La misión como ministerio de reconciliación

<typohead type="2" align="right">Documento preparatorio No 10</typohead>

Introducción

En elpresente documento se hacen reflexiones sobre la misión comoministerio de reconciliación desde un punto de vista ecuménicoy lo distribuye la Comisión de Misión Mundial yEvangelización (CMME) del Consejo Mundial de Iglesias como undocumento de reflexión y estudio en preparación de laconferencia mundial sobre misión que se celebrará enAtenas en mayo de 2005. El presente documento es una versiónligeramente revisada y aumentada del anterior documento publicado en2004 como Documento Preparatorio Nº 4 de la Conferencia Mundialsobre Misión y Evangelización. En él se toman enconsideración las sugerencias y reacciones recibidas de muchoslugares, así como las conclusiones de los debates mantenidosen la propia reunión de la Comisión celebrada enoctubre pasado. Esta versión revisada fue redactada en enerode 2005 por un pequeño grupo que la Comisión designó.Junto con el documento sobre la misión de sanaciónde la iglesia (Documento Preparatorio Nº 11 de laConferencia Mundial sobre Misión y Evangelización), daun resumen del estado de la discusión en el CMI sobre lamisión como ministerio de reconciliación y sanación.Ahora bien, ninguno de los dos documentos representan una posiciónoficial del CMI. No han sido adoptados por ninguno de sus órganosrectores. Se ofrecen como material de reflexión y estudiosobre el significado y la importancia de la misión en elcomienzo del siglo XXI. Serán bien recibidas las reaccionessobre ellos y las contribuciones al proceso de estudio, que puedenenviarse a:

JacquesMatthey
Encargadodel Programa de Estudio sobre la Misión
Equipo deMisión y Formación Ecuménica
CMI

Jacques.Matthey (at) wcc-coe.org

Ginebra,febrero de 2005

<typohead type="1">La misión como ministerio de reconciliación </typohead>

1) Misión y reconciliación: un paradigma nuevo

  1. La misión se entiende de diferentes maneras en épocas y lugares diversos, también entre los actores del movimiento ecuménico. De vez en cuando, aparece un intento de interpretación más holística del testimonio cristiano. En 1982, el Consejo Mundial de Iglesias (CMI) llegó a tener una comprensión tan equilibrada de la misión en su Afirmación Ecuménica de Misión y Evangelización 1. Atendiendo a la exigencia del Evangelio y a las necesidades del momento, en esa declaración se combinaba la relevancia atribuida a la tarea de compartir el Evangelio con la preocupación por la liberación de los pobres. Sigue siendo hasta hoy el texto básico del CMI sobre misión y evangelización. Desde los últimos años del decenio de 1980 surgieron nuevos aspectos y se ha relacionado cada vez más la misión con la reconciliación y la sanación. El lenguaje de la reconciliación empieza a ser conocido en muchos contextos diferentes y atrapa la imaginación de la gente dentro y fuera de las iglesias. En esta situación hemos llegado a entender de nuevo que la reconciliación está en el centro de la fe cristiana. Esto ocurre en el modo ecuménico y evangélico de ver la misión. El amor reconciliador de Dios mostrado en Jesucristo es un tema bíblico importante y un elemento central en la vida y el ministerio de la iglesia. Por eso, ahora afirmamos que el Espíritu Santo nos llama a un ministerio de reconciliación y a expresar esto en la espiritualidad y en las estrategias de nuestra misión y evangelización.

  2. Hay algunas otras razones por las cuales la reconciliación es primordial en el mundo de hoy y se relacionan con las tendencias contemporáneas de la mundialización, la posmodernidad y la fragmentación, como se determinan en el documento de estudio de la CMME "Mission and Evangelism in Unity Today" (Misión y Evangelización en unidad hoy) (2000)2. La mundialización ha puesto a poblaciones diferentes en un contacto más estrecho que nunca y ha destacado lo que tienen los humanos en común. Al mismo tiempo dejó al descubierto la diversidad de intereses y opiniones que existe entre los diferentes grupos. Por un lado, hay nuevas maneras de expresar la unidad y cruzar las fronteras que nos han dividido. Por el otro, hay también conflictos de culturas, religiones, intereses económicos y géneros, que dejan un legado de daños e injusticias. La creciente enemistad que ha generado la mundialización y la desigualdad de poder que existe en el mundo de hoy fueron brutalmente confirmados en los actos terroristas del 11 de septiembre de 2001 y la subsiguiente "guerra al terror". También en este contexto, varias iniciativas, tanto de la sociedad civil como de las iglesias, han contribuido- mediante procesos de verdad y reconciliación- a la reconstrucción de sociedades asoladas por los conflictos. Se recurre a testimonios de cristianos para que ayuden a traer paz con justicia en situaciones de tensión, violencia y conflicto. Como las iglesias buscan la reconciliación y la paz, el Consejo Mundial de Iglesias ha creado el Decenio para Superar la Violencia (2001-2010).

  3. Las fuerzas del mercado, que dominan y lo impregnan todo, han provocado enormes cambios en el modo de vivir y trabajar de la gente, y sin embargo la mundialización económica es muy ambigua. Mientras que el libre comercio y la competencia han llevado al crecimiento económico y han aumentado la prosperidad en algunos países, particularmente en Asia, las políticas económicas de las naciones más ricas han tenido efectos tremendos y a menudo muy dañinos en las naciones más pobres. Hay más víctimas que beneficiados. Hay leyes comerciales injustas que protegen a las naciones más ricas y excluyen y explotan a las más pobres. Muchos de los países más pobres están endeudados y el pago de la deuda es una carga intolerable. Los programas de ajuste estructural impuestos por los organismos mundiales hacen poco caso del conocimiento local y son los pobres quienes más sufren sus consecuencias. En esta situación, la Campaña Jubileo contra la Deuda ha tenido un efecto importante por lo que respecta a crear conciencia del desequilibrio comercial e influir en las decisiones del G8. Se necesita con urgencia la verdadera reconciliación que implica el arrepentimiento de los ricos y trae justicia para los pobres.

  4. También la red de comunicaciones mundiales trae beneficios para algunos y excluye a otros. En algunos aspectos, como aumenta las posibilidades de diálogo y cooperación, es beneficiosa para ampliar la comunidad y facilitar la creación de movimientos en favor del cambio. Pero la cultura de masa de la posmodernidad que se difunde de esta manera a menudo se siente como una amenaza a las identidades personales y nacionales y contribuye a aumentar la fragmentación de las sociedades. Como consecuencia de la mundialización, muchos han perdido sus familias y sus raíces locales, muchos han sido desplazados por la migración y muchos se sienten excluidos. Muchos anhelan el abrazo de otros y sienten una necesidad de pertenencia y comunidad. En esta situación, estamos llamados a ser comunidades de reconciliación y sanación.

  5. Contamos con el Espíritu Santo, que en la Biblia se relaciona con la comunión (II Co. 13:13), para que nos conduzca a nosotros y a toda la creación en integridad hacia la reconciliación con Dios y de unos con otros. Sin embargo, expuestos a la potencia y las vicisitudes de las fuerzas mundiales, las dificultades de discernir al Espíritu Santo entre las complejidades del mundo nunca han sido tan grandes cuando nos vemos enfrentados con elecciones personales y estratégicas difíciles en materia de misión. En 1996, en Salvador de Bahía, Brasil, en la última conferencia del CMI sobre misión y evangelización, se nos recordó cómo los perpetradores de la injusticia económica negaron los derechos de las poblaciones indígenas y saquearon los recursos que el Creador dio a todos. Pedimos perdón por esto y buscamos la reconciliación.3 Afirmando que "el Espíritu que se derramó en abundancia el día de Pentecostés hace que todas las culturas sean vehículos valiosos del amor de Dios" y "permite un real despertar de la imagen de Dios" en las personas pertenecientes a grupos oprimidos, nos comprometimos en Salvador a "buscar otros modelos de sociedad, sistemas económicos más equitativos, prácticas comerciales justas, uso responsable de los medios de comunicación y modos de proceder justos respecto al medio ambiente4".

  6. En todo el mundo, estamos experimentando una sed de experiencia espiritual, una renovación en las religiones, un resurgimiento de formas fundamentalistas de religiosidad, así como una proliferación de nuevos movimientos religiosos. Todo esto está relacionado con la influencia de la mundialización y la posmodernidad. Por un lado, la variedad de expresiones de espiritualidad a la que estamos expuestos despierta nuestra conciencia espiritual, enriquece nuestra percepción del misterio de Dios y ensancha nuestros horizontes. Por el otro, también percibimos crecientes tensiones entre religiones que se deben a muchos factores internos y externos, particularmente a identidades cerradas que se refuerzan por lo religioso, la justificación de la violencia y los métodos agresivos de propagación religiosa. Estas tendencias hacen aún más urgente que busquemos una espiritualidad reconciliadora de misión.

  7. Dentro de la fe cristiana, mientras algunas iglesias siguen decreciendo, muchas están registrando un rápido crecimiento numérico. El centro de gravedad del cristianismo se ha trasladado decididamente a las naciones más pobres del mundo y la fe se expresa mucho en una forma pentecostal-carismática. El rápido crecimiento de las iglesias pentecostales y carismáticas es un hecho notable de nuestro tiempo. El efecto positivo de la experiencia carismática da gran aliento y esperanza para el futuro de la fe cristiana. Dirige nuestra atención a la teología del Espíritu Santo y la manera en que éste renueva la iglesia para que cumpla su misión en todas las épocas. Al mismo tiempo, las posibilidades de tensión y desunión nos recuerdan la estrecha relación del Espíritu con la reconciliación y la paz. Es importante que esta orientación neumatológica nunca tome la forma de un "neumatomonismo", como antes cuando un "cristomonismo" oculto relegó al Espíritu Santo a un papel secundario. En la misión de la iglesia la interpretación de la cristología siempre debe estar condicionada por la neumatología de manera constitutiva.

