilidad social.

2.        Esforzarse por reconocer y afirmar la importancia teológica de la diaconía a través del culto y la proclamación. La iglesia debe ser una escuela de formación para el compromiso creativo con el mundo.

3.        Tomar medidas a nivel de los habitantes sobre cuestiones medioambientales.

4.        Responder con firmeza a la realidad de los abusos y la violencia contra las mujeres en el hogar, la comunidad y la iglesia.

5.        Educar a las personas en contra del alcoholismo y el abuso de sustancias adictivas, permitiendo a las víctimas superar esas dolencias.

6.        Convertirse en comunidades abiertas, justas, hospitalarias e incluyentes. Las iglesias deben esforzarse por llegar a ser entornos libres de discriminación y santuarios de seguridad y esperanza.

7.        Crear capacidad entre los miembros, especialmente en los ámbitos del asesoramiento, los programas de desintoxicación, las oportunidades educativas y laborales, la concienciación sobre las cuestiones de género, etc.

8.        Tratar de cooperar y colaborar con otras iglesias, otras comunidades religiosas y las iniciativas populares sobre cuestiones relevantes de las personas y la vida en cada contexto específico. Eso puede incluir también afirmar las acciones diaconales y compartir recursos.

 

b. La diaconía de los grandes organismos eclesiásticos

1.        Animar, apoyar y acompañar a las iglesias locales mientras dan respuesta a sus propios problemas desarrollando y poniendo en práctica la labor diaconal.

2.        Alentar las expresiones de solidaridad y responsabilidad mutua, especialmente tendiendo puentes entre las congregaciones urbanas y rurales, ricas y pobres, establecidas y migrantes, entre otras.

3.        Abordar las cuestiones relativas a la discriminación y la exclusión en el seno de la propia iglesia y lanzar campañas para ponerles fin tanto dentro como fuera de la institución.

4.        Elaborar políticas y programas sobre los temas del VIH/SIDA, la discapacidad, la pobreza, la seguridad alimentaria y la administración medioambiental.

5.        Reconocer, fortalecer y apoyar las voces e iniciativas proféticas que luchan por defender las causas de los derechos humanos, la justicia y los derechos de las comunidades marginadas.

6.        Establecer alianzas con iglesias y organizaciones regionales y nacionales con la idea de fomentar las iniciativas populares centradas en las personas.

7.        Animar a las instituciones teológicas a que introduzcan la diaconía como disciplina cuando sea necesario y emprendan asimismo estudios avanzados y trabajos de investigación sobre las prácticas diaconales pertinentes.

8.        Elaborar materiales de estudio bíblico sobre la diaconía de fácil lectura para pastores y laicos.

9.        Participar en acciones diaconales con personas de diferentes comunidades religiosas.

 

c.        La diaconía del CMI y organizaciones internacionales similares

1.        Reconocer la diaconía como una expresión eclesial fundamental, y admitir que el llamamiento primordial de sus organizaciones no es solo intentar realizar ciertas acciones diaconales en nombre de las iglesias, sino acompañar necesariamente las iniciativas de las iglesias. Esto puede incluir también la creación de capacidad, la promoción de asociaciones y la movilización de recursos cuando resulte necesario.

2.        Caminar con las personas, las comunidades y las congregaciones en sus luchas contra la discriminación y la marginación.

3.        Abogar por las causas de la justicia, la dignidad y la paz, y por las víctimas de agresiones, desplazamientos y desposeimientos.

4.        Apoyar y acompañar las iniciativas populares a nivel de las bases para el cambio. Puede que algunas de ellas no tengan la visibilidad y la presencia infraestructural que necesitan para atraer apoyos.

5.        Facilitar el diálogo con organismos diaconales internacionales para promover pautas de cooperación entre iglesias y fomentar la mutua rendición de cuentas.

6.        Preparar recursos y facilitar procesos para el intercambio de apoyo teológico entre iglesias con vistas a un compromiso diaconal creativo en diferentes contextos.

7.        Reconocer el poder de la solidaridad en la lucha por la transformación y, por ello, permitir, alentar y fomentar tales expresiones de solidaridad en todos los niveles.

24.    La diaconía, entendida de esta manera en este preciso momento, puede a veces implicar la confrontación con poderes conferidos en el statu quo. En ocasiones, el riesgo puede ser inevitable y requerir una actitud de amor, humildad, coraje y compromiso. Jesús insiste en que el discipulado busca expresarse bajo la sombra de la cruz (Mateo 16:24). Por consiguiente, como comunidades que han sido llamadas juntas a una vocación de servicio en el camino de Cristo, que dio su vida mientras servía, las iglesias pueden darse aliento unas a otras con las palabras de la primera epístola de Pedro: “¿Quién podrá hacerles daño, si ustedes siguen el bien? ¡Dichosos ustedes, si sufren por causa de la justicia! Así que no les tengan miedo, ni se asusten. Al contrario, honren en su corazón a Cristo, como Señor, y manténganse siempre listos para defenderse, con mansedumbre y respeto, ante aquellos que les pidan explicarles la esperanza que hay en ustedes” (1 Pedro 3:13-15).