Perdona nuestras deudas, como también nosotros perdonamos a nuestros deudores (Mateo 6:12)

1. La época del “consumo ilimitado” ha llegado a sus límites. La época de beneficios y de compensaciones ilimitados destinados a unos pocos también ha llegado a su fin. Esta Declaración, basada en una serie de consultas ecuménicas y en el aporte de las perspectivas de muchas iglesias, propone el reconocimiento y la aplicación de un concepto que exprese la profunda obligación moral de promover la justicia ecológica, mediante el pago de nuestras deudas con los pueblos más afectados por la destrucción ecológica y con la propia Tierra. Esta declaración comienza por expresar nuestra gratitud Dios, cuyo cuidado providencial se manifiesta en toda la creación de Dios y en la renovación de la Tierra para todas las especies. La deuda ecológica incluye difíciles cálculos económicos así como las incalculables dimensiones bíblica, social, cultural, espiritual de la deuda.

2. La Tierra y todos sus habitantes están confrontados actualmente con una crisis ecológica sin precedentes, que nos conduce a una situación de sufrimiento y destrucción masiva que afectará a muchas personas. La crisis es consecuencia de la acción humana, causada sobre todo por el complejo agroindustrial y económico y la cultura de los pueblos del mundo del Norte, caracterizada por formas de vida consumistas de las élites del mundo desarrollado y del mundo en desarrollo y la opinión de que el desarrollo se corresponde con la explotación de los “recursos naturales” de la Tierra. Y lo que etiquetan como “recursos naturales”, y consideran como productos de mercado, es toda la creación, ignorando que es una realidad sagrada que no debe ser mercantilizada. Sin embargo, el complejo agroindustrial y económico del Norte, sobre todo en la época actual de globalización del mercado, ha utilizado el trabajo de los seres humanos y su capacidad inventiva, así como las propiedades de otras formas de vida, para producir riqueza y prosperidad para unos pocos a costa de la supervivencia de otros y de su dignidad.

3. Las iglesias han sido cómplices en este proceso debido a sus propias pautas de consumo y a la perpetuación de una teología del dominio humano sobre la Tierra. La perspectiva cristiana que valora a la humanidad por encima del resto de la creación ha servido para justificar la explotación de algunas partes de la comunidad de la Tierra. Ahora bien, la existencia humana depende totalmente del buen funcionamiento del sistema Tierra. La humanidad no controla la creación. La humanidad sólo puede controlar su propia conducta humana para mantenerla dentro de los límites que permitan la sostenibilidad de la Tierra. La población humana así como la economía humana no pueden continuar creciendo sin poner en peligro de forma irreversible la supervivencia de otras formas de vida. Esta visión radical exige una teología de humildad, y un compromiso por parte de las iglesias de aprender de la ética medioambientalista y de las tradiciones religiosas que tienen un sentido más profundo de lo que significa una comunidad inclusiva.

4. La fuerza de las iglesias reside en su testimonio profético: proclamar el amor de Dios por el mundo en su totalidad y denunciar la filosofía de dominación que amenaza la manifestación del amor de Dios. Los profetas bíblicos dedujeron hace mucho tiempo la conexión intrínseca entre crisis ecológica e injusticia socioeconómica, recriminando a las élites de su tiempo la explotación de los pueblos y la destrucción de los ecosistemas (Jeremías 14: 2-7; Isaías 23: 1-24, y Apocalipsis 22). Basado en el mandamiento de amor de Jesús, expresado en su vida y en las parábolas, el Consejo Mundial de Iglesias (CMI) debe ampliar su comprensión de los límites de quienes son nuestros prójimos. Durante muchos años el CMI ha instado a la cancelación de las ilegítimas deudas financieras externas exigidas a los países del Sur, basándose en la noción bíblica del jubileo (Levítico 23). Y ha dado un paso más al abordar la dimensión ecológica de las relaciones económicas.