  8. Desde Pentecostés el Espíritu Santo ha inspirado a la iglesia para que proclame a Jesucristo como Señor y Salvador y seguimos obedeciendo el mandamiento de predicar el Evangelio en todo el mundo. El Espíritu Santo ungió al Hijo de Dios para "dar buenas nuevas a los pobres; ... sanar a los quebrantados de corazón; pregonar libertad a los cautivos, y vista a los ciegos; poner en libertad a los oprimidos" (Lucas 4:18). Tratamos de continuar su misión liberadora y sanadora. Esto implica una proclamación valiente del Evangelio liberador a las personas esclavizadas por el pecado, un ministerio sanador para los enfermos y los que sufren y la lucha por la justicia del lado de los oprimidos y los marginados. Reconociendo que el Espíritu de Dios ha estado presente en la creación desde el principio y va delante de nosotros en nuestra misión y evangelización, hemos afirmado también la creatividad del Espíritu expresada en las diversas culturas y hemos entablado un diálogo con personas de otras religiones. Ahora, enfrentados a la situación mundial que hemos descrito, estamos descubriendo de nuevo el ministerio del Espíritu para reconciliar y sanar.

2) El Dios Trino, origen e iniciador de la reconciliación: perspectivas bíblica, teológica y litúrgica

  1. La reconciliación es la obra del Dios Trino que da cumplimiento a los propósitos eternos de Dios de creación y salvación por medio de Jesucristo: "Por cuanto agradó al Padre que en él habitase toda plenitud y por medio de él reconciliar consigo todas las cosas, así las que están en la tierra como las que están en los cielos, haciendo la paz mediante la sangre de su cruz... Porque en él habita corporalmente toda la plenitud de la Deidad" (Col. 1: 19 y 20: 2:9). En la persona de Jesucristo la naturaleza divina y la naturaleza humana fueron reconciliadas, unidas para siempre. Este es el punto de partida de nuestra reconciliación con Dios. Tenemos que actualizar por la gracia de Dios y nuestros esfuerzos, lo que ya tenemos en Cristo, por medio del Espíritu Santo.

LaDivinidad, el Tres en Uno, expresa la naturaleza misma de lacomunidad, la reconciliación que esperamos: "LaTrinidad, el origen y la imagen de nuestra existencia, muestra laimportancia de la diversidad, la alteridad y las relacionesintrínsecas para la constitución de una comunidad5".

Lareconciliación desde una perspectiva bíblica

  1. La Biblia está llena de relatos de reconciliación. El Antiguo Testamento cuenta varias historias de conflicto y lucha entre hermanos, miembros de la familia, pueblos; algunas de ellas terminan en reconciliación y otras quedan sin resolver. En él se reconoce y se lamenta la dimensión de la violencia y se subraya la necesidad de reconciliación y el poder que ésta encierra. Las historias familiares de Jacob y Esaú (Gen. 25:19-33:20) o de José y sus hermanos (Gen. 37-45) son ejemplos de conflictos interpersonales (y quizá también colectivos). Ilustran también el poder de las actitudes reconciliadoras de personas que tratan de resolver la lucha, la enemistad y las experiencias o percepciones de injusticia mediante negociaciones, arrepentimiento, perdón y búsqueda de una base común y un futuro compartido. En el Antiguo Testamento se aborda una y otra vez el alejamiento entre Dios y su pueblo y el vivo deseo de Dios de reconciliación y restablecimiento de una relación rota y fragmentada por el orgullo de los humanos y por diversas formas de rebelión contra el Dios de vida y justicia. De modo que la reconciliación es un tema muy frecuente en las narraciones bíblicas y en el lenguaje litúrgico de Israel, como los Salmos, aunque la lengua hebrea no conoce la palabra "reconciliación". En los libros de la tradición del lamento, como las Lamentaciones y Job, el anhelo humano de reconciliación con Dios se expresa de manera desgarradora.

  2. Del mismo modo, en el Nuevo Testamento, aunque la palabra "reconciliación" no aparece mucho, el asunto en sí está presente del principio al fin. El Evangelio de Juan muestra una especial preocupación por la verdad y la paz; en el Evangelio de Lucas la salvación está estrechamente relacionada con el ministerio de sanación de Jesús. En Los Hechos de los Apóstoles se cuenta cómo judíos y gentiles se reconciliaron en una comunidad nueva. Y Pablo en todas sus epístolas manifiesta gran preocupación por que aquellos a quienes Cristo ha reconciliado en su cuerpo no estén divididos y por que la vida en comunidad sea la primera expresión del plan de Dios de reconciliar todas las cosas. Piensa en la unidad no solo de judíos y gentiles sino también de esclavos y hombres libres, de varones y mujeres en Cristo (Gá. 3:28).

  3. Aparte de Mateo 5:24, que trata de la reconciliación entre personas, encontramos las palabras "reconciliación" y "reconciliar" -las palabras griegas son katallage y katallassein- solamente en las epístolas del apóstol Pablo (2 Co. 5:17-20. Ro. 5:10-11; 11:15; 1 Co. 7:11 y después Ef. 2:16 y Col. 1:20-22). Pero el apóstol expresa el tema con tanta fuerza que aparece como una noción fundamental de toda la identidad cristiana. Pablo utiliza la palabra reconciliación al examinar la naturaleza de Dios, para iluminar el contenido del Evangelio como buena nueva y para explicar el ministerio y la misión del apóstol y la iglesia en el mundo. De modo que la palabra "reconciliación" pasa a ser un término que abarca casi todo para articular lo que está en el centro de la fe cristiana.

La palabrareconciliación como la utiliza Pablo tiene variascaracterísticas que vale la pena destacar brevemente:

  1. La noción misma de reconciliación presupone la experiencia de comunión rota. Esto puede ser en la forma de alejamiento, separación, enemistad, odio, exclusión, fragmentación, relaciones desvirtuadas. Normalmente abarca también cierto grado de injusticia, daño y sufrimiento. Reconciliación, en el lenguaje bíblico así como en el común, se entiende como el esfuerzo y el compromiso de componer esa relación rota y desvirtuada y construir de nuevo una comunidad y relaciones.

  1. Pablo aplica la noción de reconciliación a tres ámbitos, diferentes aunque se superponen, de ruptura y hostilidad, en los que se da la sanación y la relación: la reconciliación entre Dios y los seres humanos, la reconciliación de diferentes grupos de seres humanos y la reconciliación del cosmos.

  1. La reconciliación es mucho más que un arreglo superficial de lo desvirtuado y la llegada a un statu quo de coexistencia. La reconciliación apunta a una transformación del presente, a una renovación muy profunda. La "paz" de la que habla Pablo es sobre todo paz con Dios (cf. Ro. 5:1, 11). Es también primordialmente la transformación de las relaciones humanas y la construcción de una comunidad. Es la paz nueva y radical entre judíos y gentiles que procede del derribamiento que hace Cristo del muro de hostilidad (Ef. 2:14). Es incluso la transformación de toda la creación para alcanzar la paz como se expresa en Colosenses 1:20, donde Pablo habla de Cristo como quien reconcilia "todas las cosas, así las que están en la tierra como las que están en los cielos, haciendo la paz mediante la sangre de su cruz". La última referencia indica que la reconciliación es, en efecto, la antesala de una nueva creación como lo expresa Pablo vívidamente en la segunda epístola a los Corintios 5:17. La categoría de "nueva creación" muestra que hay en vistas algo más que un arreglo de la ruptura. La reconciliación es una cualidad totalmente nueva del ser, como se expresa en el himno que celebra la reunión de todas las cosas en Cristo (Ef. 1:10).

  2. Según Pablo, es Dios quien toma la iniciativa de la reconciliación. Además, Dios ya ha hecho la reconciliación con el mundo: "Dios estaba en Cristo reconciliando consigo al mundo" (2 Cor. 2:19). Los humanos pueden buscar la reconciliación y administrar la reconciliación pero la iniciativa y la eficacia de la reconciliación radican en Dios. Los seres humanos son solo receptores del don de la reconciliación. Por lo tanto, es esencial afirmar que la vida y la actitud cristianas están basadas en la experiencia de la reconciliación por medio de Dios. Los cristianos descubren lo que Dios ya ha hecho en Cristo.

  1. Lo que crea en los humanos la necesidad de reconciliación con Dios es el alejamiento de Él debido al pecado, la desobediencia a Dios y la ruptura de la comunión con El que producen culpa y muerte, tanto espiritual como física (Ro. 3:23; Ef. 2:1-3). Esta enemistad entre Dios y los seres humanos fue superada por medio de la muerte de Jesús en la cruz. "... siendo enemigos, fuimos reconciliados con Dios por la muerte de su Hijo" (Ro. 5:10). En la cruz, el Hijo de Dios dio libremente su vida como expiación de los pecados y la culpa del mundo entero. Él es el cordero de Dios que carga los pecados del mundo (Juan 1:29), quien "llevó él mismo nuestros pecados en su cuerpo sobre el madero" (1 P. 2:24). Por la muerte de Cristo "por nosotros" (Ro. 5:8; Ga. 1:4) se ha realizado de una vez para siempre la reconciliación que conduce al perdón de los pecados, la comunión con Dios y a la nueva vida en el reino de Dios. Todo esto es por la gracia y el amor de Dios.

  1. De modo que el relato cristiano de la reconciliación se basa y se centra en la historia de la encarnación, pasión, muerte, resurrección y ascensión de Jesucristo. El ministerio mesiánico de Jesús de Nazareth vincula su sufrimiento con el sufrimiento de toda la humanidad y es, por lo tanto, una expresión de la profunda solidaridad de Dios con un mundo atormentado, fragmentado y torturado. La cruz es, al mismo tiempo, una expresión de la protesta divina contra este sufrimiento, pues Jesús de Nazareth sufrió como víctima inocente. Se negó a refugiarse en la violencia, persistió en el amor a sus enemigos e hizo del amor a Dios y a sus prójimos humanos lo principal de su vida. El espantoso acto de expulsar de este mundo "al que fue justo" es en sí el juicio de un mundo en el que los poderosos parecen prevalecer sobre las víctimas. En Cristo, por cuyas heridas somos curados (1 P. 2:24), también experimentamos a Dios que trata de rectificar los errores de este mundo por el poder del amor con el que Dios, en su Hijo, se entregó por otros, incluso por los perpetradores de la violencia y la injusticia.

