Sugerencias a las iglesias para responder a "Una palabra común"

 

Preámbulo

 

El 13 de octubre de 2007 un grupo de 138 especialistas islámicos dirigieron una carta abierta a los líderes cristianos, entre ellos, el Secretario General del Consejo Mundial de Iglesias. Sobre la base de las respuestas iniciales de las iglesias miembros, el CMI puso en marcha un proceso de respuesta a la carta. En noviembre de 2007, el Consejo inició la consulta con sus iglesias miembros y asociados ecuménicos, algunos de los cuales respondieron con gran entusiasmo. A ello siguió una reunión de eruditos y expertos en la iglesia dedicados al campo de las relaciones cristiano-musulmanas, cuyas deliberaciones resultaron en el siguiente comentario sobre la carta titulado "Aprendiendo a explorar juntos el amor". El comentario pretende asistir a las iglesias en la lectura y la respuesta a la carta "Una palabra común". El documento incluye sugerencias para alentar a las iglesias miembros y a los asociados ecuménicos a que reflexionen sobre la carta y acepten la invitación de explorar junto a los compañeros musulmanes el amor a Dios y el amor al prójimo en sus respectivos contextos. Se invita entonces a las iglesias y a los asociados ecuménicos a que compartan sus reflexiones con el CMI para contribuir a una interpretación común de esta iniciativa y una respuesta común a la misma. A continuación, se describe el proceso de reflexión en curso y el deseo de elaborar una respuesta común a la carta a través de una iniciativa de diálogo.

La carta, titulada Una palabra común entre nosotros y ustedes (inspirándose en una invitación a la conversación entre cristianos y musulmanes que aparece en el Corán), expone las dimensiones clave de la fe y la acción que tienen en común, en opinión de los autores, los seguidores de las dos religiones. Ellos las resumen en los dos mandamientos del amor expresados en la Biblia: "Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma y con toda tu mente" y "Amarás a tu prójimo como a ti mismo". Sucintamente, la carta demuestra, citando versos de la Biblia, el Corán y los hadices (los dichos del profeta Mahoma), que los cristianos y los musulmanes comparten enseñanzas similares acerca del amor a Dios y el amor al prójimo. Sobre la base de estas enseñanzas, los autores invitan a los cristianos a unirse a ellos "en torno a los puntos fundamentales que son comunes a nuestras dos religiones". También explican claramente que hay diferencias entre el cristianismo y el islam, y recomiendan que ‘no se minimicen algunas de nuestras diferencias formales'. Sin embargo, recuerdan que, ya que musulmanes y cristianos representan el 55% de la población mundial, "la relación entre las dos comunidades religiosas [es] el factor más importante a la hora de contribuir a la paz significativa en el mundo. Si los musulmanes y los cristianos no están en paz, el mundo no puede estar en paz".

Esta invitación señala una nueva etapa alentadora en el pensamiento islámico sobre las relaciones entre musulmanes y cristianos. A lo largo de su historia compartida, los seguidores de ambas religiones se han malinterpretado con demasiada frecuencia. En los últimos tiempos, surgió una nueva forma de pensar en el otro; las iglesias han comenzado a reflexionar de forma nueva sobre la relación entre el cristianismo y otras religiones, incluido el islam -destacan entre los resultados de estas ideas la Declaración sobre las relaciones de la iglesia con las religiones no cristianas de la Iglesia Católica Romana, 1965, y las Directrices sobre el diálogo con otras religiones e ideologías de nuestro tiempo del Consejo Mundial de Iglesias, 1979. Aquí, Una palabra común es un indicio claro de que importantes intelectuales y líderes religiosos musulmanes se han comprometido a reflexionar de nuevo sobre la relación entre el islam y el cristianismo. El coraje de su acción debe ser aplaudido -desde entonces, unos cien eruditos más han firmado la carta- y se debe dar una calurosa bienvenida a la sinceridad de su gesto.

Tras consultar a sus iglesias miembros y asociados ecuménicos, y asesorado por especialistas, el Consejo Mundial de Iglesias propone iniciar un proceso que, con la paciente reflexión y el análisis mutuo entre las personas de las iglesias y de las mezquitas, pueda conducir a una conciencia nueva del otro, el abandono de prejuicios obstinados y nuevas formas de avanzar en el respeto y la cooperación.

 

Los siguientes pasos resumen el proceso:

 

  • El Consejo Mundial de Iglesias anima a sus iglesias miembros y asociados ecuménicos a que reconozcan y acojan las serias intenciones de Una palabra común y consideren en oración su invitación al diálogo y la cooperación. También los invita a reflexionar ecuménicamente sobre el contenido de la carta en sus propios contextos únicos. Aunque reconocemos que algunas iglesias ya han iniciado este camino, el presente documento tiene como objetivo facilitar y ampliar esos empeños.

  • El Consejo invitará a sus interlocutores musulmanes -en especial, a los firmantes de la carta- a crear un grupo de planificación conjunto para preparar los pasos hacia la acción común, y buscará iniciativas conjuntas musulmanas y cristianas para el diálogo y la cooperación a nivel regional y mundial.

  • El Consejo propondrá a este grupo la organización de una serie de consultas entre líderes, eruditos y profesionales musulmanes y cristianos que, sobre la base de esta nueva oportunidad, reflexionarán sobre los puntos de entendimiento mutuo, prepararán un marco teológico y ético para las futuras iniciativas conjuntas, y establecerán nuevas formas de examinar más a fondo cuestiones de fe y de vida.

 

Se dan estos pasos entendiendo que los firmantes de la carta son plenamente conscientes al hacer la invitación de las dificultades que han acompañado a los esfuerzos del pasado, y que esa invitación señala el deseo novedoso y enérgico de comenzar de nuevo.

