Estudio bíblico 6

Néstor O. Míguez

Juan 14:27-31

Traducción: Reina Valera Contemporánea

27 "La paz os dejo, mi paz os doy; yo no la doy como el mundo la da. No dejen que su corazón se turbe y tenga miedo. 28  Ya me han oído decir que me voy, pero que vuelvo a ustedes. Si ustedes me amaran, se habrían regocijado de que voy al Padre, porque el Padre es mayor que yo. 29 Y les he dicho ahora, antes de que suceda, para que cuando suceda, ustedes crean. 30 Ya no hablaré mucho con ustedes, pues viene el príncipe de este mundo, que ningún poder tiene sobre mí. 31 Pero para que el mundo sepa que amo al Padre, hago todo tal y como me lo ordenó. ¡Levántense, vámonos de aquí!

Jesús ofrece una alternativa, una diferencia, un dilema: la paz que ofrece está en contradicción con la paz "como el mundo la entiende". De este modo, él confiere a la palabra paz -de por sí potente y muy elocuente en la tradición israelita- un nuevo significado, un nuevo sentido. Nos deja llenos de preguntas y la tarea de decidir acerca del valor que habrá de tener para nuestras vidas, sabiendo que esa paz nos une a la presencia y el amor de Jesús. Esa paz es su persona, como lo reconoce el Apóstol Pablo: "Porque él es nuestra paz" (Efesios 2:14). Teniendo esto presente, hemos de abordar el estudio de este texto del Evangelio.

El texto en su contexto

Este texto pone fin a la primera parte del discurso de despedida de Jesús, aunque incluye asimismo promesas de su regreso. El versículo 26 afirma la presencia imperecedera del Espíritu Paracleto como una condición para que la memoria viva de Jesús permanezca en la comunidad (Juan 14:26). La despedida no debía ser causa de tristeza, pues es el cumplimiento de la misión de Jesús. Al mismo tiempo, es una forma de preparar a los discípulos a enfrentarse con los dramáticos acontecimientos por venir. Esto explica las palabras que acompañan el don de la paz: "No dejen que su corazón se turbe y tenga miedo" (27).Se trata de la reunión del Padre y el Hijo. El texto pone en evidencia una incipiente doctrina de la Trinidad.

El temor puede ser causado por el príncipe de este mundo, que puede llegar en cualquier momento y eclipsar de forma temporal la presencia del Mesías. El poder del príncipe de este mundo es completamente diferente al poder de Jesús ("Él no tiene poder sobre mí"). Vivir sin miedo es un don de confianza en la presencia mesiánica.

La expresión "príncipe de este mundo" ha sido interpretada de diversas maneras. Muchos comentaristas reconocen en él al demonio, el "padre de la mentira" (Juan 8:44). Es el poder de las tinieblas que se había introducido en el corazón de Judas Iscariote (13:2). Otros ven una referencia al poder del Imperio Romano. De hecho, "príncipe" (arconte) es uno de los títulos de César, que proclamaba ser el soberano de este mundo. Por lo tanto, cuando Jesús se vio confrontado con el poder imperial con ocasión de su discusión con Poncio Pilatos, dijo que su reino -a diferencia del de Pilatos- no era de este mundo, ni impuesto por la fuerza militar (18:36). Si el reino de Jesús fuese como el de César, también hubiera recurrido al uso de la fuerza. Ambas interpretaciones son bastante similares: para muchos, el imperialismo romano manifestaba poderes satánicos.

La palabra clave de este estudio bíblico es la palabra paz (en Hebreo : shalom; en griego: eirene). Shalom es un término muy significativo en la tradición bíblica. El complejo sentido de la palabra hebrea no permite una única traducción. La traducción griega (Septuaginta) tiende a emplear eirene por shalom. Sin embargo, según el contexto, el vocablo se traduce con otras palabras: soteria (salvación, en Génesis 26:31 y en otros lugares, especialmente cuando se refiere a ofrendas sacrificiales), eleos (misericordia, Génesis 43:23); hygiaino (estar sano, en Ex. 4:18; Salmo 25:6).

Shalom se utiliza como saludo que se dirigen los amigos cuando se encuentran diariamente; es una expresión de amistad con la que se recibe al huésped, o cuando un visitante anuncia su llegada. Asimismo se emplea shalom cuando se duerme el sueño de la muerte (Génesis 15:15). Sin embargo, en su sentido profundo, el shalom de Dios tiene que ver con la vida, no con la muerte. Es una proclamación de alegría sobre las mejores cosas de la vida: las imágenes que ilustran la palabra paz en textos hebreos trascienden con mucho el estado de quietud y tranquilidad. La complejidad de estos significados incluye plenitud, bienestar, prosperidad, una vida feliz y bendecida (Salmo 128, a pesar del tono patriarcal, típico de aquel tiempo). La frase con que concluye es un resumen del Salmo 128, y reclama shalom, paz ("Paz a Israel"!").