  1. La cruz de Cristo, y la obligación de los cristianos de participar en el sufrimiento de la gente y en su lucha por una vida mejor, que se deriva de ésta, no es el único criterio de la misión de la iglesia. Es por la resurrección que la muerte de Cristo recibe su verdadero significado. La resurrección significa que el mismo Dios reconoció a Jesús y su cruz; fue un juicio liberador que hace de la cruz un instrumento de salvación y reconciliación. Pero la resurrección es aún más, ya que es parte integrante de la obra reconciliadora de Dios en Cristo. Para los cristianos la resurrección no se entiende solo como un hecho histórico ni como un artículo de fe, sino también como una realidad actual vivida místicamente. En misionología, cruz y resurrección forman una unidad indisoluble. La iglesia existe no solo porque Cristo murió en la cruz, sino también y principalmente porque resucitó de la muerte, convirtiéndose así en el primer fruto de toda la humanidad (1 Co. 15:20). El lugar central que ocupa la resurrección tanto en el N. T. como en la vida de la iglesia no solo da "la esperanza que tenemos" (1 P. 3:15) sino que conduce inevitablemente a la importancia capital de la escatología.

  2. Por el Espíritu Santo los seres humanos son facultados para tener parte en la historia en la que Dios reconcilia el mundo en Jesucristo. En Romanos 5, donde Pablo examina la manera en que Dios reconcilia a los pecadores e incluso a los enemigos de Dios y a los impíos consigo mismo, Pablo dice que el amor de Dios se ha derramado en abundancia en nuestros corazones por el Espíritu Santo. En Jesucristo, que fue resucitado y ascendido al cielo, no solo disfrutamos del don de la reconciliación, sino que somos enviados en servicio y ministerio al mundo. Esto se expresa, por ejemplo, en la enseñanza ética de Pablo en la que insta a las personas y las comunidades a ser signos de la reconciliación que habían experimentado (cf. Ro. 12:9-21). Se expresa también en la manera cómo Pablo habla sobre su propia misión como un "ministerio de reconciliación" (2 Co. 5:18). Tener parte en este ministerio de reconciliación -es decir participar en la obra de reconciliación del Espíritu Santo y comunicar la actividad reconciliadora de Dios a toda la humanidad- es la vocación de los cristianos de hoy como lo fue en la época de Pablo.

  3. Esto quiere decir que la obra de reconciliación de Dios con los seres humanos no terminó en la cruz y la resurrección; continúa a través de la historia en el ministerio de reconciliación que se le ha confiado a la iglesia. Basándose en la reconciliación efectuada en la muerte y resurrección de Cristo y en nombre de Dios, la iglesia invita a todas las personas a reconciliarse con Dios: "Todo esto lo hace Dios, quien nos puso en paz consigo mismo por medio de Cristo y nos dio el encargo de poner a todos en paz con él" (2 Co. 5:18-21). Se recibe este ofrecimiento de reconciliación y pasa a ser una realidad personal por medio de la fe (Ef. 2:8).

<typohead type="1">El Espíritu Santo y la reconciliación</typohead>

  1. El Espíritu Santo da poder a la iglesia para que participe en su trabajo de reconciliación, como dice el documento "Misión y Evangelización en unidad": "La misión de Dios (missio Dei) es el origen y la base de la misión de la iglesia, que es el cuerpo de Cristo. Por Cristo en el Espíritu Santo, Dios habita la iglesia y da poder y energía a sus miembros 6". El ministerio del Espíritu (2 Co. 3:8) es un ministerio de reconciliación, hecho posible por Cristo y confiado a nosotros (2 Co. 5:18-19).

  2. En el poder del Espíritu, la iglesia como koinonía -la comunión del Espíritu Santo (2 Co. 13:13)- está continuamente haciéndose una comunidad de sanación y reconciliación que comparte las alegría y las tristezas de sus miembros y llega hasta quienes necesitan perdón y reconciliación. Según los Hechos de los Apóstoles (2:44-45; 4:32-37), la iglesia primitiva, que había nacido el día de Pentecostés, compartía sus bienes entre sus miembros, lo que indica la estrecha relación que existe entre los asuntos "espirituales" y los "materiales" en la misión cristiana y la vida de la iglesia. Un aspecto del ministerio potenciador del Espíritu Santo es dotar a los cristianos y las comunidades cristianas de dones carismáticos, entre ellos el de sanación (1 Co. 12:9; Hechos 3).

  3. La propia iglesia necesita la renovación continua del Espíritu para poder entender el pensamiento de Cristo así como para admitir la división y el pecado que hay en su seno (Juan 16:8-11). Este arrepentimiento mismo dentro de la iglesia de Cristo es parte del ministerio y el testimonio de la reconciliación para el mundo.

  4. El Espíritu Santo sopla donde quiere (cf. Juan 3:8). Por eso el Espíritu no conoce límites y llega hasta las personas de todas las religiones así como hasta las que no tienen compromiso religioso -en número creciente en esta época de secularización. La iglesia está llamada a discernir los signos del Espíritu en el mundo y a dar testimonio de Cristo en el poder del Espíritu (Hechos 1:8) así como a comprometerse en todas las formas de liberación y reconciliación (2 Co. 5:18-19).

  5. En los sufrimientos de la época actual, el Espíritu comparte nuestros "gemidos" y los dolores de parto de toda la creación sometida a "esclavitud y destrucción" (Ro. 8:26, 21-22). Por lo tanto, esperamos la redención de nuestros cuerpos (Ro. 8:23) con esperanza y alegría. El mismo Espíritu de Dios que "se movía sobre la faz de las aguas" (Gn. 1:2) en la creación habita ahora en la iglesia y obra en el mundo a menudo de maneras misteriosas e ignotas. El Espíritu participará en el alumbramiento de la nueva creación cuando finalmente Dios domine todo.

  6. Desde los tiempos del Nuevo Testamento, pueden distinguirse dos interpretaciones de la neumatología. Una hace hincapié en el carácter totalmente dependiente de Cristo del Espíritu Santo, que es el agente de Cristo para desempeñar la tarea de misión y ha conducido a una misionología que se centra en enviar e ir. La otra interpreta al Espíritu Santo como el origen de Cristo y a la iglesia como la sinaxis escatológica (reunión) del pueblo de Dios en el reino de Dios. En esta segunda perspectiva, la misión como ir es el resultado, no el origen de la iglesia. La misión es la liturgia después de la liturgia. Como la reconciliación es un requisito previo de la eucaristía (el acto que verdaderamente constituye la iglesia) es, en esta perspectiva, lo principal de la misión.

<typohead type="1">La reconciliación desde el punto de vista litúrgico</typohead>

  1. La misión de la iglesia, en el poder del Espíritu, procede de la enseñanza, la vida y la obra de Nuestro Señor Jesucristo. Esto tiene que entenderse en referencia con las esperanzas del judaísmo. El núcleo de esto fue la idea de la venida de un Mesías, que en los "últimos días" de la historia iba a establecer su reino (Joel 3:1; Is. 2:2, 59:21; Ez. 36:24, etc.) convocando a todo el pueblo de Dios disperso y afligido a un lugar, reconciliado con Dios y transformándose en un cuerpo unido en torno a Él (Mi. 4:1-4; Is. 2:2-4; Sal. 147:2-3). En el Evangelio de Juan se dice claramente que el sumo sacerdote "profetizó que Jesús había de morir ... no solamente por la nación, sino también para congregar en uno a los hijos de Dios que estaban dispersos." (Juan 11:51-52).

  2. Esta reconciliación fue experimentada en la vida litúrgica, más precisamente "eucarística" (en el sentido más amplio), de la iglesia primitiva. En la comunidad de cristianos primitiva hubo facciones y divisiones pero, reconciliada con Dios por la gracia de Nuestro Señor, se sintió obligada a extender horizontalmente esta reconciliación incorporándose al pueblo único de Dios por la eucaristía, un importante acto de identidad, que se celebraba como una manifestación (más precisamente como anticipación) del reino venidero. No es accidental que la condición para participar en la mesa del Señor fuera, y a menudo todavía es, un acto de reconciliación con las hermanas y hermanos que encierra un profundo valor simbólico y recuerda lo central del Evangelio (Mt. 5:23-24). Con "el saludo de la paz", los miembros de la iglesia se dan un signo de reconciliación y se comprometen a sanar las relaciones de la comunidad. De manera parecida, Pablo invita a los corintios a tomar en serio el hecho de que su negativa a compartir podía poner en peligro la celebración misma de la Cena del Señor (1 Co. 11:20-21).

  3. Este acto eucarístico no es el único rito litúrgico de reconciliación en el proceso de sanación. El bautismo, que presupone un acto de arrepentimiento, es un signo común de la incorporación por medio del Espíritu al cuerpo único (1 Co.12:13; Ef. 4:4-5). El acto de la confesión, que tiene importancia sacramental para algunas iglesias, al principio se entendía como el necesario proceso de reconciliación con la comunidad, un sacramento de reconciliación. Está también el acto -o sacramento- de la unción para la sanación. Para muchas iglesias la propia Cena del Señor tiene también significado terapéutico. Estos ejemplos dirigen nuestra atención a la importancia de la reconciliación y la sanación en la vida y la misión de la iglesia.

  4. Estas manifestaciones del reino en la comunidad fueron el punto de partida de la misión de los cristianos, el trampolín del éxodo de la iglesia para dar testimonio al mundo. Los imperativos misionológicos de la iglesia se derivan exactamente de esa conciencia de la iglesia de ser un cuerpo dinámico y constituido de creyentes reconciliados encargados de dar testimonio del reino venidero de Dios. En nuestro empeño por manifestar el ministerio de reconciliación (2 Co. 5:18 y sigs.) al mundo, nos transformamos en una comunidad reconciliadora. Este ministerio de ser "embajadores de Cristo" incluye un compromiso de proclamar el Evangelio: "... os rogamos en nombre de Cristo: Reconciliaos con Dios. Al que no conoció pecado, por nosotros lo hizo pecado, para que nosotros fuésemos hechos justicia de Dios en él" (2 Co. 5:20-21).

