Declaración de los secretarios generales del Consejo Mundial de Iglesias, el Rev. Dr. Olav Fykse Tveit, y del Consejo Nacional de las Iglesias de Cristo en los Estados Unidos, Jim Winkler

Consulta sobre Tierra Santa del CNI y el CMI
14 de septiembre de 2016

A ningún pueblo se le deben negar sus derechos y, desde luego, a ningún pueblo se le deben negar sus derechos durante generaciones. El conflicto sin resolver entre Israel y Palestina trata fundamentalmente de la justicia y, hasta que no se cumpla el requisito de la justicia, no se puede establecer la paz. Ahora que la ocupación de Jerusalén Oriental, la Ribera Occidental y Gaza por parte de Israel se acerca a los cincuenta años, son generaciones las que han estado sufriendo esta realidad. Las posibilidades de una solución viable de dos Estados, por la que hemos abogado durante mucho tiempo, son más difíciles y, según parece, menos realistas que nunca antes.

La crisis de Israel y Palestina ha reunido a representantes del Consejo Mundial de Iglesias y del Consejo Nacional de las Iglesias de Cristo en los Estados Unidos en una importante consulta en Arlington (Virginia) del 12 al 14 de septiembre de 2016. Más de sesenta representantes de iglesias y organizaciones relacionadas con las iglesias de todo el mundo se reunieron porque oímos los clamores de todos los que ansían la paz y la justicia en la tierra que llamamos santa. Hemos valorado especialmente la participación de los asistentes palestinos, indígenas de los Estados Unidos, sudafricanos e israelíes que han compartido sus ideas y las experiencias vividas.

Aunque esta consulta se ha centrado en el conflicto palestino-israelí, sabemos que tiene lugar en el contexto de una región asediada por la guerra y la violencia, y somos conscientes de las distintas situaciones que se producen en todo Oriente Medio.

Cincuenta años es también un hito en términos del año jubilar bíblico, recordándonos a todos la necesidad de buscar el momento adecuado para restablecer la justicia a fin de que las personas puedan vivir. “El año cincuenta será declarado año sagrado, y ustedes anunciarán la libertad para todos los habitantes del país. Será para ustedes un año de jubileo, y cada uno de ustedes volverá a su familia y a su patrimonio familiar” (Levítico 25:10, RVC).

Somos bien conscientes de que ninguna persona, grupo de personas o gobierno está libre de culpa, que muchos han cometido crímenes y depredaciones durante muchos años, pero es necesario romper el ciclo de la violencia. Se ignora con demasiada frecuencia la violencia estructural y permanente contra todo un pueblo. Pero mantener a una población entera bajo la ocupación e incluso en un área cerrada, como es el caso de Gaza, en condiciones similares a las carcelarias es una situación grave e insostenible. También somos muy conscientes de que Israel es la fuerza de ocupación y tiene poder de mando sobre el pueblo de Palestina y, por eso, tiene la responsabilidad especial de tomar la iniciativa.

“Bienaventurados los pacificadores, porque ellos serán llamados hijos de Dios” (Mateo 5:9, RVC). Esto no es retórica vacía empleada por Jesús de Nazaret. Realmente quienes sigan el sendero de la paz serán bendecidos en el reino de los cielos y prometemos apoyar a todos los que intenten poner fin a este conflicto.

Exigimos que se ponga fin a la ocupación y a los asentamientos en territorios ocupados, con todas sus dimensiones graves y degradantes para el pueblo palestino, pero también para Israel y el conjunto de la región. Pedimos el pleno respeto y protección de los defensores de los derechos humanos, pedimos el derecho a decir la verdad, a manifestar preocupación y a adoptar medidas democráticas y no violentas por la justicia y la paz. Estamos profundamente preocupados por las medidas legislativas y de otra índole de Israel destinadas a restringir el trabajo de las organizaciones de desarrollo y de derechos humanos palestinas e israelíes, así como por la falta de transparencia con respecto a las investigaciones de que son objeto las organizaciones humanitarias (también religiosas) internacionales en la Franja de Gaza y sus posibles consecuencias negativas para prestar la ayuda que esta zona sitiada necesita urgentemente.

