No nos cansemos, pues, de hacer el bien; porque a su tiempo cosecharemos, si no desfallecemos. (Gálatas 6, 9)

Estimados hermanos y hermanas en Cristo,

Nosotros, los miembros del Comité Central del Consejo Mundial de Iglesias (CMI) y los asociados ecuménicos aquí presentes, nos dirigimos a usted como sus compañeros de peregrinación en nuestro viaje por la justicia y la paz. En las deliberaciones orantes mantenidas durante nuestra reunión en Trondheim (Noruega) reafirmamos con alegría que el amor de Dios es para todas las personas, independientemente de su estado serológico. Se nos recordó la profundidad y la amplitud de la respuesta de las iglesias al VIH desde el comienzo de la pandemia y podemos afirmar que caminamos junto a quienes viven con el VIH en nuestras comunidades de fe y fuera de ellas. El amor de Cristo nos pide que vayamos un paso más allá de lo que es cómodo o conveniente, sobre todo para llegar a quienes viven en los márgenes de la sociedad y de nuestras teologías.

Este es un año importante en la respuesta mundial a la pandemia gracias a la formulación de respuestas mediante los nuevos Objetivos de Desarrollo Sostenible para hacer frente a las enormes injusticias que padecen nuestras comunidades y el resto del mundo. Una nueva declaración política de las Naciones Unidas sobre el VIH ha anunciado la determinación de los gobiernos de intensificar sus esfuerzos para acabar con el sida; pero por sí solos esos esfuerzos no bastan.

Como Consejo Mundial de Iglesias, junto con nuestros asociados ecuménicos y todas las personas de buena voluntad, estamos en la obligación de contribuir a poner fin al sida para el año 2030. Para nosotros, eso implica acompañar a las personas y a las comunidades que son vulnerables al VIH o viven con él cada día, cada mes y cada año hasta que se haya vencido la batalla contra el sida.

