Declaración de la Red Ecuménica del Agua, Consejo Mundial de Iglesias. Jerusalén, junio de 2014

La presente declaración contiene las reflexiones de la Red Ecuménica del Agua –REDA- del Consejo Mundial de Iglesias, sobre la visita de su Grupo Internacional de Referencia a Israel y Palestina en junio de 2014. En el marco de la peregrinación hacia la justicia del agua, los integrantes de la REDA visitaron la zona con la finalidad de acompañar a las iglesias del lugar y para entender mejor la situación, examinando sobre todo cuestiones fundamentales relativas al agua y al saneamiento en Palestina. Durante su visita, la REDA celebró consultas con líderes de iglesias cristianas locales, organizaciones no gubernamentales y representantes del gobierno en Jerusalén, Gaza y la Ribera Occidental, con el objetivo de obtener información y discutir estos asuntos.

“אבל בואו משפט לרוץ במורד כסטים, וצדקה כנחל ומעולם לא נכשל”

“ولكن دعونا لفة العدالة أسفل مثل المياه، والصلاح وكأنه تيار المتدفقة من أي وقت مضى”

“Pero que fluya el derecho como las aguas y la justicia como arroyo inagotable”  Amós 5,24

Una perspectiva de fe en la justicia del agua

En Oriente Medio se hace extraordinariamente patente que el agua es de verdad fuente y esencia de vida. Todos somos pueblos del agua y dependemos por completo de este don de la Creación para beber, cultivar, dar de beber a nuestro ganado, suministrar energía a nuestros hogares y fábricas, poner en marcha nuestras empresas, sustentar los diversos ecosistemas de los que dependemos y proporcionar un hábitat a los peces y otras criaturas. Tal y como afirma la Declaración sobre el Agua para la Vida de la IX Asamblea del Consejo Mundial de Iglesias, todos los seres humanos están llamados por Dios a actuar con responsabilidad y justicia en el uso del agua y a proteger, conservar y distribuir equitativamente este don de Dios.

La realidad del agua en Israel y Palestina

Nos hemos reunido en la gran ciudad de Jerusalén, un lugar asombroso y dinámico que es uno de los lugares más sagrados del mundo para cristianos, judíos y musulmanes. Jerusalén es un destino especialmente importante para las peregrinaciones de los pueblos de las tres religiones de la Biblia, además de un lugar en el que estos conviven. Y a pesar de ello, en este santo lugar nos hemos enfrentado a una realidad de lo más profana: el terrible sufrimiento del pueblo palestino por la falta de agua segura y de un saneamiento adecuado. Pero lo que falta en Palestina no es agua, sino justicia. El pueblo palestino tiene sed de justicia del agua.

El pueblo palestino sufre terriblemente debido a que el agua en Palestina no está protegida de la contaminación, no se conserva prudentemente ni se distribuye de forma equitativa. En la Ribera Occidental muchos palestinos no tienen suficiente agua potable para beber y para otros usos domésticos, ni suficiente agua para fines agrícolas. Las comunidades más vulnerables disponen de apenas 20 litros de agua al día, una quinta parte del mínimo necesario para satisfacer sus necesidades diarias. Además, pagan una suma escandalosa de hasta dos tercios de sus ingresos, por la pequeña cantidad de agua que pueden comprar.

En Gaza la situación es aun más grave: el 95% de las aguas subterráneas se vuelve inutilizable debido a la intrusión del agua de mar provocada por la desviación de las aguas de recarga y el bombeo excesivo. Dentro de dos años el acuífero estará contaminado y dentro de seis esta contaminación será irreversible. Las plantas desalinizadoras de Gaza no producen suficiente agua potable para usos domésticos y el rudimentario sistema de distribución de agua provoca la contaminación microbiana del 80% del agua potable. En muchos aspectos, se niega al pueblo palestino su derecho humano internacionalmente reconocido al agua potable, accesible y asequible en cantidades suficientes y su derecho al saneamiento adecuado.

El clima árido de Palestina, el cambio climático y los largos períodos de sequía agravan la escasez de agua en el país, pero lo que explica la falta de agua del pueblo palestino no es la escasez absoluta de este recurso en la región sino la injusta distribución entre Palestina e Israel y provocada por las decisiones y las acciones de las autoridades israelíes.