Por esta misma razón, la paz no es posible en tanto prevalezca la injusticia: no hay paz sin justicia; una requiere la otra (Salmo 85:10). La paz y la justicia son dones de Dios en respuesta a la fidelidad del pueblo de Dios; Se proclaman como la más alta expresión de la voluntad de Dios (Salmo 72:3). La paz es parte de la promesa mesiánica (Isaías 9:7).

Tanto los Salmos como los profetas revelan la infidelidad del pueblo de Dios, especialmente por el hecho de que los poderosos atentan contra la voluntad de Dios, violando el juicio y distorsionando la justicia. Quienes proclaman una falsa paz con el propósito de esconder sus delitos son denunciados (Salmo 28:3). Jeremías dice lo mismo cuando anuncia la inminente destrucción de Jerusalén (6:14). Hay muchos pasajes similares en la Biblia, que son pertinentes para el día de hoy.

En la tradición israelita no hay paz sin bendición; no hay paz cuando quien está en el poder abusa de quienes no tienen poder, o cuando las personas vulnerables se ven privadas de sus bienes. Una y otra vez los profetas y los poetas nos recuerdan que el shalom que Dios nos da no es quietud o inmovilidad, sino que por el contrario exige energía, acción en nombre del propósito divino en la creación, un poder que sustenta la vida. Dios propicia la paz (bienestar, bendición) y los creyentes se comprometen a ser testigos activos de la voluntad de Dios.

Los idiomas occidentales no expresan la misma connotación de la palabra paz. Fuera del contexto bíblico, eirene indica un período sin conflictos, la ausencia de guerra, la concordia entre las personas, las facciones, los pueblos, en virtud de lo cual se mantienen relaciones estables sin agresión. En otras palabras, pasa a ser una virtud la calma o tranquilidad relativas que hacen posible vivir sin conflictos. De ahí que en textos escritos en griego clásico, precristiano, la palabra eirene se acompañe de otros vocablos que completan su sentido: "paz y prosperidad", "paz y seguridad", "paz y honor."

En el tiempo de Jesús la palabra paz era parte de la propaganda imperial. La Pax Augusta justificaba el poder imperial. La divisa imperial corroboraba el hecho de que la Pax Romana era un don (un don impuesto) que Roma ofrecía a otros pueblos. Esta paz se identificó como Pax deorum, el consentimiento de los dioses de bendecir a las legiones romanas con la gloria de la victoria.

El ideal romano de la paz, que han hecho suyos hasta el presente los imperios que se han sucedido, se expresa en el proverbio : "si vis pacem, para bellum" (si quieres la paz, prepárate para la guerra). De esta forma, quienes están en el poder, o los conquistadores, justifican sus perpetuas guerras. Según el historiador romano Tácito (siglos I-II DC), Calgaco, jefe britano, denunció la paz destructiva en el discurso que pronunció antes de su derrota, haciendo notar que los romanos "donde lo arrasan todo, dicen que hacen la paz" (Tácito: Vida de Julio Agrícola, 29-32). "La paz y la seguridad" que ofrecen los gobernantes del mundo aporta, de hecho, violencia y miedo. También Pablo lo expresó claramente en su Primera Epístola a los Tesalonicenses (5:3-5).

Jesús introduce esta distinción: la paz que él ofrece difiere de la paz del mundo, la paz impuesta por el "príncipe de este mundo". Esta paz se basa en la violencia, por lo que no es una paz auténtica. La violencia trajo consigo la muerte del cuerpo de Jesús, el Cristo. Por el contrario, su paz no entraña ninguna expresión de superioridad, imposición de poder, o necesidad de guerra; él se propuso a sí mismo como abundancia de vida para todas las personas, como igualdad amorosa y libertad compartida. No es una mera virtud individual sino una manera de entender el significado y el propósito de la vida humana. Esta paz, ofrecida a todos aquellos que tienen fe en él, hace posible vencer el temor de la paz impuesta por la fuerza de las armas. Es la paz que se logra por el hecho de estar unidos al Padre y a los hermanos y las hermanas como se nos ha encomendado que hagamos: es así como Jesús construye la paz: haciendo lo que el Padre le había mandado.

El saludo que el Resucitado dirige a sus discípulos (Juan 20:19-23) es shalom, una declaración de paz cumplida en tres actos: la vida como don de Dios que es proclamado a todos los pueblos ("así también yo los envío a ustedes"), la presencia del Espíritu Santo que renueva la creación ("reciban el Espíritu Santo"), y el perdón que restaura las relaciones humanas ("A quienes ustedes perdonen los pecados, les serán perdonados").

Al interpretar el significado del mesianismo de Jesús, Pablo saca nuevas conclusiones, y entiende que el Reino de Dios se multiplica en frutos de paz. Este pensamiento se expresa con mayor profundidad en la Epístola a los Efesios (Efes.2:l4-17). Sin embargo, la humanidad (incluida la mayoría de los pueblos cristianos) sigue pensando que separar y reforzar las fronteras es garantía de paz. El camino de la paz de Jesús es dejado de lado en favor de la paz de este mundo.

