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El Consejo Mundial de Iglesias en el III Foro Social Mundial

Historia de una buena idea

El Foro Social Mundial nació en la imaginación de un hombre. En febrero de 2000 Oded Grajew, miembro de la Asociación Brasileña de Empresarios por la Ciudadanía, concibió la idea y la compartió con algunos amigos y organizaciones brasileñas comprometidas en la transformación de la sociedad. Se trataba de realizar una actividad afirmativa. Ya había muchas iniciativas ‘contra' el neoliberalismo, pero Grajew y sus amigos querían añadir una perspectiva positiva. "Es difícil estar luchando ‘contra' algo todo el tiempo", han dicho, "también hacen falta metas e incentivos positivos".

Esta dimensión propositiva de la iniciativa se plasmó en el excelente lema: Otro mundo es posible, en torno al cual se han realizado ya tres ediciones del encuentro mundial. La primera tuvo lugar en Porto Alegre, Brasil, del 25 al 30 de enero de 2001. La fecha fue escogida en coincidencia con la del Foro Económico Mundial. Se trataba de destacar simbólicamente el contrapunto entre la nueva iniciativa y esa otra reunión donde la élite del capitalismo corporativo mundial se da cita, en un pequeño ski resort de lujo en Suiza, para poner a punto la teoría y la práctica de la globalización neoliberal.

Desde el comienzo, el Foro se propuso no ser deliberativo. "No queremos malgastar el tiempo discutiendo comas en un documento final", han explicado sus organizadores. El Foro tampoco trata de ser un congreso, una cumbre, ni una conferencia. Es, en cambio, un espacio abierto para compartir experiencias, pensar juntos y discutir alternativas al modelo neoliberal dominante. O, como se ha dicho, un "laboratorio de ideas". La dirección política y estratégica la ejerce un Consejo Internacional integrado por más de setenta organizaciones y redes de varios países, mientras un Comité Organizador integrado por ocho organizaciones brasileñas actúa como secretariado de aquél.

Alrededor de 15 mil personas participaron de la primera edición en 2001, unas 75 mil en la segunda en 2002, y aproximadamente 100 mil en la tercera y última este año, siempre en Porto Alegre. Mientras tanto, otros Foros han tenido lugar en algunos países y a nivel regional. Entre estos últimos el Foro Social Asiático, realizado en Hyderabad, India, del 2 al 7 de enero, congregó a más de 14 mil participantes, en su mayoría provenientes del país anfitrión y de otros 41 países.

"El lugar de las iglesias es el Foro Social Mundial", dice Geneviève Jacques, directora de Programas del Consejo Mundial de Iglesias (CMI), sin tratar de ocultar el entusiasmo que le produce "la energía increíble, llena de esperanza y alegría", que pudo experimentar en Porto Alegre. Jacques encabezó una delegación del CMI que participó del Foro con el objetivo de dar visibilidad al aporte que las iglesias hacen al movimiento social, y que hizo énfasis en la "espiritualidad de la resistencia".

El entusiasmo de Jacques es justificado. Porto Alegre, esta ciudad brasileña de 1,3 millones de habitantes, acaba de vivir la tercera edición de un acontecimiento que, con el inspirador lema Otro mundo es posible, se ha convertido en una de las expresiones más significativas del amplio movimiento social que en los más diversos rincones del planeta busca crear alternativas al actual modelo de globalización neoliberal.

Del 23 al 28 de enero, cerca de 100 mil participantes de más de 150 países -más de 20 mil delegados de más de cinco mil organizaciones, junto a activistas , observadores y periodistas- se dieron cita para compartir y debatir visiones, valores, experiencias y propuestas para construir un orden mundial alternativo; un orden distinto al diseñado en su propio beneficio por las grandes corporaciones multinacionales y los gobiernos e instituciones internacionales que sirven a los intereses de aquéllas.

PLos participantes, llegados de más de cien países, pudieron escoger entre once conferencias, treinta paneles, más de cincuenta testimonios personales, cuatro mesas de debate y controversia y una multitud de eventos culturales. Paralelamente, más de 1.200 talleres y seminarios ofrecidos por las propias organizaciones participantes cubrían los más diversos aspectos de la resistencia social a la globalización capitalista corporativa.

Espiritualidad de la resistencia

¿Por qué el Consejo Mundial de Iglesias eligió este tema como eje de su aporte al Foro Social Mundial? Rogate Mshana, encargado del programa de Justicia Económica del CMI, lo explica así: "Estamos presenciando el desarrollo de una espiritualidad que da sustento a los poderes responsables del actual proceso, injusto e inviable, de globalización corporativa. Por eso es necesario rescatar la larga tradición de espiritualidad cristiana crítica del poder, que ha dado a los desposeídos de poder fuerzas y coraje para oponerse a quienes abusan de él".

Una de estas formas de la resistencia al modelo globalizador es, según Geneviève Jacques, la lucha contra la intolerancia. Jacques sostuvo esta tesis al exponer en el panel "Combate a la intolerancia y respeto a la diversidad", uno de los eventos de la programación ‘oficial' del Foro. Según Jacques, la intolerancia es una de las reacciones provocadas en personas y comunidades cuyas identidades son erosionadas cuando los elementos culturales que las sustentan son aplastados por la "ilusión de universalidad" que conlleva la globalización.