5. A partir de la sistematización de las ideas de “límites del crecimiento”, en una consulta de Iglesia y Sociedad en Bucarest, en 1974, y de “sociedades sostenibles”, en la Asamblea de Nairobi, en 1975, el CMI ha examinado en profundidad el concepto de justicia ecológica durante más de tres décadas. En 1998, con ocasión de la Asamblea de Harare, se comenzaron a examinar los efectos perjudiciales de la globalización económica sobre los pueblos y el medio ambiente, gracias al proceso en favor de una Globalización Alternativa para los Pueblos y la Tierra (AGAPE), que dio lugar al estudio en curso sobre Pobreza, Riqueza y Ecología. Como fruto de esas importantes reflexiones y acciones ecuménicas, el CMI, en colaboración con iglesias y organizaciones de la sociedad civil de África meridional, India, Ecuador, Canadá y Suecia, inició, en 2002, trabajos relacionados con la deuda ecológica.

6. La deuda ecológica se refiere a la responsabilidad por el daño causado a lo largo del tiempo a los ecosistemas, los lugares y los pueblos debido a las pautas de producción y de consumo, y a la explotación de los ecosistemas a expensas de los derechos equitativos de otros países, comunidades o personas. Se trata principalmente de la deuda que los países industrializados del Norte tienen con los países del Sur por razón de la expoliación histórica y actual de los recursos, la degradación del medio ambiente y la apropiación abusiva del espacio ambiental para descargar gases de efecto invernadero y residuos tóxicos. Se trata también de la deuda que tienen las élites económicamente y políticamente poderosas con los ciudadanos marginados; de la deuda que tienen las generaciones actuales con las generaciones futuras. Y, en una escala más cósmica, se trata de la deuda que tiene la humanidad con otras formas de vida y el planeta, incluidos los perjuicios sociales, como la desintegración de comunidades indígenas y de otras comunidades.

7. Sobre la base de la prioridad fundamental de los empobrecidos, y de una profunda responsabilidad moral de rectificar las injusticias, podemos percibir, a través de la lente de la deuda ecológica, que el Sur es el principal acreedor ecológico, en tanto que el Norte es el principal deudor. La deuda ecológica del Norte tiene su origen en varios mecanismos causales, cuyas repercusiones se han agravado por la crisis económica actual.

8. En la actual arquitectura financiera internacional, los países del Sur sufren presiones por medio de las estrictas condicionalidades de los créditos, así como en virtud de los acuerdos comerciales multilaterales y bilaterales y sobre inversiones, para aplicar estrategias de crecimiento orientadas a la exportación y con uso intensivo de recursos. En definitiva, no se tienen en cuenta los costos de la erosión de los ecosistemas y de la creciente contaminación. Muchos proyectos de grandes infraestructuras (por ejemplo, presas) de países del Sur se financian por medio de préstamos externos de las instituciones financieras internacionales en colaboración con dirigentes y élites locales corruptos y poco democráticos, sin el consentimiento fundamentado previo de las comunidades locales y teniendo muy poco en cuenta las consecuencias ecológicas y sociales de los proyectos. Además, los países industrializados del Norte utilizan en medida abusiva el espacio ecológico sin las debidas compensación, reparación o restitución. La huella ecológica (una medida aproximada de los efectos humanos sobre el medio ambiente) de los países del Norte se calcula actualmente en el promedio de 6,4 ha/persona, cifra que es más de seis veces superior a la de las huellas ecológicas de los países del Sur, donde el promedio es de 0.8 ha/persona.

9. El cambio climático inducido por los seres humanos hace aún mayor la relación de desigualdad entre el Norte y el Sur. Los países industrializados son los principales responsables de las emisiones de gases de efecto invernadero que son la causa del cambio climático (aunque las economías emergentes del Sur han llegado a estar entre los mayores contribuyentes a las emisiones a nivel mundial de esos gases en términos absolutos). Sin embargo, las investigaciones indican que los países del Sur soportarán la carga mayor de los efectos ambientales adversos del cambio climático, como el desplazamiento de personas que viven en zonas costeras bajas y pequeños Estados isleños, la pérdida de fuentes de medios de subsistencia, la inseguridad alimentaria, la reducción del acceso al agua y las migraciones forzadas.