Recordar y reflexionar

  1. La pandemia del VIH ha cumplido ya su cuarta década. Desde 1984 el CMI ha participado activamente en la respuesta a la pandemia, promoviendo la reflexión entre las iglesias miembros, proporcionando acompañamiento pastoral y fomentando la sensibilización y la acción. En 1986 el Comité Ejecutivo del CMI hizo la siguiente declaración profética: “La crisis del sida nos desafía profundamente a que seamos Iglesia en obras y en verdad: a que seamos Iglesia como comunidad de sanación. El sida es una enfermedad que desgarra el corazón y reta a las iglesias a desgarrar sus propios corazones y a arrepentirse de su inacción y de sus rígidos moralismos”. El Comité Ejecutivo destacó y apoyó asimismo los esfuerzos de toda la comunidad de médicos e investigadores para luchar contra la enfermedad.[1]
  2. En 1996 el Comité Central del CMI pidió a las iglesias que reconocieran los vínculos que existen entre el sida y la pobreza, que promovieran medidas en favor de un desarrollo justo y sostenible, y que prestaran especial atención a las situaciones que aumentaban la vulnerabilidad al sida. En particular, el Comité pidió a las iglesias que apoyaran a las mujeres que luchaban por obtener el respeto de su dignidad y por hacer valer sus capacidades en todas sus dimensiones; se les recordó que debían educar e implicar a los jóvenes y a los hombres para prevenir la propagación del VIH. Asimismo, se instó a las iglesias a esforzarse en comprender mejor el don de la sexualidad humana en el contexto de la responsabilidad personal, de las relaciones, de la familia y de la fe cristiana. El Comité Central pidió a las iglesias que hicieran frente a la pandemia del consumo de drogas, al papel que desempeña en la difusión del VIH/SIDA, y que tomaran medidas en el ámbito local por lo que respecta a la asistencia, la desintoxicación, la rehabilitación y la prevención.[2]
  3. 3. La reunión del Comité Central del CMI, el 6 de septiembre de 2006, en Ginebra, examinó la labor del movimiento ecuménico en relación con el VIH y renovó el compromiso de las iglesias de ser más compasivas y competentes en su respuesta al VIH y al sida. El Comité Central del CMI también exhortó a las comunidades religiosas a luchar por que los tratamientos antirretrovirales, así como el tratamiento de otras infecciones oportunistas, fueran accesibles y asequibles a todos. Se estimuló a los dirigentes de las iglesias a desempeñar su función de defensores de políticas justas y a hacer que los gobiernos se hicieran responsables de sus promesas.[3] En ese año 2016, se relató el camino ecuménico con el VIH desde 1984 en el libro La pasión y la compasión, el camino ecuménico con el VIH. (en inglés)
  4. El VIH ha sido y sigue siendo un gran maestro para todos los sectores de la sociedad.[4] Ha sido ampliamente reconocido que la respuesta dada no tiene precedentes. Las personas infectadas por el VIH han desempeñado un papel fundamental en esa respuesta y han demostrado que el liderazgo y la participación de los principales afectados es fundamental para hacer frente a sus causas profundas y para aplicar soluciones eficaces. La pandemia ha arrojado luz sobre las múltiples causas profundas y las injusticias que hay detrás del VIH, entre ellas, la estigmatización, la discriminación, la violencia sexual y de género, las desigualdades de género, el abuso de poder y la traición de la confianza. Las disparidades económicas promueven y perpetúan entornos sociales perniciosos donde prospera la transmisión del virus. En la respuesta al VIH se han hecho importantes esfuerzos para centrarse en las personas y en sus necesidades, y se han obtenido resultados extraordinarios en materia de prevención, tratamiento, atención y apoyo gracias a una colaboración sin precedentes entre todos los sectores de la sociedad. La pandemia ha renovado el reconocimiento de que la fe desempeña un papel decisivo en la salud y en la curación, y también el reconocimiento de que la salud es un derecho humano.
  5. En la actualidad, casi 16 millones de personas reciben tratamiento. Este gran éxito es fruto de la concertación de los esfuerzos de todos los sectores y de su dedicación para alcanzar el sexto Objetivo de Desarrollo del Milenio de las Naciones Unidas. No obstante, aún queda mucho para superar la pandemia del VIH.
  6. Hoy por hoy, el VIH sigue siendo uno de los ámbitos que más urgentemente requieren intervención. Actualmente hay 21 millones de personas que no tienen acceso al tratamiento del VIH, y casi la mitad de los 37 millones de personas con VIH ni siquiera saben que son VIH-positivas. Las enfermedades relacionadas con el sida son la principal causa de muerte entre los adolescentes en África. La cifra total de 30 millones de muertes relacionadas con el sida aumenta cada año en más de un millón. Además, se producen más de 2 millones de nuevas infecciones cada año, de las cuales 5.000 son chicas jóvenes y mujeres que contraen la infección por el VIH cada semana en África meridional. Nos enfrentamos a la catastrófica cifra de 6 millones de huérfanos por fallecimientos relacionados con el sida, y esa cifra sigue creciendo. A pesar de todos los avances médicos en la prevención de la transmisión maternoinfantil, 220 000 niños se infectaron del VIH en 2014. Los niños con VIH tienen mucho menos acceso al tratamiento que los adultos. Otros datos muestran que, en el contexto mundial, 1,6 millones de personas con VIH se vieron afectadas por emergencias humanitarias durante el año 2013, en particular por situaciones de violencia y conflicto, encontrándose más del 80% de los afectados en el África subsahariana. Estas estadísticas, que encierran historias nunca contadas de pérdida, dolor y penurias increíbles, son intolerables y exigen una respuesta de fe sostenible por parte de la comunidad religiosa.
  7. Desde el comienzo de la pandemia, reconocemos que algunas de las respuestas de la comunidad religiosa –como las reacciones de la sociedad en general– han sido contraproducentes para la respuesta por exacerbar la estigmatización, fomentar la desinformación y no pronunciarse ante situaciones de vulnerabilidad. Reconocemos, no obstante, que las iglesias y sus servicios relacionados con la salud han prestado atención, tratamiento y apoyo de forma compasiva y, a menudo, a los pobres y a los más vulnerables. En el transcurso de los años, las iglesias miembros del CMI, sus instituciones teológicas y asociados ecuménicos han proporcionado asimismo un liderazgo vital en reflexiones teológicas y bíblicas contextuales, así como en la producción y distribución de literatura teológica, liturgias y manuales. A través de su respuesta multifacética, las iglesias han proclamado que el VIH no es solo un problema médico, sino una realidad social que requiere profundos fundamentos bíblicos y teológicos, así como teologías dadoras de vida que encarnen la justicia, la curación, la paz y la plenitud de la vida.
  8. El movimiento ecuménico se ha dedicado a la causa del VIH y sigue haciéndolo a través de múltiples formas de compromiso con el VIH, que van desde el acompañamiento a la reflexión, la adopción de medidas y la sensibilización. Dos iniciativas ecuménicas del CMI de vital importancia son la Alianza Ecuménica de Acción Mundial (AEAM) y las Iniciativas Ecuménicas y Acción Mundial sobre el VIH/SIDA (EHAIA, por sus siglas en inglés) (2002).
  9. El CMI-EHAIA se ha centrado en el acompañamiento y en la creación de capacidad. Su objetivo es promover entre las iglesias las competencias y las actividades de concientización en materia de VIH y colaborar con instituciones teológicas para integrar el VIH en los planes de estudios teológicos. El CMI-EHAIA publica literatura teológica que promueve las teologías de afirmación de la vida y aborda las causas profundas de la vulnerabilidad al VIH –en particular las desigualdades de género y la violencia sexual y de género– y fomenta el diálogo intergeneracional sobre el sexo y la sexualidad. La utilización de estudios bíblicos contextuales ha constituido un método fundamental.
  10. El CMI-AEAM es una red internacional de iglesias y organizaciones eclesiales dedicadas a defender juntas causas comunes. En el momento de su fundación, se determinó que el VIH era uno de los dos asuntos más urgentes que requerían una labor de sensibilización a escala mundial. Su campaña sobre el VIH, llamada “Live the Promise” (Vive la promesa), aborda la estigmatización y la discriminación, defiende el acceso universal al tratamiento, lucha contra las barreras políticas y legales que limitan el acceso al tratamiento y privan a las personas con VIH de sus derechos, promueve una asignación de recursos suficiente y sostenible, y alienta a gobiernos e iglesias a rendir cuentas. La alianza prepara a las iglesias y vela por que dispongan de la capacidad que tanto se necesita para llevar a cabo semejante labor.
  11. El movimiento ecuménico también se ha preocupado de aumentar la participación decisiva de las personas con VIH en todos los debates relacionados con el virus, en la formulación de políticas y en la ejecución de programas. El CMI elaboró en 2005 una política para los lugares de trabajo con el fin de ayudar a las iglesias miembros y a las organizaciones ecuménicas a actualizar sus políticas de manera que las personas con VIH estén protegidas en las instituciones y organizaciones vinculadas a las iglesias.[5] Reconociendo la necesidad y la importancia de que las personas que viven con VIH creen sus propias organizaciones, grupos y redes, tanto en los contextos seculares como en los religiosos, el movimiento ecuménico apoyó la formación y desarrollo de la Red africana de líderes religiosos que viven con o están personalmente afectados por el VIH y el sida (ANERELA +), y más tarde, de la Red internacional de líderes religiosos que viven con o están personalmente afectados por el VIH y el sida (INERELA+). El CMI también ha elaborado material de información general y directrices para las iglesias miembros y organizaciones ecuménicas que ha sido de vital importancia para prepararlas para establecer vínculos con redes de personas con el VIH.[6]