En laperspectiva ecuménica, esta evangelización "sepropone construir una comunidad reconciliada y reconciliadora (cf. 2Co. 5:19) que apunte a la plenitud del reino de Dios, que es"justicia, paz y gozo en el Espíritu Santo (Ro. 14:17)".Esta afirmación del documento preparatorio de la conferenciade Salvador encuentra eco en la reciente definición de misióndel CMI: "Hablar de evangelización significa hacerhincapié en la proclamación del ofrecimiento de Dios delibertad y reconciliación, junto con la invitación paraunirse a los que siguen a Cristo y trabajan por el reino de Dios7."

3) La reconciliación como condición para la misión

  1. El nuevo interés en la reconciliación y la sanación que existe dentro de las iglesias y una nueva búsqueda de sanación y reconciliación que se experimenta en muchas sociedades de todo el mundo nos han llevado a preguntarnos de nuevo a qué nos llama hoy Dios en la misión. Recordando que la reconciliación que hemos recibido en Jesucristo tiene que ser compartida en el mundo, hemos llegado a ver la reconciliación como parte de la misión.

  2. La misión como ministerio de reconciliación implica la obligación de compartir el Evangelio de Jesucristo en toda su plenitud, la buena nueva de que Él por su encarnación, muerte y resurrección ha dado de una vez para siempre la base para la reconciliación con Dios, el perdón de los pecados y nueva vida en el poder del Espíritu Santo. Este ministerio invita a las personas a aceptar el ofrecimiento de Dios de reconciliación en Cristo y a ser sus discípulos en la comunión de su iglesia. Promete la esperanza de plenitud de vida en Dios, tanto en el tiempo presente como en el reino futuro y eterno de Dios.

  3. El ministerio de reconciliación implica también la labor de reconciliación entre personas y sociedades. A fin de entender lo que puede querer decir esta participación en la misión de reconciliación de Dios, nos ocuparemos principalmente de los objetivos y los procesos de reconciliación y sanación. Esto supone hacer algunas reflexiones generales sobre la dinámica por la que se produce la reconciliación y la sanación.

  4. La reconciliación es y resulta de un proceso que conduce a la paz con justicia. Lo que se quiere es establecer una comunidad, en la que se superen la ruptura y el sectarismo y las personas vivan juntas con respeto mutuo y tolerancia. La reconciliación tiene como consecuencia la comunicación de unos con otros sin miedo. Implica tolerar a los demás, incluirlos y tenerles consideración. Una comunidad reconciliada es aquella en la que las diferencias pueden resolverse mediante el diálogo y sin recurrir a la violencia.

  5. Se busca la reconciliación entre personas para superar las divisiones, la enemistad y los conflictos que vienen del pasado. Aquí debe examinarse la dinámica interna en ambas partes, en las víctimas y en los victimarios. Es necesario también que la reconciliación se produzca entre grupos o comunidades. En estos casos habrá que prestar especial atención a las relaciones sociales y estructurales. Y, a veces, también se precisa que haya reconciliación en y entre las naciones, de las que se tendrá que examinar la totalidad de las estructuras sociales. En el primer caso, la reconciliación entre personas, lo que suele buscarse es restablecer la dignidad y un sentido de humanidad. En el segundo caso, la reconciliación se centra en buscar la manera de vivir juntos, los seres humanos entre ellos y con toda la creación. En el tercer caso, en el plano nacional, serán las instituciones de la propia sociedad las que requerirán atención para que la reconstrucción sea posible.

  6. La reconciliación es a la vez un objetivo y un proceso. Como individuos y como sociedades necesitamos una visión que nos mantenga en movimiento hacia un estado futuro de paz y bienestar. Pero si no entendemos el proceso podemos desanimarnos y desorientarnos en nuestro trabajo. En la práctica, nos encontraremos yendo y viviendo entre objetivo y proceso, ya que necesitamos ambos en la reconciliación y la sanación.

<typohead type="1">La dinámica del proceso de reconciliación</typohead>

  1. Hay que atender a los dos aspectos: iniciar el proceso de reconciliación y mantenerlo. A los participantes en este proceso a menudo se los divide en víctimas y victimarios. A veces se distingue e identifica fácilmente a las dos partes, como por ejemplo en muchos casos de víctimas de violación y quienes perpetraron el acto. Pero en los conflictos extendidos las víctimas, en una fecha posterior, pueden pasar a ser victimarios y éstos pasar a ser víctimas. Esto hace que las categorías tajantes sean menos útiles. Si bien la práctica cristiana se interesa especialmente por la situación de las víctimas, la reconciliación y la sanación exigen la reparación y la sanación de la víctima y el arrepentimiento y la transformación del victimario. Esas cosas no siempre ocurren en una secuencia clara, pero llegar a ser una "nueva creación" (2 Co. 5:17) exige el cambio en ambas partes.

  2. Hay seis aspectos del proceso de reconciliación y sanación que requieren especial atención. Ellos son: verdad, memoria, arrepentimiento, justicia, perdón y amor.

A menudo es difícil establecer la verdad sobre elpasado porque los abusos y las atrocidades han sido silenciados. Lasanación requiere romper el silencio y dejar que la verdadsalga a luz. De aquí puede venir el reconocimiento delo que se ha mantenido oculto.

  1. En otras épocas, bajo un régimen represivo por ejemplo, ha habido una deformación sistemática de la verdad. Las mentiras prevalecen donde debería residir la verdad. En casos de este tipo es necesario afirmar la verdad. Esto es especialmente cierto cuando el propio lenguaje de la reconciliación se emplea mal. Ha habido casos en los que los victimarios pidieron "reconciliación" cuando lo que querían decir en realidad era que las víctimas no hicieran caso del mal que se les había hecho y que la vida continuara como si nada hubiera pasado. En estos casos, el significado de la palabra "reconciliación" ha sido tan tergiversado que no se puede utilizarla siquiera. En otros casos, los victimarios propugnan una "reconciliación" apresurada para que las reclamaciones de las víctimas no sean ni siquiera consideradas. Pueden conseguir esto haciendo que los cristianos se sientan culpables por no ser capaces de perdonar rápidamente. Estos usos falsos de la idea de reconciliación deber ser resistidos.

  2. En el plano nacional, después de conflictos y luchas prolongados, se han establecido Comisiones para la Verdad y la Reconciliación con el propósito de averiguar la verdad sobre el pasado. La que se conoce mejor es tal vez la Comisión de Sudáfrica. La necesidad de crear comisiones de este tipo pone de relieve lo difícil que es establecer la verdad y lo importante que es para la reconciliación y la sanación.

  3. La manera cristiana de entender la verdad puede ayudar en estas situaciones. El Espíritu de Dios es el Espíritu de la verdad (Juan 14:17) y Jesús que es "el camino, la verdad y la vida" (Juan 14:6) rogaba que sus discípulos fueran santificados por el Espíritu de la verdad (Juan 17:17). Establecer la verdad, especialmente después de situaciones de conflicto, puede ser difícil. El respeto por la verdad proviene de saber que Dios quiere que se diga la verdad (cf. la tradición profética).

  4. La memoria está estrechamente vinculada con la verdad. ¿Cómo ha de recordarse el pasado, cómo hemos de hablar de él? De la memoria auténtica debería surgir la verdad sobre el pasado. Con frecuencia los recuerdos traumáticos de actos de maldad o atrocidad necesitarán de la sanación si se quiere que sirvan para construir un tipo de futuro diferente. Sanar los recuerdos significa que pierdan su carácter tóxico. Cuando ocurre esto, los recuerdos no nos mantienen rehenes del pasado, sino que nos posibilitan crear un futuro en el que las atrocidades del pasado no pueden ocurrir de nuevo.

  5. Los recuerdos no atañen solamente al pasado. Son la base de la identidad. La manera cómo recordemos el pasado es la base de la manera cómo viviremos y nos relacionaremos unos con otros en el presente y también de la manera cómo imaginemos el futuro. Por esta razón, la memoria es fundamental en el proceso de reconciliación y sanación.

  6. Los recuerdos que no se curan pueden impedir la reconciliación. A veces la sanación lleva más de una generación. En algunos casos las víctimas están tan sumergidas en sus recuerdos que necesitan ayuda para liberarse de ellos. Esto puede implicar que se dé espacio para que las víctimas expresen su enojo. En unos pocos casos, las víctimas no quieren ser curadas y utilizan sus recuerdos para impedir que se produzca ningún progreso. Acompañar a las víctimas para que puedan liberarse de los recuerdos traumáticos es una tarea importante de quienes trabajan para la reconciliación.

  7. Los proyectos para recuperar la memoria que ha sido suprimida o falseada suelen ser importantes para construir un futuro diferente juntos. Publicar los resultados de las Comisiones para la Verdad y la Reconciliación8 y reunir recuerdos de lo que pasó9 son ejemplos de esto. Recuperar la memoria también puede ser una amenaza para los victimarios que todavía detentan el poder10.

  8. Recuperar la memoria y permitir que ésta nos ayude a vivir en el presente, así como a imaginar el futuro, es fundamental para la práctica y el testimonio cristianos. Celebramos la eucaristía para recordar lo que le ocurrió a Jesús: la traición de que fue objeto, su sufrimiento y su muerte y cómo fue resucitado de la muerte. Es la memoria de lo que Dios ha hecho en la historia de Jesús lo que nos da esperanza y el Espíritu de Cristo el que nos da fuerza en nuestro trabajo de reconciliación.