Jacques propuso a la audiencia el desafío de ir "más allá de la tolerancia" y alcanzar una "visión pluralista de la convivencia y la solidaridad" que rescate la "dignidad de la diferencia". El pluralismo no consiste en esconder las diferencias, sino en promover el "encuentro de los compromisos". Para ello hay que crear "espacios de diálogo y de confianza mutua", como el Decenio para superar la violencia (2001-2010) auspiciado por el CMI. En su marco, las iglesias están llamadas a crear espacios de "diálogo por la vida" entre las diversas religiones, para promover un mejor entendimiento y aunar esfuerzos en una lucha común por la justicia y los derechos humanos.

Otra vez la Torre de Babel

La crítica de la globalización neoliberal no puede ser sólo económica, también debe ser teológica. Por eso el análisis teológico formó parte de dos talleres en los cuales el CMI abordó el tema de las alternativas a la globalización económica. "Hemos visto que el paradigma neoliberal es una nueva Torre de Babel, un proyecto uniformizante y soberbio que contradice la voluntad de Dios de un Reino donde la diversidad es valorada", dice Mshana. "Las iglesias tienen aquí una gran oportunidad de denuncia profética y de educación."

Los participantes de los talleres coincidieron en que en asuntos como, por ejemplo, el acceso al agua potable, "entre el enfoque técnico y el ético, entre el mercado y los derechos humanos, deben ser privilegiados estos últimos", subraya Mshana. De ahí que las iglesias puedan hacer un gran aporte: "Tienen que trabajar muy duro para presionar a las instituciones financieras internacionales de modo que no adopten la solución del mercado".

Los talleres también abordaron temas como comercio y sistema financiero internacionales, y el problema de la deuda. Todos ellos, en su actual forma, perjudican a los pobres. En materia de comercio fueron respaldadas campañas por un comercio justo y equitativo como Un comercio al servicio de las personas, impulsada por la Alianza Ecuménica de Acción Mundial.

En cuanto al sistema financiero internacional —"un casino en el cual las ganancias fluyen del Sur hacia el Norte", según la definición de Mshana—, hubo consenso en que debe ser reformado. Para ello deben adoptarse mecanismos que limiten el movimiento arbitrario de capitales especulativos, y que garanticen que los capitales invertidos en países pobres permanezcan efectivamente en ellos y sirvan a su desarrollo.

Por su parte "los nuevos métodos de cancelación de deudas no son suficientes y no resuelven el problema", explica Mshana, "por eso es necesario presionar por una cancelación completa y el establecimiento de un nuevo sistema". Entre las propuestas se destacó la creación de una Corte Internacional en el ámbito de las Naciones Unidas, que juzgue la legitimidad de las deudas teniendo en cuenta la responsabilidad conjunta de deudores y acreedores.

¡Por supuesto que podemos cambiar el mundo!

La preocupación por el modo en que la globalización afecta a los jóvenes y las maneras en que éstos la enfrentan estuvo presente en otro de los talleres organizados por el CMI, que contó con jóvenes expositores de ambos hemisferios.

Arnhild Helgesen, que integra la organización Changemakers (Transformadores), explicó cómo, a pesar de no sufrir directamente el ‘lado oscuro' de la globalización, los jóvenes noruegos igualmente se sienten afectados. "Sabemos que el café y las bananas que consumimos son producidas por campesinos que luchan duramente para sobrevivir, mientras nuestro gobierno se niega a cancelar las deudas de países pobres", dijo. Por eso los Changemakers —cuyo lema es ¡Por supuesto que podemos cambiar el mundo!— realizan campañas orientadas a desarrollar la responsabilidad individual y a presionar al gobierno.

Mariana Berger, del Movimiento de Estudiantes Cristianos del Uruguay, relató cómo su país dejó de ser "una sociedad relativamente integrada, con una importante clase media y avanzadas leyes sociales", para convertirse en "un país con una creciente polarización de clases sociales, alta desocupación, precariedad laboral, y del cual emigran cincuenta personas por día". Para Mariana, quien participa en un trabajo de asistencia a niños de sectores marginados, esa transformación es consecuencia de la globalización económica y del endeudamiento. "Los países periféricos somos colonizados económica y culturalmente", dijo.

Entre las conclusiones del taller se destacó la necesidad de no perder la doble dimensión de la espiritualidad cristiana. La dimensión ‘vertical', de relación individual con Dios, no puede desvincularse de la dimensión ‘horizontal', de relación con la comunidad y con la sociedad. Otra conclusión fue la necesidad de establecer y fortalecer vínculos entre jóvenes del Norte y del Sur, para conocer las necesidades mutuas y compartir ideas e iniciativas.

"El taller nos sirvió para aprender los unos de los otros, hacer contactos y establecer vínculos que nos permitirán seguir trabajando más fuertes y juntos que antes", evaluó Freddy Knutsen, responsable del programa de Juventud del CMI.

El año que viene en la India

El IV Foro Social Mundial tendrá lugar, el año próximo, en la India. Así lo resolvió su Consejo Internacional, un órgano integrado por más de setenta organizaciones y redes de varios países que ejerce el rol de definir los lineamientos políticos y la dirección estratégica del proceso del Foro. La resolución apunta a facilitar la participación de organizaciones sociales asiáticas y africanas, cuya presencia en Porto Alegre se vio restringida por causa de la distancia.

¿Qué papel le tocará jugar al CMI en esa nueva edición? "Hay una demanda muy grande de que el Consejo tenga una mayor participación en el Foro, incluso a nivel del Consejo Internacional", explica Jacques. Para ella esa demanda es perfectamente comprensible. "No tenemos que inventar nada", dice, "sólo articular de manera eficaz la voz de las iglesias, que ya están en la primera línea del compromiso con los pobres y excluidos, participando de los movimientos de cambio".