Llamamiento a la acción

Es fundamental que las iglesias miembros del CMI y sus asociados ecuménicos redoblen sus esfuerzos para atajar las causas principales de la transmisión del VIH/SIDA y continúen con su labor de sensibilización, acompañamiento y apoyo espiritual a las personas que viven con el VIH. Desde que las iglesias participaran en el proceso de formulación de los objetivos de desarrollo sostenible, adoptados en septiembre de 2015, las Naciones Unidas han trazado un mapa claro para acabar con el sida para el año 2030. Para lograrlo se han establecido objetivos intermedios para el año 2020. Estos objetivos incluyen que al menos el 90% de las personas infectadas por el VIH conozcan su estado serológico; que el 90% de quienes conocen su estado reciban tratamiento; y que el 90% de quienes reciban tratamiento tengan una carga vírica indetectable; es decir, que prácticamente no exista riesgo alguno de transmisión del virus. Es por tanto de vital importancia que aumenten los servicios en los próximos cuatro años, pues esos objetivos no podrán alcanzarse sin un apoyo y una movilización significativos de la comunidad religiosa.

La comunidad internacional, consciente del papel fundamental que desempeña la respuesta de las religiones, ha instado a las comunidades religiosas a responder con un sentido de urgencia renovado. Como personas religiosas, también nosotros estamos llamados por Dios para procurar “vida en abundancia” al pueblo de Dios. Estamos obligados por nuestro compromiso con Dios y con su pueblo a prestar atención a estos llamamientos.