  9. En muchos casos de conflicto hay necesidad de arrepentimiento (metanoia) antes que pueda producirse la reconciliación. Como puede haber una situación de pecado y culpa, personal o colectiva, que haya causado la enemistad o la desavenencia, la verdadera reconciliación no puede producirse hasta que la parte culpable se haya arrepentido del pecado. Jesús proclamaba el reino de Dios junto con un llamamiento al arrepentimiento y a la fe en el Evangelio (Marcos 1:15). Es de hacer notar que el llamamiento de Jesús al arrepentimiento es motivado por el nuevo tiempo de salvación inaugurado por su venida. El verdadero arrepentimiento no puede ser el resultado de amenazas y miedo sino que tiene que provenir de una comprensión de la culpa y de un deseo y una esperanza de llegar a una nueva relación reconciliada basada en el perdón (cf. Hechos 2:38).

  10. La justicia es esencial para el trabajo de reconciliación. Se necesitan tres tipos de justicia. Primero está la justicia compensativa, por la que se hace a los victimarios responsables de sus actos. Este tipo de justicia es importante porque por ella se reconoce que se han cometido delitos y porque constituye una afirmación de que tales delitos no se tolerarán en el futuro. La justicia compensativa deberá ser tarea del Estado legalmente constituido. El castigo fuera de este ámbito puede ser represalia o pura venganza y se debe evitar. Si el propio Estado está implicado en la corrupción, se puede lograr la justicia compensativa por medio de la protesta no violenta11. Esto exigirá un gran sacrificio personal.

  11. En segundo lugar está la justicia reparadora, por la que se devuelve a las víctimas, ya sea directamente o de alguna manera simbólica, lo que se les ha quitado injustamente. Esto puede hacerse reparando o indemnizando. En el Evangelio de Lucas, el relato del encuentro de Zaqueo con Jesús (19: 1-10) muestra cómo un arrepentimiento auténtico fruto del encuentro con Cristo puede conducir a una forma radical de restitución. En otros casos, por ejemplo cuando el victimario o la víctima ha muerto, puede ser necesario encontrar alguna otra fórmula de reconciliación, como un monumento público.

  1. Y, por último, está la justicia estructural, por la cual se reforman las instituciones de la sociedad para impedir que en el futuro se produzcan casos de injusticia. Hay aspectos de la justicia reparadora y estructural que requieren atención especial. Por ejemplo, será necesario reformar las leyes del comercio mundial y los mecanismo de comercio para que haya justicia económica. La justicia de género exigirá que se tomen en consideración las contribuciones especiales de las mujeres para superar la injusticia y conservar relaciones equitativas. Será necesaria una reforma estructural para superar la discriminación por motivos de sexo y de raza. En los últimos años también se ha empezado a plantear la necesidad de justicia ecológica.

  2. El Espíritu Santo habló en tiempos antiguos contra la injusticia por medio de los profetas y ungió a Jesucristo para dar la libertad a los oprimidos (Lucas 4:18-19). Hoy, cuando los cristianos luchan especialmente para ayudar en el proceso de la justicia reparadora y trabajan con miras a las reformas que la justicia estructural exige, el Espíritu da dones de profecía y audacia. Las imágenes bíblicas del pacto -preocupación por todos y buenas relaciones entre Dios y la humanidad- apoyan los esfuerzos en favor de esas reformas de la sociedad. Ejemplo de esto es la colecta hecha entre las iglesias que el apóstol Pablo llevó a Jerusalén para que hubiera "igualdad" entre las iglesias en la satisfacción de las necesidades (2 Co. 8:14).

  3. Es frecuente que el perdón se considere una dimensión específicamente religiosa de la reconciliación y la sanación. Es importante darse cuenta de que el perdón no significa permitir que continúe la injusticia pasada o renunciar al castigo. El perdón reconoce lo que ocurrió, pero busca una relación diferente tanto con el victimario como con el hecho. Sin perdón, nos quedamos encerrados en nuestra relación con el pasado y no podemos tener un futuro diferente.

  4. Además de tener una visión cristiana del conjunto, buscar la reconciliación para la comunidad humana hoy exige interactuar con las distintas comunidades religiosas. Para nosotros como cristianos, esto exigirá algún conocimiento de la manera cómo conciben la sanación y la integridad las otras grandes tradiciones religiosas, ya que muchas situaciones exigirán que actuemos juntos. Además, en esas situaciones nosotros como cristianos debemos poder comunicar nuestra propia contribución a la tarea común. Muchas culturas tienen sus propios recursos espirituales y rituales para realizar la reconciliación y la sanación. Cuando sea posible, tenemos que incorporarlos a nuestro trabajo en pro de la reconciliación.

  5. El perdón tiene un significado especial para los cristianos. Creemos que es Dios quien perdona el pecado (Marcos 2:7-12). Jesús estuvo entre nosotros predicando el perdón de los pecados (Lucas 24:47), señalando la misericordia de Dios y la posibilidad de superar el pasado por un futuro diferente. La experiencia personal de aceptación y gracia puede cambiar la vida, pues mueve a las personas a llegar a los demás en el amor y transformar la sociedad, como lo ilustra el relato de Zaqueo. Después de su resurrección, cuando sopló a sus discípulos el Espíritu Santo, Jesús los envió con un ministerio de perdón (Juan 20:21-23).

  6. El perdón de Dios está muy relacionado con nuestra disposición a perdonar a otros (véase Mt. 6:12, 14-15). Debido a esto, muchas veces los cristianos dicen que deberíamos "perdonar y olvidar". No podemos olvidar lo malo como si nunca hubiera ocurrido. Pedir a las víctimas que hagan esto sería rebajarlas otra vez. No podemos olvidar, pero podemos recordar de un modo diferente, un modo que permita entablar una relación diferente con el pasado y con el victimario. Es a esto a lo que estamos llamados como cristianos.

  7. Lo que más caracteriza al cristianismo es el amor (agape). El Dios trino, el Tres en Uno, expresa la unión perfecta de personas distintas, el amor supremo, que abarca todo. Dios revela y manifiesta su Ser como amor, porque Dios es amor (Juan 3:16; 1 Juan 4:7-21). Habiendo sido creados a imagen de Dios y recreados por el bautismo, el amor de Dios "ha sido derramado en nuestros corazones por el Espíritu Santo que nos fue dado" (Ro. 5:5; cf. Gá. 5:22). Es por esta razón por la que el mandamiento de amar a nuestros enemigos (Mt. 5:44) no es imposible de cumplir. Dios nunca nos pide algo que El ya no nos haya dado. Amar a los enemigos es simultáneamente el don de Dios y la contribución de cada persona, "un camino aún más excelente" (I Co. 12:31; 13:1-8) que nos lleva a una vida santa, de conformidad con Cristo, nuestro modelo (Gá. 4:19), con su manera de ser y de pensar: "... nosotros tenemos la mente de Cristo" (1 Co. 2:16). El amor abarca todo el proceso de reconciliación como el signo mismo de su autenticidad.

  8. Verdad, memoria, arrepentimiento, justicia, perdón y amor son elementos importantes y esenciales para una reconciliación holística completa y verdadera. No obstante, la experiencia ha demostrado que la reconciliación no siempre es completa. La mayoría de las historias que se cuentan en la Biblia no son historias de reconciliación total. Con las bien conocidas historias de Sara y Agar, Jacob y Esaú, Raquel y Lea, nos quedamos preguntándonos si los personajes se reconciliaron verdaderamente. Incluso la parábola del hijo pródigo no menciona la reconciliación entre los dos hermanos. La mayor parte de las situaciones de conflicto intenso generan algunas reservas en ambas partes que dificultan la aceptación y la reconciliación completas. Esto no indica que no pueda producirse la verdadera reconciliación, sino más bien reconoce que el proceso de reconciliación puede llevar mucho tiempo, quizá hasta una vida entera o más para erradicar el daño, la sospecha y el enojo.

  9. Otra dimensión de esto es que el perpetrador del conflicto puede no arrepentirse ni buscar el perdón nunca, ni siquiera después del período de conflicto. Los relatos que proceden de Sudáfrica y de varias otras partes del mundo prueban este hecho. En estos casos, es posible que las víctimas tengan que encontrar maneras de hacer frente a la situación yéndose del lugar de la opresión, una forma de resistencia. La víctima con frecuencia se da cuenta de que tal vez haya que perdonar aun cuando el arrepentimiento no esté cercano ni el perpetrador busque el perdón. Sin embargo, la víctima debe ser capaz de seguir viviendo y enfrentar la situación. Ir cargando sentimientos de enojo, dolor y rencor es perjudicial para el desarrollo de la persona o la colectividad. Hay otras situaciones en las que el perpetrador está buscando realmente el perdón pero no lo recibe. En estos casos, es el perpetrador el que tiene que encontrar otras maneras de resolver su culpa. Puede suceder también que la víctima necesite perdonarlo por haber permitido que ocurriera algo y por haber sido cómplice de sistemas de opresión. Es importante que estas dimensiones de la experiencia del perpetrador o de la víctima sean debidamente tenidas en cuenta en la dinámica de la reconciliación.

  10. Sea en el plano social, colectivo o personal, la reconciliación y la sanación son objetivos que buscamos en la ambivalencia y el desgarramiento de la existencia humana. Estos objetivos están inspirados por la visión bíblica de la restauración escatológica del shalom original, la realización final prometida del reino de Dios, cuando todos habrán sido curados, estén íntegros de nuevo y unidos en Dios. En la historia humana contemporánea, podemos esperar alcanzar niveles de reconciliación o sanación, o justicia, paz, y la integridad de la creación. Mientras que la visión de la reconciliación y la sanación completas comprende la totalidad de la creación de Dios, nuestra contribución es limitada como lo es nuestra visión. Pero estamos llamados a dar signos colectivos de la reconciliación de Dios, porque de esa manera renovamos la esperanza. En efecto, buscar la reconciliación y la sanación en nuestro mundo exige un ir y venir constante entre la idea de reconciliación en la vida humana, la sociedad y la creación como un objetivo y como el proceso de alcanzarlo. Esto puede ser una lucha larga y difícil y no puede llevarse a cabo si no es en un espíritu de amor que "todo lo sufre, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta" (1 Co. 13:7). En el proceso no perdemos la esperanza y, al mismo tiempo, centramos nuestra participación en la obra de reconciliación y sanación del Espíritu Santo en toda la creación.