10. A la luz de la enseñanza bíblica (Mateo 6:12), oramos por arrepentimiento y perdón, aunque también pedimos el reconocimiento, el pago y la restitución de la deuda ecológica de diversas formas, en especial por medios de compensación y reparación que no sean los del mercado, que transciendan su capacidad limitada de medir y distribuir.

11. El Comité Central reconoce la necesidad de una transformación radical a todos los niveles de la vida y de la sociedad, con objeto de poner fin a la deuda ecológica y de restablecer relaciones justas entre los pueblos y entre los seres humanos y la Tierra. De esta forma se garantizará una reordenación de los paradigmas económicos pasando de de los modelos consumistas y explotadores a modelos respetuosos con las economías locales, las culturas y las espiritualidades indígenas, los límites reproductivos de la Tierra, así como el derecho a existir de otras formas de vida. Y esto comienza con el reconocimiento de la deuda ecológica.

Al mismo tiempo que afirma el papel decisivo que pueden desempeñar las iglesias presentando prácticas alternativas más justas, así como promoviendo la voluntad política y el coraje moral que se necesitan para hacer efectivas esas transformaciones urgentes, el Comité Central del CMI, reunido en Ginebra (Suiza) del 26 de agosto al 2 de septiembre de 2009:

A. Insta a las iglesias miembros del CMI a que exhorten a los gobiernos del Norte, las instituciones y las empresas a tomen iniciativas para reducir de forma radical sus emisiones de gases de efecto invernadero ateniéndose y rebasando la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (CMNUCC), en la que se establecen los principios de responsabilidad histórica y de “responsabilidades comunes pero diferenciadas”, con arreglo a los plazos fijados en el informe sobre la CMNUCC publicado en 2007.

B. Exhorta a las iglesias miembros del CMI a que insten a los respectivos gobiernos a que, en la Conferencia de las Partes en el CMNUCC (COP 15) que se celebrará en Copenhague en diciembre de 2009, aprueben un acuerdo justo y vinculante, encaminado a reducir los niveles de CO2 a menos de 350 partes por millón (ppm), y basado en principios de justicia climática, incluido el apoyo efectivo a las comunidades vulnerables para que puedan adaptarse a las consecuencias del cambio climático gracias a fondos de financiación y transferencia de tecnología.

C. Insta a la comunidad internacional a que asegure la transferencia de fondos financieros a los países del Sur para preservar los recursos de petróleo y otros recursos naturales así como para pagar los costos de la mitigación del cambio climático y la adaptación al mismo, sobre la base de instrumentos como el marco de los derechos al desarrollo en época de crisis climática (Greenhouse Development Rights (GDR) Framework).

D. Exige la cancelación de las ilegítimas deudas financieras de los países del Sur, con mayor urgencia las de los países más pobres, como parte de la compensación ecológica y social, y no como asistencia oficial para el desarrollo.

E. Recomienda: que las iglesias miembros del CMI aprendan del liderazgo de los pueblos indígenas, las mujeres, las comunidades campesinas y forestales que propugnan formas alternativas de pensar y de vivir en la creación, sobre todo porque estos grupos suelen poner de relieve el valor de las relaciones, del cuidado solidario y del compartir, y practican formas tradicionales de producción y de consumo respetuosas con el medio ambiente.

F. Estimula y apoya a las iglesias miembros del CMI en sus campañas de sensibilización relacionadas con la deuda ecológica y el cambio climático, teniendo presente la unidad de la creación de Dios y la necesidad de colaboración entre los países del Sur y del Norte. Apoya específicamente las actividades de las iglesias en los países que sufren las consecuencias del cambio climático.

