Marzo de 2004

Queridos hermanos y hermanas en Cristo:

“Bendito el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, que según su gran misericordia nos hizo renacer para una esperanza viva, por la resurrección de Jesucristo de los muertos” (1 P 1:3).

¡Cristo ha resucitado!

Este año esta gozosa exclamación será pronunciada simultáneamente por todas las iglesias cristianas, porque las dos tradiciones cristianas de Oriente y de Occidente celebrarán la Pascua el mismo día.

Consideramos esta coincidencia de fechas como un verdadero regalo y una bendición del Señor Resucitado a su pueblo y a su iglesia, y confesamos humildemente el fracaso de nuestros esfuerzos por tener una celebración común de esta “fiesta de fiestas” y un testimonio común de la resurrección de nuestro Señor en el mismo día.

Nuestra esperanza es que las iglesias y los cristianos de todo el mundo se unan en la oración y la celebración para marcar esta rara ocasión de una Pascua el mismo domingo en todas partes.

Nuestra esperanza – y nuestra ferviente oración al Señor Resucitado – es que la celebración común de este año estimule a las iglesias y a los cristianos para revivir y acelerar sus esfuerzos hacia un consenso para celebrar juntos y permanentemente en un mismo día la resurrección de Cristo.

Prometemos que el Consejo Mundial de Iglesias continuará invitando a las iglesias a colaborar a este respecto y expresamos nuestra gratitud a todas aquellas iglesias que se han invitado recíprocamente como una manera particular de marcar esta ocasión.

En medio de tantas atrocidades cometidas sin recato por los poderes del pecado y de la muerte, alabamos a Dios porque la pasión y la resurrección de nuestro Señor hacen posible que Dios penetre con fuerza en todo lugar en que hay un sufrimiento humano y lo transforme en fuente de esperanza y de vida.

En medio de tantos actos de injusticia y violencia que desfiguran a los seres humanos y a la creación, alabamos a Dios porque en la resurrección de Cristo la oscuridad se transforma en luz, la muerte en vida, el odio en reconciliación, el pecado en perdón, el reino del mal en reino de Cristo.

En medio de tanto sufrimiento personal y colectivo, físico y sicológico, alabamos a Dios porque el desvalimiento de Cristo en la cruz comunica el auténtico amor de Dios a todo el mundo y el amor transformador de Dios a todos y cada uno de los seres humanos, mientras que la resurrección se convierte en fuente de renovación y transformación constante del mundo por las realidades venideras del futuro de Dios.

¡Cristo ha resucitado! En la gloriosa resurrección de Cristo “la muerte ha sido devorada en la victoria” (1 Cor 15:54). La resurrección de Cristo es un nuevo éxodo, la liberación para los oprimidos, el consuelo para los perseguidos, la plenitud para los perseguidos, la exaltación para los humillados, la esperanza para los desesperados.

Las mujeres seguidoras de Jesús nos dan ejemplo: se atreven cuando los apóstoles temen; actúan valientemente cuando los apóstoles están paralizados por sus dudas; enjugan sus lágrimas y van a proclamar la buena noticia al mundo.

¡Cristo ha resucitado! Que la luz de la resurrección brille para todos nosotros.
¡Cristo ha resucitado! Que la alegría de la resurrección llene nuestras vidas.
¡Cristo ha resucitado! Que la celebración común de la resurrección renueve nuestra voluntad de afirmar de la unidad del Cuerpo de Cristo, la Iglesia.

Samuel Kobia
Secretario General