La carta subraya con elocuencia las similitudes entre los puntos clave del amor a Dios y el amor al prójimo que respetan tanto cristianos como musulmanes. Sin embargo, no pueden ser ignoradas las diferencias que existen entre ambos a la hora de entender estos imperativos y llevarlos a la práctica.

El testimonio de escritos pasados y presentes realizados por musulmanes y cristianos sobre y contra el otro nos recuerda con claridad que pueden surgir malentendidos fácilmente cuando los seguidores de una religión intentan explorar las creencias de los otros sin el debido cuidado y atención. Por consiguiente, hay que establecer claramente que los cristianos deben estar dispuestos a aprender sobre el islam escuchando detenidamente lo que enseñan los propios musulmanes y que los musulmanes deben estar dispuestos a aprender sobre el cristianismo escuchando detenidamente lo que enseñan los propios cristianos. Se han de dejar de lado las suposiciones, y los seguidores de ambas religiones deben estar dispuestos a buscar los conocimientos y la sabiduría de los otros en la forma que estos los transmiten conforme a sus propias ideas excepcionales.

Explorar juntos el amor a Dios proporcionará sin duda alguna sorprendentes nuevas percepciones instructivas tanto para cristianos como para musulmanes. De igual modo, la exploración conjunta del amor al prójimo revelará muchos puntos en que los musulmanes y los cristianos reconocerán principios y acciones que comparten. No obstante, estos signos de semejanza se deben poner en relación con las divergencias reales y las diferencias difíciles de conciliar.

De este modo, por ejemplo, mientras cristianos y musulmanes dicen que perciben a Dios como único, ¿qué significa realmente en el islam la doctrina del Tawhid (unicidad de Dios), y qué significa en realidad la doctrina de la Trinidad en el cristianismo? ¿Son estas doctrinas contradictorias, como atestigua la historia de compromiso entre las dos creencias, o es posible que sean vistas como elementos complementarios para comprender el misterio de Dios?

De manera similar, aunque musulmanes y cristianos afirman recibir la revelación de Dios, ¿qué quieren decir los musulmanes cuando aseguran percibir la voluntad de Dios revelada en el Corán -que ha sido llamado la Palabra de Dios hecha libro- y qué quieren decir los cristianos cuando afirman percibir al propio Dios revelado en Jesucristo, que es llamado la Palabra de Dios hecha carne?

Asimismo, el amor al prójimo es una parte esencial e imprescindible de la fe en Dios y el amor a Dios en ambas religiones. Los cristianos y los musulmanes obedecen a Dios buscando responder a las necesidades de la sociedad. En el islam, el amor al prójimo se expresa actuando con responsabilidad y generosidad hacia los necesitados dentro de la comunidad. En el cristianismo, el amor al prójimo se ve como un reflejo del amor de Dios a la humanidad a través de Jesucristo. Este amor trasciende las fronteras geográficas y religiosas, abarcando todos los componentes de la humanidad sin excepción tal y como expresa la parábola del Buen Samaritano.

El concepto del amor a Dios y el amor al prójimo no es más que un puente y un tema de diálogo para la acción. Al mismo tiempo, el diálogo y la cooperación cristiano-musulmanas deben explorar un terreno común en la búsqueda de la justicia y la paz.

Aunque a cristianos y musulmanes quizá les sorprenda con frecuencia reconocer en las palabras y explicaciones del otro lo que pueden parecer reflexiones sobre sus propias creencias, también verán divergencias marcadas en el énfasis y algunas diferencias claras que resisten todas las resoluciones de los empeños mutuos. No será menor la dificultad cristiana para valorar a Mahoma como profeta, ni la dificultad de los musulmanes para apreciar a Jesús como Dios encarnado. Esto es producto de opiniones mantenidas sinceramente que han sido defendidas con entusiasmo durante siglos, así como vivamente cuestionadas y rechazadas.

Es, por lo tanto, una necesidad apremiante que los cristianos y los musulmanes encuentren formas de reconocer y respetar las diferencias entre ellos, intentar entenderlas y no permitir que aviven la hostilidad, encontrando también maneras de realzar lo que tienen en común. Degenerar en la recriminación y la condena mutua es un modelo que se ha repetido en el pasado, muy a pesar de las personas de buena voluntad que también reconocerían con pena las formas en que se ha abusado de la religión. Es fácil que esto continúe en el futuro si no se toman medidas para prevenirlo.

Entendiendo la pluralidad y complejidad de su historia compartida, los cristianos y los musulmanes deben trabajar duro para fomentar el respeto donde la comprensión es difícil y la confianza donde las diferencias no ceden ante el cuestionamiento. Con pleno reconocimiento de la larga historia que comparten, mientras recuerdan ejemplos de respeto mutuo humanitario, deben reconocer la necesidad de trabajar activamente para curar las heridas a nivel local y mundial, y para cambiar las actitudes y los estereotipos. Se alienta a las iglesias miembros a que recuerden las experiencias de las demás y aprendan de ellas, y a que examinen cómo estas experiencias podrían informar y cuestionar sus acciones futuras.

Es más, incluso cuando los cristianos y los musulmanes siguen en desacuerdo sobre cuestiones de fe, deberían esforzarse por alcanzar el punto en que pueden reconocer y refrendar lo que tienen en común con la suficiente integridad como para permitirles trabajar juntos en el mundo. Así, deberían dar prioridad al hecho de comprender cómo el valiosísimo legado que cada uno tiene puede ordenarles e, incluso, impelerles a que trabajen juntos por la justicia y la paz, reconociendo sus objetivos conjuntos y respondiendo al llamamiento del Único al que rinden culto y obedecen de reunirse no sólo en la palabra común sino también en la acción conjunta para mayor gloria de Dios y el bienestar de todos.