G. Insta a una constante sensibilización y reflexión teológica entre las congregaciones y los estudiantes de teología respecto de una nueva visión cosmológica de la vida, la ecojusticia y la deuda ecológica, mediante el estudio y la acción, una mejor formación ecuménica e interreligiosa, así como mediante la producción y la difusión de materiales de estudio bíblico y teológicos.

H. Exhorta a las iglesias miembros del CMI y a las instituciones eclesiales a que realicen auditorías de la deuda ecológica en colaboración con la sociedad civil, incluida una autoevaluación de las propias pautas de consumo. Por su parte, el CMI debería establecer un mecanismo que permita resarcir la deuda ecológica causada por sus reuniones, y recabar ejemplos positivos de reconocimiento, prevención, mitigación, compensación, reparación y restitución de la deuda ecológica, en colaboración con grupos y movimientos de la sociedad civil.

I. Insta a una profundización del diálogo sobre la deuda ecológica y la formación de alianzas con instancias ecuménicas, religiosas, económicas y políticas así como entre las iglesias de los países del Norte y del Sur.

J. Destaca la importancia de acompañar las luchas actuales así como de vincularse estratégicamente a los esfuerzos de los movimientos de campesinos, de mujeres, de jóvenes, de pueblos indígenas, y apoyarlos, en el marco del Foro Social Mundial y de otras instancias para elaborar propuestas de compensación alternativas, así como para evitar que se siga acumulando la deuda ecológica.

K. Insta a las iglesias miembros del CMI a que, mediante su labor de sensibilización, estimulen a los respectivos gobiernos a trabajar en favor del reconocimiento de las reivindicaciones en materia de deuda ecológica, en particular la cancelación de las deudas financieras ilegítimas.

L. Insta a las iglesias miembros del CMI a intensificar sus campañas sobre el cambio climático calificándolo de deuda ecológica y propugnando su resarcimiento mediante la aplicación del marco de la deuda ecológica.

M. Insta a las iglesias miembros del CMI a que propugnen la responsabilización social institucional dentro de los marcos del derecho internacional y nacional, y a que interpelen a las empresas y las instituciones financieras internacionales para que incluyan en sus cuentas un rubro de obligaciones medioambientales y asuman responsabilidad por sus políticas que hayan causado destrucción ecológica.

N. Insta a las iglesias miembros del CMI a que apoyen las iniciativas económicas sostenibles con base en la comunidad como las cooperativas de productores, los sistemas cooperativos de gestión de tierras y las distribuciones regionales de alimentos biológicos.

O. Estimula a las iglesias de todo el mundo a que continúen orando por toda la creación en tanto conmemoramos el 1 de septiembre del presente año el 20 aniversario de la encíclica de Su Toda Santidad el Patriarca Ecuménico Dimitrios, por la que se establece el día de la protección del medio ambiente, la creación de Dios.

 

Aprobada por consenso unánime

 

La siguiente oración se propone como recurso para facilitar el compromiso de las iglesias con el tema al que se refiere la declaración:

 

 

Dios creador que continúas creando,

en las maravillas de tu mundo percibimos tu cuidado providencial por el planeta y sus habitantes.

Te ofrecemos nuestro agradecimiento y nuestra alabanza.

Dios creador que continúas creando,

en la explotación de tu mundo reconocemos nuestra actitud centrada en lo humano y nuestra codicia.

Confesamos nuestro pecado ante ti.

Reconocemos nuestra necesidad unos de otros como partes de la familia mundial de Norte a Sur

Por ello oramos, “Perdona nuestras deudas, así como nosotros perdonamos a nuestros deudores”.

Oh Dios acepta nuestra confesión y concédenos tu perdón

haznos capaces de transformar nuestras vidas como personas, iglesias y naciones,

proclamando tu amor por la tierra y sus habitantes,

aplicando el principio del ‘Jubileo’ en nuestras relaciones unos con otros y con la tierra,

resarciendo nuestras deudas ecológicas en formas que afirmen tu justicia y shalom.