4) La misión reconciliadora de la iglesia

  1. El Espíritu Santo transforma la iglesia y le da poder para ser misionera: "El Espíritu Santo transforma a los cristianos en testigos vivos, valientes y audaces (cf. Hechos 1:8)12. Por lo tanto, para la iglesia, la misión no es una opción sino un imperativo: La misión es fundamental para la fe y la teología cristianas. No es una opción sino más bien una vocación existencial. La misión es constitutiva del ser mismo de la iglesia y de todos los cristianos y lo condiciona". La iglesia está por naturaleza llamada a participar en la misión de Dios: "Por Cristo en el Espíritu Santo ... participar en la misión de Dios ... debería ser natural para todos los cristianos y todas las iglesias13" (cf. la referencia al ministerio sacerdotal de la comunidad en I Pedro 2:2-12).

  2. La misión de la iglesia en el poder del Espíritu es trabajar para la reconciliación y la sanación en el contexto de ruptura. La reconciliación constituye un elemento importante y característico de la misión de Dios que tiene consecuencias para la misión de la iglesia: "La iglesia es enviada al mundo para reconciliar a la humanidad y renovar la creación llamando a las personas y a las naciones al arrepentimiento, anunciando el perdón de los pecados y un nuevo comienzo en las relaciones con Dios y con los vecinos por medio de Jesucristo14". Esperamos la reconciliación completa como el establecimiento por Dios del shalom al final de los tiempos, que es la creación -o la recreación- de relaciones armoniosas y justas. Es un proceso holístico, iniciado por Dios y extendido a toda la creación, humana y no humana. Cuando la lucha nuestra y de toda la creación por liberarnos de la esclavitud decae, "el Espíritu nos ayuda en nuestra debilidad ... [e] intercede por nosotros con gemidos indecibles" (Ro. 8:22-26). En un contexto de relaciones rotas en el mundo de hoy, la exigencia específica para la iglesia es entender mejor el don de la reconciliación de Dios en su vida y ministerio en nombre de todo el orden creado.

<typohead type="1">La reconciliación en el contexto de ruptura</typohead>

  1. La principal relación rota es entre Dios y la humanidad. El Evangelio de la reconciliación es un llamamiento a volverse a Dios, a convertirse a Dios y a renovar nuestra fe en el Único que nos invita constantemente a estar en comunión con Él, los unos con los otros y con toda la creación. Nos regocijamos de que por nuestro Salvador Jesucristo esta reconciliación haya sido posible: "... el Señor nuestro Jesucristo, por quien hemos recibido ahora la reconciliación" (Ro. 5:11). Somos llamados a extender esta reconciliación al resto del mundo en la misión y a unir nuestras energías con la del Espíritu de Dios en la creación.

  2. En el centro de la ruptura hoy se encuentra la desnaturalización y la destrucción del vínculo integral que existía en el orden divino entre la humanidad y el resto de la creación. La separación antropocéntrica de la creación humana y la no humana ha llevado a que algunas partes de la humanidad tengan tendencia a conquistar y destruir la naturaleza. Gran parte de la crisis ecológica que enfrentamos hoy en día puede atribuirse a una falta de respeto por la vida y la integridad de la creación. Una reconciliación ecológica -o "ecoreconciliación"- es lo que pretenden lograr los cristianos: la reconciliación de "todas las cosas, así las que están en la tierra como las que están en los cielos" (Col. 1:20). En el Credo Niceno-Constantinopolitano confesamos al Espíritu Santo como el Señor y dador de vida. La misión en el Espíritu asegura una nueva perspectiva, un enfoque centrado en la vida que hará que la tierra florezca y sustente a las poblaciones humanas. Este modelo de reconciliación y sanación cósmica da una base fuerte para la reconciliación entre los humanos.

  1. La ruptura se siente también en el ámbito de las relaciones humanas. La imagen de Dios se distorsiona en la discordia y la enemistad, que suelen relacionarse con las estructuras de poder. Éstas se manifiestan concretamente en múltiples formas de discriminación que se dan en todo el mundo por motivos de casta, raza, género, religión, orientación sexual y situación socioeconómica. La misión por lo que se refiere a la reconciliación y la sanación en este contexto consiste en trascender esas fronteras y de ese modo restablecer la conciencia de la imagen de Dios en la humanidad. En términos reales, la misión de las iglesias es procurar trabajar en común por el derrumbamiento de los muros que dividen -los que están dentro de las iglesias así como los que están afuera. Esto significa participar en los intentos ecuménicos de reconciliación en y entre las iglesias y en las luchas de los pueblos por la reconstrucción de la sociedad teniendo en cuenta la justicia y los derechos humanos, así como dar un espacio para el diálogo y el debate en los lugares donde la sociedad o las iglesias siguen profundamente divididas. El cuerpo de Cristo está dotado de varios dones espirituales (1 Co. 12:8-10; véase también Ro. 12:6-8). Ejercitados en el espíritu de amor (1 Co. 13:1-3; Ro. 12:9-10), éstos fortalecen la comunidad y expresan su unidad en la diversidad reconciliada

  2. En un contexto en el que hay víctimas y perpetradores de injusticias y explotación, la iglesia tiene un papel misionero especial que desempeñar: el de constructor de puentes, entre los pobres y los ricos, las mujeres y los hombres, los negros y los blancos, etcétera. El Espíritu Santo ha sido descrito como "el Dios intermediario"15 debido al papel del Espíritu por lo que respecta a crear y sostener la comunión (Ef. 2:18, 4:3). La posición "intermedia" o "de intermediario" no se interpreta como neutral sino que se la reconoce más bien como arriesgada y costosa. Aunque toma partido por las víctimas, la iglesia tiene también la misión de llegar hasta los victimarios con las exigencias del Evangelio. La misión en la posición "de intermediario" es una misión de dar poder a los débiles acompañándolos y a la vez de invitar al arrepentimiento a los victimarios. De esta manera llega a ser una misión de vivificación recíproca.

  3. Lamentablemente la ruptura es también una característica de la iglesia de hoy. Las divisiones entre las iglesias, doctrinales y no teológicas, son un obstáculo para la misión de reconciliación y sanación. Una iglesia dividida es una aberración del cuerpo de Cristo (1 Co. 1:13) y apena al Espíritu Santo (Ef. 4:25-32). Si las iglesias no son capaces de reconciliarse unas con otras, no están respondiendo al llamamiento del Evangelio y su testimonio carecerá de credibilidad. "Enviada a un mundo que necesita unidad y mayor interdependencia en medio de la competición y de la fragmentación de la comunidad humana, la Iglesia es llamada a ser signo e instrumento del amor reconciliador de Dios ... Las divisiones entre cristianos son un anti-testimonio a Cristo y contradicen su testimonio de reconciliación en Cristo16." Durante el último siglo, ha habido una particular tendencia de las iglesias y los movimientos cristianos a dividirse en el trabajo de misión y con respecto a éste. La competencia y el conflicto en la misión y en la ayuda interreligiosa o al desarrollo, así como el proselitismo, han resultado ser un grave antitestimonio de la obra reconciliadora de Cristo. Los cristianos y las iglesias están llamados a iniciar o consolidar procesos de reconciliación entre ellas. En los últimos años se han visto señales de convergencia teológica entre movimientos de misión opuestos. Y las propias iglesias han hecho progresos importantes por lo que respecta al bautismo, la eucaristía y el ministerio compartidos y también respecto al testimonio común. Esperamos que estos avances conduzcan a la renovación de las relaciones. El Evangelio de la reconciliación es compartido con integridad si la iglesia es una comunidad reconciliada y sanadora.

  4. Si el objetivo y el proceso de la misión ha de ser la reconciliación, es imprescindible que la iglesia vuelva a recordar su pasado e inicie algún tipo de introspección y examen de conciencia sobre su misión en el mundo. Toda misión creíble de la iglesia tiene que empezar con la confesión de que no toda su misión ha sido un reflejo de la misión que Dios ha querido y que Él lleva a cabo (missio Dei). Si hemos declarado el amor de Dios y a la vez odiamos a nuestro hermano somos mentirosos (1 Juan 4:20). En los casos en que la empresa misionera cristiana fue -y aún es- cómplice de un proyecto imperialista que supone violencia, causa la destrucción de las culturas indígenas, la fragmentación de las comunidades y hasta la división entre los cristianos, es necesario el arrepentimiento (metanoia). El arrepentimiento requiere la confesión del pecado de colonización violenta en nombre del Evangelio. Esto es importante para la "sanación de los recuerdos", que es parte integrante de la misión de reconciliación y sanación. La iglesia debe preocuparse de curar las heridas del pasado (cf. Jer. 6:14 y sigs.).

  5. Si bien confesamos esos pecados, también reconocemos el hecho de que ha habido, y hay, mucha misión cristiana genuina en el espíritu de paz y reconciliación. Esta misión tiene como resultado la paz con Dios, vidas sanadas, comunidades restablecidas y la liberación socioeconómica de los pueblos marginados.

<typohead type="1">La espiritualidad de la reconciliación</typohead>

  1. La misión por lo que se refiere a la reconciliación y la sanación exige una espiritualidad correspondiente, que sea sanadora, transformadora, liberadora y que establezca relaciones de respeto mutuo. Una espiritualidad de reconciliación y sanación auténtica refleja la interacción de fe y praxis que constituye el testimonio (martyria). El testimonio presupone una espiritualidad de examen de conciencia y confesión de los pecados (metanoia), que conduce a la proclamación (kerygma) del Evangelio de la reconciliación, el servicio (diakonia) en el amor, el culto (leiturgia) en la verdad y la enseñanza de la justicia. El ejercicio de estos dones espirituales crea comunidades reconciliadas (koinonia)17.