La última frase de este pasaje es un llamamiento a la acción: "Levántense, vámonos de aquí". La paz no es simplemente un buen discurso reconfortante, sino un testimonio que dar y una tarea que cumplir.

El texto en nuestro contexto

El pasaje que estamos estudiando del Evangelio de Juan también ha sido interpretado como un contraste entre una paz interior, personal, y un sensación de ansiedad de este mundo. Aunque la dimensión personal de la paz como un don divino es parte de este mensaje, es diferente de "la paz del mundo" que mantiene unidas varias dimensiones de la paz mesiánica (incluidos sus aspectos social y político).

La oposición que Jesús establece entre su paz y la del mundo no pertenece a tiempos pasados: la idea de que la paz se impone por medio de la superioridad militar, o que puede garantizarse por medio de una "guerra preventiva" (como si una guerra "preventiva" no fuese ya una guerra) aún domina la política internacional. La exacerbación de la represión, y la creencia de que la fuerza disuasiva puede reemplazar el diálogo o la búsqueda de la justicia y la equidad ha sido una reiterada falacia que nunca trajo paz; por el contrario, desemboca en un nuevo conflicto. Sin embargo, la arrogancia de los imperios, de sus aliados y sus protegidos les impide ver las deshumanizadoras consecuencias de esas actitudes.

Antes de la conquista colonial, los indígenas de América se saludaban unos a otros deseándose la paz. Los guaraníes decían sauidi, mostrando sus manos sin armas; los Sioux invitaban a sus huéspedes a fumar la pipa de la paz. Esto no impidió que ambos pueblos fuesen atacados por los invasores cristianos que vinieron a traer su "paz". ¿Cuán creíble puede ser el mensaje cristiano de paz para estos pueblos, y para otros que padecieron experiencias similares? El cristianismo tiene una historia que niega las afirmaciones centrales de su fe. No podemos ignorar la historia ni los hechos como si no hubiesen ocurrido.

"Haon ren ping an" (好人平安) es una expresión usada frecuentemente en la cultura china. Significa literalmente "Paz para una buena persona". Afirma que una buena persona vive en paz, armonía y seguridad. Es una expresión clásica, también representada artísticamente por la caligrafía china tradicional, y a menudo colgada en las paredes de los hogares chinos. Según el idioma coreano, la idea de paz está vinculada al compartir y a la igualdad, con un sentido de comunión. De ahí que diferentes culturas hayan buscado distintas expresiones de paz.

Hoy, en el mundo creado y permanentemente amado por Dios, prevalece la violencia física y simbólica. La codicia y el orgullo, que distan mucho de la paz y la justicia de Dios, son actualmente mucho más poderosos. En consecuencia, el clamor por paz debe buscarse en el dolor de los vencidos, de quienes son víctimas de la discriminación y la violencia. La paz del imperio costó la vida de Jesús; costó las vidas de muchos de sus discípulos y de miles de personas inocentes. Y sigue siendo así. La palabra clave de los nuevos imperios y de su justificación ideológica es precisamente la paz que pretenden imponer, cuyo resultado final es la destrucción y la guerra.

Carlos Mesters dice que el evangelio es una "flor sin defensa". Y es en eso precisamente que pensamos sobre la paz frente a las potencias beligerantes que causan pobreza y discriminación en todo el mundo. Un soldado que muere (porque había ido a matar) es un héroe, pero a los civiles inocentes, víctimas de los bombardeos, se los considera "daños colaterales". De hecho, es la paz la que ha sido víctima de los bombardeos. Las palabras del profeta resuenan nuevamente, cuando se otorgan premios de la paz a quienes apoyan la guerra. Guerras e injusticia provocan horror y miedo, pese a lo cual estamos llamados a ser testigos fieles de la paz de Dios en el mundo de hoy.

Preguntas para reflexión y debate

1. ¿Cómo podemos identificar en nuestra vida diaria, en nuestras comunidades de fe, senderos que conduzcan a la auténtica "paz de Cristo"?

2. ¿En qué medida ha influido la violencia a nivel mundial en la violencia que vivimos a nivel local?

3. En una sociedad de consumo es inevitable que se manifieste la ansiedad; ¿puede "la paz de Cristo" aportar una respuesta a esa situación?

4. ¿Cómo pueden nuestras iglesias mostrar signos de arrepentimiento por las diversas formas en las que han fomentado la violencia (racial, de género, colonial) a lo largo de la historia y en la actualidad?

5.  "La paz es una flor sin defensa"; sin embargo produce simientes. ¿Cómo sembrar la semilla de paz en nuestros hijos y en la juventud?

Oración

Dios, danos valor

para denunciar la falsa paz del mundo

y anunciar la paz que nos hace íntegros en tu presencia.

Dios de la vida, por tu gracia,

haznos testigos de tu paz

y guíanos a la justicia y la paz. Amén.

El autor:

Néstor O. Míguez es profesor de Biblia en el Instituto Universitario ISEDET, en Buenos Aires, Argentina.