En nuestra peregrinación de justicia y paz, hacemos un llamamiento a las iglesias miembros del CMI, a las organizaciones ecuménicas y a las personas de buena voluntad a:

Predicar con el ejemplo:

  1. haciéndose análisis de detección del virus;
  2. viendo a Dios en el prójimo y, sobre todo, en las personas que viven en los márgenes de la sociedad;
  3. viviendo vidas que respeten la dignidad de los débiles y los vulnerables;
  4. creando espacios de gracia seguros en nuestras iglesias y comunidades donde las personas se sientan acogidas, protegidas, apoyadas y aceptadas;
  5. trabajando en estrecha colaboración con los profesionales de la salud cristianos.

Servir a los necesitados:

  1. proporcionándoles conocimientos y creando un entorno que permita a las personas de todas las edades protegerse de la infección;
  2. ofreciendo una atención integral que incluya la asistencia pastoral, médica, nutricional y espiritual;
  3. creando instalaciones sanitarias y educativas acogedoras y espacios seguros para quienes viven con el VIH o son vulnerables al virus.

Usar nuestra voz profética:

  1. hablando en nombre de quienes padecen la injusticia y la exclusión;
  2. enfrentándonos a la estigmatización y la discriminación en todos los niveles de la sociedad, en particular en nuestras propias iglesias;
  3. fomentando una teología y una práctica eclesiástica que afirme una buena comprensión holística de la sexualidad y de las relaciones humanas;
  4. denunciando las leyes que generan vulnerabilidad al VIH;
  5. exigiendo a los gobiernos que asuman la responsabilidad de perseguir los objetivos de desarrollo sostenible y de cumplir con los compromisos adquiridos mediante la Declaración Política sobre el VIH/SIDA de las Naciones Unidas de 2006;
  6. luchando por un mayor acceso a unos servicios integrales de prevención, tratamiento, asistencia y apoyo en materia de VIH;
  7. exigiendo a las empresas e industrias que desarrollen sus actividades moralmente y den acceso a técnicas diagnósticas y tratamientos de calidad asequibles para todos.

Nos comprometemos a estas acciones como individuos e interlocutores ecuménicos presentes en el Comité Central del CMI, oramos confiando en la sabiduría y la fuerza del Dios de la Vida, y les pedimos que se unan a nosotros en este empeño. “Somos una comunidad en movimiento, una comunidad de peregrinos. Juntos caminamos hacia la vida en toda su plenitud. Oramos por que Dios nos guíe e inspire, de forma que nuestra peregrinación nos abra los unos a los otros por medio de una interacción creativa y dinámica a favor de la justicia. ¡Dios de vida, condúcenos a ser instrumentos vivientes de tu justicia y tu paz!”[7]



[1]"El sida y las Iglesias" Declaración del Comité Ejecutivo del CMI, Reykjavik (Islandia) 15 a 19 de septiembre de 1986 www.oikoumene.org/en/resources/documents/executive-committee/1986/aids-… (en inglés)

[2] 'Los efectos del VIH/SIDA y la reacción de las iglesias, 30 de septiembre de 1996, declaración aprobada por el Comité Central del CMI sobre la base del estudio efectuado por el Grupo Consultivo del CMI sobre el SIDA. https://www.oikoumene.org/es/resources/documents/programmes/justice-diakonia-and-responsibility-for-creation/ehaia/central-committee-statement

[3] Comité Central del CMI, 6 de septiembre de 2006, Declaración sobre la respuesta compasiva de las iglesias al VIH y al SIDA https://www.oikoumene.org/es/resources/documents/central-committee/2006/final-report-of-the-public-issues-committee-adopted

[4] Las lecciones aprendidas del VIH han sido de gran valor en la concepción de herramientas para hacer frente al Ébola.

[5] Towards a policy on HIV/AIDS (Hacia una política sobre el VIH/SIDA), CMI, 2006, http://tinyurl.com/gqy9gk5 .

[6]Directrices: Partnerships between Churches & People Living with HIV/AIDS Organizations (Asociaciones entre iglesias y organizaciones de personas que viven con el VIH/SIDA, CMI, 2005, http://tinyurl.com/zaqg6zv

[7]Una invitación a la peregrinación de justicia y paz, Comité Central, 8 de julio de 2014, http://www.oikoumene.org/es/resources/documents/central-committee/geneva-2014/an-invitation-to-the-pilgrimage-of-justice-and-peace?set_language=es