  2. La espiritualidad de reconciliación es de humildad y despojamiento de sí mismo (kenosis; Fil. 2:7) y al mismo tiempo una experiencia del poder santificador y transformador del Espíritu Santo. En su empeño por reconciliar a judíos y gentiles y otras facciones, el apóstol Pablo declaró que el poder de Dios se hace perfecto en la debilidad (2 Co. 12:9; 1 Co. 2:3-5). La espiritualidad de reconciliación es la espiritualidad de la pasión y la resurrección, así como de Pentecostés. En el contexto mundial del recrudecimiento del imperialismo -especialmente en la forma del poder hegemónico de la mundialización- esta espiritualidad de despojamiento de sí mismo es una invitación tanto para las víctimas como para los perpetradores de la violencia y la injusticia sistémicas. El tesoro que tenemos "en vasos de barro, para que la excelencia del poder sea de Dios y no de nosotros" (2 Co. 4:7). La misión de la iglesia en este contexto es otra vez estar "en la posición de intermediaria" -entre los que tienen poder y los que no lo tienen-, dar poder a los débiles y también invitar a los poderosos a despojarse de su poder y sus privilegios por los que no los tienen. La espiritualidad de la reconciliación pone en tela de juicio las estructuras de poder de las comunidades locales, las iglesias inclusive, en particular en aquellas donde la mayoría tradicional o las iglesias populares actúan de manera hegemónica.

  3. Una espiritualidad de despojamiento de sí es también una espiritualidad de cargar la cruz. La iglesia está llamada a cargar la cruz de Jesucristo estando con los que sufren18. Una espiritualidad de resistencia no violenta es un aspecto que integra la reconciliación y la sanación en una época de explotación continua de los pobres y los marginados. En situaciones de opresión, discriminación y daño, la cruz de Cristo es el poder de Dios para la salvación (1 Co. 1:18).

  4. Los sacramentos y la vida litúrgica de la iglesia deberían expresar la misión de reconciliación y sanación. El bautismo es un acto de participación en la muerte y resurrección de Jesucristo. Es simbólico de la espiritualidad de cargar la cruz, que es a la vez morir para sí (Marcos 8:34) y levantarse para la vida (Juan 3:14). La eucaristía es un acto sacramental de sanación, un acto de rememoración y una representación de la partición del cuerpo de Cristo por la reconciliación cósmica. El pan de Dios, que baja del cielo, da vida al mundo (Juan 6:33). La distribución del pan y el vino entre todos exige la redistribución de la riqueza y la igualdad del reino que Jesucristo proclamó. En la oración, la iglesia intercede ante Dios por el mundo, queda como intermediaria confiando en que Dios traerá la reconciliación y la sanación. Predicando la palabra, la iglesia trae consuelo a los oprimidos, proclama la verdad y la justicia y llama a todos al arrepentimiento y al perdón. El culto de la iglesia es en sí un testimonio para el mundo de la reconciliación en Cristo, y en el poder del Espíritu la iglesia vive concretamente su testimonio eucarístico en la vida cotidiana.

  5. Los recursos espirituales para la reconciliación y la sanación no se encuentran solamente en las tradiciones religiosas cristianas. Esto nos exige tomar en serio las dimensiones interreligiosas de la misión, pues la reconciliación y la sanación en el sentido holístico no pueden alcanzarse sin reconciliación entre las diferentes religiones y culturas. Una manera de hacer esto es apreciar los recursos espirituales que existen en otras religiones y culturas y aprender de ellos. Otras tradiciones y experiencias de sanación y reconciliación, entre ellas las de las comunidades indígenas, son de gran valor.

  6. En la reciente declaración ecuménica sobre el diálogo se nos recuerda que "el diálogo interreligioso no es un instrumento para resolver problemas instantáneamente en situaciones de emergencia19". Sin embargo, en épocas de conflicto las relaciones fortalecidas por un diálogo paciente durante las épocas de paz pueden impedir que la religión sea utilizada como un arma y, en muchos casos, allanan el camino para la mediación y las iniciativas de reconciliación. El diálogo presupone el reconocimiento mutuo, significa una disposición a reconciliarse y un deseo de vivir juntos. Un proceso de diálogo puede crear confianza y tiene en cuenta el testimonio mutuo; de esta manera puede ser un medio de sanación. Sin embargo, si bien el diálogo es importante, quizá sea necesario abordar antes de entablarlo las cuestiones relativas a la verdad, la memoria, el arrepentimiento, la justicia, el perdón y el amor. La condición de "intermediaria" de la praxis misionera quiere decir que en algunas situaciones lo que se pide es el poder profético del Evangelio para criticar prácticas y creencias religiosas que fomentan la injusticia y para provocar el arrepentimiento.

  7. El ministerio del Espíritu Santo -en el que la iglesia tiene el privilegio de participar- es sanar y reconciliar un mundo destrozado. A fin de ejercer esta misión con integridad, la iglesia debe ser una comunidad que experimente la sanación y la reconciliación en Cristo. La espiritualidad de reconciliación exige despojarse de uno mismo y cargar la cruz para que se demuestre el poder salvador de Dios. El Espíritu Santo dota a la iglesia de dones y recursos para este ministerio y, en el espíritu de diálogo, los cristianos están abiertos a apreciar los recursos que aportan las personas de otras religiones. La misión de la iglesia implica mediar entre las partes que están alejadas o en conflicto. Esto significa acompañarlas en sus luchas y al mismo tiempo instar a los poderes de la injusticia y la violencia a que se avengan a la reconciliación. El objetivo es construir comunidades reconciliadas y sanadoras que sean de nuevo misioneras en el compromiso y el ministerio práctico.

5) Lo que se necesita para la reconciliación: pedagogía, pastorales y visión

  1. En la misión de reconciliación estamos inspirados por la visión del Evangelio de paz en la tierra (Lucas 2:14). Al predicar el reino de Dios de palabra y obra, nuestro Señor Jesucristo nos mostró a qué es semejante el reino de Dios. Es el reino de la verdad y la justicia, el arrepentimiento y el perdón, en el cual los primeros son los últimos y los dirigentes son servidores de todos. En las epístolas, los apóstoles enseñaron a las iglesias cómo ser comunidades de reconciliación. Éstas producen el fruto del Espíritu: "amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fe, mansedumbre, templanza" (Gá. 5:22-23). Sus miembros son llamados a amarse los unos a los otros, vivir en paz los unos con los otros y bendecir a quienes los persiguen, dejando a Dios la venganza (Ro. 12:9-21).

  2. Sin embargo, muchos han proclamado la paz donde no hay paz y han tratado solo superficialmente las profundas heridas causadas por las relaciones rotas y la injusticia (Jer. 6:14). Cualquier método pedagógico y pastoral de misión tiene que reconocer el hecho de que el ministerio de sanación y reconciliación es un proceso profundo y a menudo largo que requiere, por tanto, estrategias a largo plazo (Ro. 8:25). Una vez que la iglesia cree que la misión pertenece a Dios y que no es una actividad frenética que inicia la iglesia, entonces la misión de la iglesia se orientará hacia el objetivo de largo plazo de crear comunidades de reconciliación y sanación. La realización de nuestra esperanza requiere paciencia, sensibilidad pastoral y un método educativo apropiado.

  3. Nuestro sentido de ser humano es clave para el proceso educativo. Los seres humanos son seres esencialmente sociales, con vínculos unos con otros y activos en la red de la vida. Por nuestra supervivencia dependemos unos de otros y, por lo tanto, necesitamos vivir en relaciones justas de confianza y construir comunidades de reconciliación y sanación. Desde una perspectiva antropológica cristiana, los seres humanos son además seres perdonados, perdonados por Dios. El perdón como categoría teológica tiene ramificaciones éticas. El ministerio de reconciliación y sanación por medio del perdón implica decir la verdad y hacer justicia. Dicho de otro modo, la pedagogía de la justicia es lo que hace del perdón un concepto radical. El perdón que menoscaba la justicia no es perdón cristiano. La costosa vida de discípulo, que es parte integrante del ministerio de sanación y reconciliación, tiene que estar orientada hacia la justicia.

  4. La compasión por lo destrozado y la preocupación por la vida en toda su plenitud son los modos pastorales de la misión cristiana. Una de las fuentes más importantes de aprendizaje sobre este ministerio es la inmensa riqueza de la experiencia cotidiana de la gente, especialmente la de los pobres y los vulnerables. La participación de la iglesia en las experiencias de vida de la gente, en sus luchas para afirmar la vida dondequiera que ésta sea negada, es quizá el mejor proceso de aprendizaje. Mediante esta pedagogía de recuerdos compartidos, la iglesia podrá llevar a cabo su misión con eficacia.

  5. Si bien en el presente documento se hace hincapié en los procesos de reconciliación social, se pueden sacar ideas para renovar y reforzar el método pastoral de abordar los conflictos entre personas en la familia, el lugar de trabajo y la iglesia. La reconciliación entre personas también requiere abordar las cuestiones relativas a la verdad, la sanación de los recuerdos, el arrepentimiento, la justicia, el perdón y el amor. Los pastores, los sacerdotes y los miembros laicos de la comunidad tienen la tarea más importante y difícil para encontrar maneras de peregrinar con personas que padecen de las profundas heridas que dejan las dificultades de la vida o los conflictos interpersonales, ofrecerles un espacio seguro para que expresen su vulnerabilidad, su enojo, su impotencia, su sufrimiento y su anhelo. También en el plano personal seguir la llamada de Cristo a la reconciliación puede entrañar un camino o proceso largo, que necesita tiempo y la capacidad de enfrentar éxitos y fracasos, momentos de esperanza y de desesperación, que ponen la fe a prueba. No todas las iglesias han conservado la tradición del sacramento de la confesión y la reconciliación, pero todas están invitadas a encontrar una manera de ver su ministerio pastoral en función de la interpretación de la misión descrita en el presente documento.

