Preparados conjuntamente por el Consejo Pontificio para la Promoción de la Unidad de los Cristianos y la Comisión Fe y Constitución del Consejo Mundial de Iglesias.

Traducción preparada por la Comisión para las relaciones interconfesionales de la Conferencia Episcopal Española

Todos seremos transformados por la victoria de nuestro Señor Jesucristo
(cf. 1 Co 15,51-58)

Véase la versión completa del folleto anual 2012 (pdf, más abajo)

Introducción al tema del año 2012

Los materiales de la semana de oración por la unidad de los cristianos de 2012 han sido preparados por un grupo de trabajo compuesto por representantes de la Iglesia católica-romana, la Iglesia ortodoxa y las Iglesias vetero-católicas y protestantes, presentes en Polonia. Después de largas discusiones, en las que participaron representantes de diversos círculos ecuménicos de Polonia, se decidió centrarse en un tema que concierne al poder transformador de la fe en Cristo, tema muy en relación con nuestra oración por la unidad visible de la Iglesia, Cuerpo de Cristo. Esto se fundamenta en las palabras de San Pablo a la Iglesia de Corinto, que habla del carácter temporal de nuestra vida presente (con toda su dimensión aparente de "victoria" y de "derrota"), en comparación con el don que se nos da por la victoria de Cristo en el misterio pascual.

¿Por qué este tema? La historia de Polonia ha estado marcada por una serie de derrotas y victorias. Se puede mencionar las invasiones, las particiones, la opresión de parte de poderes extranjeros y de sistemas hostiles. El esfuerzo permanente por superar toda esclavitud y el deseo de libertad son las características de la historia polaca que han conducido a cambios significativos en la vida de la nación. Y así, donde hay victoria hay perdedores que no comparten la alegría y el triunfo de los ganadores.  Esta particular historia de la nación polaca ha llevado al grupo ecuménico que ha preparado los materiales de este año para reflejar más profundamente lo que significa "ganar" y "perder", especialmente dada la forma en la que el lenguaje de la "victoria" se entiende frecuentemente en términos triunfalistas. Sin embargo, Cristo nos muestra una manera muy diferente.

En 2012 se celebrará el campeonato europeo de fútbol en Polonia y Ucrania. Esto nunca hubiera sido posible en años anteriores. Para muchos esto es un signo de otra "victoria nacional", que cientos de millones de aficionados esperen ansiosamente noticias de equipos ganadores que jugarán en esta parte de Europa. Este ejemplo puede llevarnos a considerar la situación de quienes no ganan no sólo en el deporte sino también en sus vidas y comunidades: a quienes constantemente sufren derrotas se les niega la victoria debido a diversas condiciones y circunstancias. La rivalidad es una característica permanente no sólo en el deporte, sino también en la vida política, empresarial, cultural, incluso eclesial.

Cuando los discípulos de Jesús discutían sobre "quién era el más importante" (Mc 9,34), generaba fuerte polémica. Pero la respuesta de Jesús fue muy simple: "si alguno quiere ser el primero, colóquese en último lugar y hágase servidor de todos" (Mc 9,35). Estas palabras hablan de victoria a través de servicio mutuo, ayudando, aumentando la autoestima de los "últimos", los olvidados, los excluidos. Para todos los cristianos, la mejor expresión de ese servicio humilde es Jesucristo, en su victoria sobre la muerte y la resurrección. Es en su vida, su acción, su enseñanza, su sufrimiento, su muerte y su resurrección donde deseamos buscar, hoy, una vida vigorosa de fe que se traduce en un compromiso social dentro de un espíritu de humildad, servicio y fidelidad al Evangelio. Y, además de conocer el sufrimiento y la muerte que estaban por llegar, Jesús oró por sus discípulos, para que  sean uno y el mundo crea. Esta "victoria" no es posible sin la transformación espiritual y la conversión. Por esta razón consideramos que el tema de nuestras meditaciones pueden ser esas palabras del Apóstol de las Naciones. Se trata de lograr una victoria que integre a todos los cristianos a través del servicio de Dios y del prójimo.

En esta oración y esfuerzo por la plena unidad visible de la Iglesia es como nosotros mismos, y aquellas tradiciones a las que nosotros pertenecemos, serán cambiadas, transformadas y conformadas a Cristo. La unidad por la que oramos podrá exigir la renovación de algunas formas cotidianas de vida eclesial. Se trata de una visión emocionante. Nosotros oramos por una unidad que no es una noción "cómoda" de amistad y cooperación. Es una unidad que requiere una voluntad de dejar la competencia entre nosotros. Tenemos que abrirnos unos a otros, dar y recibir los dones en intercambio, con el fin de poder verdaderamente entrar en la nueva vida propuesta por Cristo, que es la única verdadera victoria.

Hay sitio para todos en el plan de salvación de Dios. A través de su muerte y resurrección, Cristo abarca a todos, independientemente de ganadores o perdedores, "para que todo el que cree en él tenga la vida eterna" (Jn 3,15). También podemos participar en su victoria. Basta con creer en Él, y será más fácil vencer el mal con el bien.