Presentación por Hermana Maria Ko Ha Fong

1. Redescubrir de las raíces asiáticas del cristianismo

Siendo no más del tres por ciento de la población de Asia, donde viven cerca de los dos tercios de la población del mundo, los cristianos son sólo una “manada pequeña” (Lc 12:32), inmersa en la realidad diversa, llenas de contrastes, e incluso contradictoria de Asia. Sin embargo, lejos de considerarse una minoría tímida y cerrada, expresan una fe viva y crecen constantemente, especialmente durante las últimas décadas, no sólo en número, sino también, y es lo más importante, en la propia conciencia como discípulos de Jesús de su identidad cultural asiática.

Asia es la cuna de las principales religiones del mundo, entre ellas el cristianismo. Es el continente donde nació Cristo y allí vivió, murió y resucitó. Todo el drama bíblico (excepto algunos viajes de Pablo) se representó en suelo asiático. Ya en los primeros siglos, el cristianismo se extendió a las dos grandes naciones de Asia: la India, durante el primer siglo y China en el sexto o séptimo.

La buena nueva de Cristo del oriente penetró aún más profundamente en la estructura cultural de occidente, y desde allí se expandió a América y África. Sin embargo, en Asia, ese camino sigue siendo difícil y lento. La mayoría de los países asiáticos sólo entraron en contacto con el cristianismo en la segunda mitad del segundo milenio. Sin embargo, entonces, la fe cristiana ya no tenía el frescor y la apertura que la caracterizaron en sus orígenes, pues cargaba el peso de la doctrina y la experiencia de vida de occidente, y de una estructura institucional establecida, así como, lamentablemente, del apoyo ambiguo de las fuerzas coloniales y de señales de división.

Así pues, resulta tristemente paradójico que, aunque el cristianismo haya nacido en Asia, siga siendo considerado como una “importación del extranjero”, y que se siga calificando a las iglesias de “iglesias bonsai”, o sea de árboles del exterior transplantados que aún siguen creciendo en macetas prestadas. Conscientes del peso y de los recursos del pasado, las iglesias de Asia tratan actualmente de mirar hacia atrás en su historia, no ya con resentimiento o espíritu polémico, sino con espíritu de agradecimiento y de crítica positiva para descifrar el plan de salvación de Dios en medio de los acontecimientos humanos. Y se esfuerzan por “redescubrir el rostro asiático de Jesús”, de promover teologías contextuales asiáticas, y de buscar la “manera asiática de ser Iglesia”.

Tres acontecimientos en la Iglesia Católica han marcado el ritmo del movimiento hacia una nueva forma de entender y de ser verdaderas comunidades cristianas asiáticas.

  • El Concilio Vaticano II se ha definido como el acontecimiento más importante del siglo XX, y no sólo dentro de la Iglesia Católica. Aunque los obispos y los teólogos asiáticos desempeñaron un papel de menor importancia en el Concilio, su influencia sobre las iglesias asiáticas es claramente perceptible, especialmente por lo que respecta a la inculturación y el diálogo.

  • El siguiente acontecimiento importante para las iglesias católicas de Asia fue la fundación de la Federación de Conferencias Episcopales de Asia (FABC, por su sigla en inglés) en 1970. Durante sus casi 40 años de existencia, la FABC ha llegado a ser un instrumento valioso e importante para todas sus iglesias miembros de Asia. Desempeña la función de unir a las iglesias, creando lazos de conocimiento y de entendimiento mutuos, de amistad y de solidaridad. Gracias a las diversas actividades bajo los auspicios de la FABC, las iglesias católicas de Asia pudieron elaborar directrices comunes de orientación teológica, obra pastoral, diálogo ecuménico e interreligioso.

  • Los obispos de Asia aprovecharon la ocasión de la “Asamblea Especial para Asia del Sínodo de los Obispos”, celebrada a Roma en 1998, para plantear sus problemas, y expresar sus esperanzas, su gratitud a Dios y su necesidad de conversión, así como sus ideas teológicas y sus concepciones pastorales. Era la primera vez en que la iglesia de Asia examinaba su propia forma de ser de manera tan exhaustiva. Ante el papa y la curia de Roma, humildemente, pero con firmeza, los obispos de Asia afirmaron que aunque las iglesias de Asia han recibido mucho de la iglesia universal, tienen a su vez algo para ofrecerle.