  6. Este ministerio pastoral de sanación debe estar inserto en una vida comunitaria donde las personas encuentren un hogar y un espacio seguro en el que se puedan compartir libremente alegrías y dolores, donde los que se sienten vulnerables encuentren suficiente seguridad para expresar lo que los agobia, una comunidad en la que el amor venza el miedo y el prejuicio. Las comunidades de este tipo, alimentadas por la celebración de la eucaristía, se vuelven entonces ellas como tales entidades misioneras, porque el Evangelio que se predica también se vive. Que estas comunidades también tienen un papel que desempeñar en la sociedad y que han de acoger hasta a quienes no son miembros permanentes fue descrito vívidamente por Pablo en Romanos 12. Este pasaje también nos recuerda que una misión de reconciliación y sanación puede llevar a sufrir persecuciones. Después de Cristo, muchas personas y comunidades misioneras también han sido víctimas de la violencia y la discriminación. Pero aun en estos casos, el mandamiento del amor tiene que ser la característica suprema del testimonio cristiano de la reconciliación de Dios.

  7. Estar preparados para la misión en un paradigma de reconciliación tiene importantes consecuencias para los modelos existentes de educación y formación teológica y misional. Dotar a la iglesia de una pedagogía de justicia y una teología pastoral compasiva es tarea exigente tanto por lo que respecta al contenido como por el modo de instrucción. Como cristianos que trabajan en un ministerio de reconciliación continuaremos necesitando el conocimiento del idioma, la cultura y las tradiciones religiosas que nos ayuden a entrar en la experiencia de los otros y servirlos. Sin embargo, es igualmente importante que contemos con una teología y una espiritualidad de reconciliación. Deberíamos obtener juntos una comprensión teológica de la manera cómo Dios efectúa la reconciliación en el mundo y de la participación de los cristianos en ella. La iglesia necesita aprender y enseñar la dinámica y los procesos de la reconciliación y la importancia de las diferentes dimensiones del ministerio de reconciliación: establecer la verdad, sanar la memoria, hacer justicia, recibir el perdón y perdonar a otros. A fin de superar la cultura contemporánea de violencia y oponerse al mito de la violencia redentora, la iglesia debe demostrar en su vida y su testimonio que la justicia y la redención se logran por medio de la resistencia no violenta. Esto exige una espiritualidad de reconciliación que consiste en despojarse de sí mismo y cargar la cruz por la justicia. Tenemos además la responsabilidad de usar y acrecentar los dones espirituales que, utilizados en el espíritu de amor, fortalecen la comunidad y superan la desunión y la enemistad (1 Co. 12:8-10, 13:1-3; véase también Ro. 12:6-10).

  8. El tema principal de la Conferencia Mundial sobre Misión y Evangelización de 2005, "Ven, Espíritu Santo, cura y reconcilia", atrae nuestra atención sobre la misión del Espíritu. Según el Evangelio de San Juan, el Espíritu Santo que procede del Padre, es el parakletos, que nos acompaña en nuestro desgarramiento. El Espíritu, el intercesor, está en el lugar del "intermediario", media entre el Padre, el Hijo y toda la creación. El parakletos es el Espíritu de la verdad que nos conduce a toda la verdad y nos interpreta las enseñanzas de Jesús. El Espíritu Santo nos une a Dios Padre y al Hijo y nos hace parte de la missio Dei de traer vida al mundo. El Espíritu nos enseña a permanecer en Cristo y a amarnos los unos a los otros, testimoniando así el amor de Cristo. En una situación de enemistad, el Espíritu nos consuela y nos da el coraje para hablar y declarar la palabra de Dios. El parakletos consuela el sufrimiento y convence al mundo del pecado y la justicia del juicio de Dios. El Espíritu, que es nuestro consejero, es el Espíritu de paz en un mundo violento (Juan 14:15-16:15).

  9. El parakletos proporciona un modelo y el medio para el ministerio de reconciliación de la iglesia. El Espíritu Santo cura y reconcilia llegando a nosotros para inspirar, iluminar y dar poder. En el Espíritu estamos facultados para afirmar lo que es verdad y al mismo tiempo para discernir lo que es falso y malo. El Espíritu nos une y en el Espíritu disfrutamos de una comunión y una fraternidad verdaderas (2 Co. 13:13). Aunque durante un corto lapso nosotros, y toda la creación, gemimos como una mujer dando a luz, el Espíritu es nuestra partera y cuando la misión esté cumplida creemos que nuestra tristeza se convertirá en gozo ante la nueva vida de reconciliación (Juan 16:20-22; Ro. 8:18-25).

<typohead type="4">La visión final</typohead>

  1. En el final de la Biblia, en el Apocalipsis, San Juan escribe la visión que le dan del nuevo cielo y la nueva tierra, la nueva creación que es el resultado de la obra reconciliadora de Dios en Cristo (Ap. 21:1,5; cf. 2 Co. 5:17-18). La Nueva Jerusalén es la ciudad reconciliada donde habita Dios con su pueblo. En esta ciudad ya no hay duelo ni llanto ni dolor porque se ha hecho justicia; tampoco hay oscuridad ninguna porque todo está en la luz de la gloria de Dios. Por el centro de la ciudad corre el río de la vida para la sanación de las naciones (Ap. 21:1-22:5). Por lo tanto, en el campo de la misión mundial podemos hablar del "oekoumene que vendrá" (He. 2:5 cf. 13:14 y sigs.), como una sociedad abierta, donde puede tener lugar un diálogo honesto entre las culturas de nuestro tiempo. El mundo hoy puede y debe convertirse en una familia, donde todos estén abiertos al "otro" (como están abiertos al Otro Definitivo, es decir Dios) y donde todos pueden compartir una vida común, a pesar de la pluralidad y la diferencia de sus identidades. La reconciliación como un nuevo paradigma de la misión tiene como resultado una nueva manera de entender el término oekoumene y sus derivados (ecumenismo, etcétera). Estos términos ya no se refieren exclusivamente a una universalidad abstracta, como todo el mundo habitado, o toda la especie humana, o incluso una iglesia universal unida. En otras palabras, ya no describen una situación dada, sino relaciones sustanciales -y al mismo tiempo amenazadas- entre iglesias, entre culturas, entre personas y sociedades humanas, y al mismo tiempo entre la humanidad y el resto de la creación de Dios.

  1. Preguntas para estudio y debate posterior

Esteintento de elaborar una teología de la misión comoreconciliación plantea algunas preguntas que requeriránuna atención más detallada. Las enumeramos acontinuación:

  • ¿Cuáles son las consecuencias prácticas de la petición de reconciliación económica?

  • ¿Cuáles son los procesos que pueden traer la reconciliación entre musulmanes y cristianos en el contexto actual?

  • ¿Qué contribuciones hacen el pensamiento y la experiencia pentecostal y carismática a la teología de la misión de reconciliación?

  • ¿De qué maneras puede ayudar más la teología del Espíritu Santo (neumatología) a la práctica de la reconciliación y la reflexión sobre ésta?

  • ¿Cómo transforma la relación de la humanidad con la creación volver a centrarse en la neumatología?

  • ¿Qué cambios sugiere para los paradigmas existentes de misión la misión como reconciliación? En particular, ¿qué significa para la comprensión de la conversión?

  • ¿Cómo se puede comunicar eficazmente la importancia del espíritu de reconciliación en la misión a quienes utilizan métodos misioneros agresivos?

  • ¿Cómo podemos idear maneras apropiadas de preparar a las iglesias locales para que sean comunidades de reconciliación y sanación?

  • ¿Cómo pueden apoyar las iglesias a quienes son especialmente llamados y dotados para el ministerio de reconciliación?

1 Misión y Evangelización. Una afirmación ecuménica, Ginebra, WCC, 1982. Aprobado por el Comité Central del CMI.
2 Mission and Evangelism in Unity Today, Documento Preparatorio Nº 1 de la Conferencia Mundial sobre Misión y Evangelización. Declaración adoptada como documento de estudio por la CMME en el año 2000.
3 Durante la conferencia de Salvador, se realizó una celebración particularmente importante y conmovedora en el muelle Solar do Unhao, el lugar donde atracaban los barcos cargados de esclavos que venían de África. Representantes de origen europeo y africano expresaron arrepentimiento por la participación en el pecado de esclavitud y pidieron perdón. Cf. Jean S. Stromberg, "From Each Culture, with One Voice. Worship at Salvador" en Christopher Duraisingh (ed.), Called to One Hope. The Gospel in Diverse Cultures, Ginebra, WCC, 1998, pp. 166-176.
4 Christopher Duraisingh (ed.), Called to One Hope, op. cit., pp 27 y 28. Actas de compromiso de la conferencia de misión mundial de 1996 celebrada en Salvador de Bahía, Brasil.
5 Mission and Evangelism in Unity Today, op. cit., párr. 39.
6 Ibid., párr. 13.
7 Unidad II del CMI, Iglesias en Misión: Educación, Salud, Testimonio, Documentos preparatorios para el trabajo por sector, Conferencia Mundial sobre Misión y Evangelización, Salvador de Bahía, Ginebra, WCC, 1996, p. 19. Mission and Evangelism in Unity Today, op. cit., párr. 62.
8 como en Sudáfrica.
9 como en Guatemala.
10 el asesinato del Obispo Gerardi en Guatemala después que anunciara los resultados de un informe de este tipo es una prueba horrenda de esto.
11 Como, por ejemplo, las "madres de los desaparecidos" en Argentina.
12 Mission and Evangelism in Unity Today, op. cit., párr. 13.
13 Ibid., párr. 9 y 13.
14 Ibid., párr.14
15 Referencia a John V. Taylor The Go-Between God: the Holy Spirit and Christian Mission, Londres, SCM, 1972.
16 "El reto del proselitismo y la llamada al testimonio común", Anexo C de la Séptima Relación del Grupo Mixto de Trabajo de la Iglesia Católica Romana y el Consejo Mundial de Iglesias, Ginebra-Roma 1998, p. 56, párr. 8 y 9.
17 Mission and Evangelism in Unity Today, op. cit., párr. 7.
18 Por ejemplo, el "Programa Ecuménico de Acompañamiento en Palestina e Israel" tiene como objetivo estar con los palestinos y los israelíes en sus medidas no violentas y en sus esfuerzos concertados de sensibilización para poner fin a la ocupación.
19 Ecumenical considerations for dialogue and relations with people of other religions. Taking stock of 30 years of dialogue and revisiting the 1979 guidelines, Ginebra, WCC, 2003, párr. 28.