En esta consulta, nos hemos centrado específicamente en las graves repercusiones para los niños y los jóvenes, y en particular en el uso de la detención administrativa y el inaceptable uso de la reclusión en régimen de aislamiento de niños palestinos.

Nos hemos reunido aquí en la capital de los Estados Unidos y, por consiguiente, exigimos a los Estados Unidos que:

  • Pongan fin a su práctica de armar a distintos actores estatales y no estatales en Oriente Medio y, en particular, reconsideren el paquete de ayuda militar propuesto a Israel por valor de 38 000 millones de dólares, ya que lo último que se necesita en este momento son más armas.
  • Acaben con la actual oleada de esfuerzos legislativos para penalizar el uso de medidas económicas no violentas cuyo objetivo es influenciar la política de Israel.

Las iglesias han usado estrategias de este tipo para promover los derechos de las personas e impulsar la causa de la justicia a escala tanto nacional como internacional durante muchos años, incluyendo el boicot de autobuses de Montgomery, el apartheid en Sudáfrica y, en la actualidad, el apoyo a la Coalición de Trabajadores de Immokalee.

Nos hemos reunido en los Estados Unidos y nos hemos encontrado aquí con representantes del gobierno de este país porque los Estados Unidos tienen un enorme poder para apoyar el statu quo o tomar medidas audaces en favor de la paz. De modo similar, las iglesias de los Estados Unidos tienen un inmenso potencial, que debe movilizarse, para exigir al gobierno estadounidense que haga mucho más para garantizar una paz justa y duradera para Israel y Palestina.

En efecto, la religión se ha usado con demasiada frecuencia para justificar la ocupación. Los cristianos, los judíos y los musulmanes han usado con demasiada frecuencia la religión para promover el odio y la violencia. De manera similar, hemos visto que la religión se usaba mal en muchísimas otras circunstancias y vemos paralelismos entre la crisis de Israel y Palestina y las luchas por la justicia racial en los Estados Unidos y la lucha contra el apartheid en Sudáfrica.

El Consejo Mundial de Iglesias es una comunidad mundial de iglesias que siguen el llamamiento del Príncipe de paz de trabajar por la paz justa en muchos contextos del mundo. La mayoría de las veces esto significa solidarizarse con personas del mundo entero que sufren opresión y violencia. El Consejo Nacional de las Iglesias de Cristo en los Estados Unidos (www.nationalcouncilofchurches.us) continúa formando parte de este movimiento ecuménico por la unidad, la justicia y la paz.

La situación actual en Israel y Palestina exige medidas urgentes. No se puede mantener a un pueblo entero sometido a presiones y violencia durante muchos años y no esperar una reacción violenta. No apoyamos la violencia, pero sabemos que la gente está perdiendo la esperanza y la fe en la eficacia de los medios no violentos.

Animamos a nuestras iglesias a celebrar la próxima Semana Mundial por la Paz en Palestina e Israel del 18 al 24 de septiembre (www.oikoumene.org), y a participar en las actividades por una paz justa en el venidero año de jubileo.

Como seguidores de Cristo y como pueblo de la tradición abrahámica, el continuo odio y animadversión entre los judíos, los cristianos y los musulmanes nos dañan espiritualmente, y anhelamos una nueva era de paz, armonía y cooperación para que la tierra que todos llamamos santa sea compartida y cuidada por todos los que viven en ella. “Contra toda esperanza, Abrahán creyó para llegar a ser padre de muchas naciones, conforme a lo que se le había dicho: ‘Así será tu descendencia’” (Romanos 4:18, RVC).

- Rev. Dr. Olav Fykse Tveit, secretario general del Consejo Mundial de Iglesias

- Jim Winkler, presidente y secretario general del Consejo Nacional de las Iglesias de Cristo en los Estados Unidos