En la Ribera Occidental los palestinos tienen prohibido extraer agua adicional de los pozos para sus cultivos y sus animales, a pesar del importante crecimiento de la población y de su dependencia de la agricultura como medio de vida. También se les impide construir nuevos proyectos de suministro de agua o de tratamiento de aguas residuales que son de vital importancia. Israel se ha apropiado de los manantiales que tradicionalmente habían usado los palestinos de la Ribera Occidental para facilitar su uso a los colonos israelíes. Los manantiales palestinos existentes –pozos, cisternas, tuberías e instalaciones de aguas residuales– han sido destruidos o ya no son accesibles debido al muro de separación, las carreteras de circunvalación, los puestos de control y las zonas militares. Muchas instalaciones de agua han sido demolidas intencionalmente por el gobierno israelí y, en el caso de la Ribera Occidental, por los colonos de los asentamientos israelíes ilegales de la zona. Israel se ha apropiado de todas las aguas del río Jordán y de los ríos que desembocan en Gaza. Al carecer de instalaciones de tratamiento de aguas residuales adecuadas estas se vierten directamente en el océano contaminando las playas y las aguas en las que la gente se baña. Además, el bloqueo israelí de Gaza empobrece a sus residentes e interfiere en los esfuerzos humanitarios internacionales para construir proyectos de abastecimiento de agua y saneamiento de emergencia.

Dados los limitados recursos hídricos y la población creciente, en Palestina cada gota de agua es valiosa y debe usarse con cuidado, depurarse y reutilizarse. Esto requiere cambiar los métodos tradicionales y aprender a usar nuevas tecnologías. El pueblo palestino está dispuesto a hacer esta transición, pero necesita tanto libertad como ayuda. Necesita que Israel renuncie al control de los recursos hídricos palestinos y que les permita decidir libremente cómo quieren desarrollar su tierra. También necesita apoyo continuo de la comunidad internacional para adquirir los conocimientos tecnológicos y los recursos financieros necesarios para construir instalaciones de abastecimiento, tratamiento y distribución de aguas y plantas de tratamiento de aguas residuales. Además el pueblo palestino necesita que Israel levante el bloqueo de Gaza y cese la destrucción violenta de las instalaciones de suministro de agua y de las plantas de procesamiento y purificación de aguas residuales.

Se debe satisfacer estas necesidades críticas sin demora. Israel y Palestina deben buscar un acuerdo independiente sobre los recursos hídricos y el suministro de agua y el saneamiento que debería negociarse sin esperar a que se reanuden las negociaciones sobre el estatuto definitivo. Deben aliviarse los sufrimientos del pueblo palestino, y no en un futuro impreciso, sino ahora. Un acuerdo justo y equitativo sobre los recursos hídricos que permita el abastecimiento suficiente de agua y un saneamiento adecuado para el pueblo palestino, fomentaría la confianza y aumentaría drásticamente la probabilidad de que Israel y Palestina resuelvan el resto de complejas cuestiones que actualmente los separan.

Un llamamiento al diálogo y a la acción política e interreligiosa

Instamos a los líderes de Israel y Palestina a hacer frente de inmediato -con el apoyo de la comunidad internacional- a las necesidades urgentes y a los problemas a largo plazo del pueblo palestino con respecto al agua y al saneamiento. Para ello, exhortamos a los líderes de las tres religiones abrahámicas de Israel y Palestina para que se reúnan, dialoguen y se comprometan a tomar medidas para imponer la justicia del agua en esta región. Todos ellos y sus seguidores son hijos e hijas de un único Dios poderoso y misericordioso, son quienes gozan de la mejor posición para convencer a quienes ostentan el poder, de que Dios exige a todos sus hijos que hagan justicia y busquen la paz. Sin justicia, incluida la distribución equitativa del agua y la acción responsable para protegerla y conservarla, no puede haber una paz duradera ni aquí ni en cualquier otro lugar de la Tierra. Recordando las palabras del profeta Amós, debemos preferir “que fluya el derecho como las aguas y la justicia como arroyo inagotable”.