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©Einar Tjelle

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Junto con la Asamblea del Círculo Ártico, la mayor reunión internacional anual sobre el futuro del Ártico, que tuvo lugar del 13 al 15 de octubre, se celebró una conferencia organizada por el Consejo Mundial de Iglesias (CMI) y auspiciada por la Iglesia Evangélica Luterana de Islandia con el tema de “la paz justa en la Tierra”.

Durante toda la Asamblea del Círculo Ártico, una delegación del CMI subrayó el papel cada vez mayor de la religión con respecto al cambio climático y las comunidades sostenibles. Su Santidad el Patriarca Ecuménico Bartolomé I pronunció un discurso durante la asamblea.

Entre los ponentes de la conferencia sobre “la paz justa en la Tierra” estaba el presidente del CMI para Europa y arzobispo emérito Dr. Anders Wejryd, que reflexionó sobre el hecho de que, si miramos hacia atrás en la historia, la mayoría de los pueblos han sido totalmente dependientes de la naturaleza, viviendo constantemente al límite, lo cual les ha enseñado a respetar la naturaleza y a cuidarla.

“En nuestros días, los pueblos indígenas son prácticamente los únicos que perpetúan ese aprendizaje y que viven estilos de vida tradicionales", afirmó, "y son ellos precisamente los que están más seriamente amenazados por el cambio climático. Aquí, en el Ártico, el aumento de la temperatura es del doble del nivel promedio mundial, y destruye vidas y civilizaciones.”

Durante la conferencia, el CMI consolidó su relación con los pueblos indígenas para orientar las iniciativas relacionadas con el cambio climático en los próximos años. En conjunto, el grupo examinó los mensajes que serán llevados a las discusiones sobre los Objetivos de Desarrollo Sostenible de las Naciones Unidas y a las conferencias sobre el cambio climático.

El Dr. Wejryd planteó la siguiente pregunta: ¿Está aquí la naturaleza para que nosotros y otros vivamos en ella, o está aquí para que la gobernemos?

“El enfoque antropocéntrico de los siglos pasados ha traído consigo un aumento sin precedentes de la riqueza, el conocimiento y los medios de vida materiales", reflexionó. “La resiliencia y los mecanismos de compensación de la naturaleza lo han hecho posible. Es tentador para nosotros pensar que esto también será posible en el futuro. Es cómodo y tentador, pero no es realista. Estamos llegando al límite. Hemos sobrepasado los límites.”

El camino hacia el cambio positivo

En un mensaje publicado al final de la conferencia, los participantes convinieron en que profanar y destruir el entorno del que una generación es depositaria en sagrada encomienda antes de transmitírselo a la generación siguiente es un pecado contra Dios y contra la naturaleza. “No puede haber ningún desarrollo sostenible a expensas de los valores espirituales y el entorno natural,” reza la declaración. "Las iglesias y las comunidades religiosas han sido tan cómplices en las prácticas nocivas para el medio ambiente como otros sectores de la sociedad”.

“Pero la historia también demuestra el poder de la religión para fomentar visiones del mundo que lleven a las personas hacia nuevos horizontes políticos, culturales y sociales. Las comunidades religiosas pueden ser fuentes importantes de capital social para la transformación positiva. El movimiento ecuménico y los líderes religiosos han desempeñado un papel fundamental en la promoción de los conceptos de la sostenibilidad y la justicia climática en los foros sobre políticas nacionales e internacionales”.

La declaración alienta a la participación activa de las iglesias en la promoción y la ejemplificación de comportamientos ecológicamente sostenibles en todos los ámbitos, desde el ámbito nacional hasta el ámbito local de las congregaciones.

“Dada la gran variedad de personas y comunidades representadas en el ámbito nacional y mundial a través de las iglesias, existe un inmenso potencial en nuestras redes, así como en nuestras relaciones con las organizaciones interreligiosas. Y, lo que es aún más importante: la contribución de las comunidades religiosas debe ser enfrentarse a la inmoralidad esencial de las formas de vida y de los sistemas económicos que se basan en la conquista y el abuso egoísta de la naturaleza y de otras personas, y que permanecen indiferentes ante la injusticia y a las repercusiones ecológicas.”

La declaración también puso de relieve que es necesario que los pueblos indígenas sean parte de todo el proceso de consulta sobre el cambio climático. “Rechazamos la aceptación pasiva de que algunas vidas, hogares, tierras, maneras de vivir y, por lo tanto, maneras de ser y de conexión con la identidad se "pierdan", mientras que otras "ganen" con el cambio climático. Las migraciones forzadas y la pérdida de identidad de las tierras del Ártico y de las tierras insulares es inaceptable”.

Además, subrayó que las poblaciones insulares, ya sea en la región del Ártico, en el Pacífico o en el Caribe, sufren de manera desproporcionada las consecuencias del cambio climático. “La relocalización de las poblaciones, la pérdida de litorales y la degradación de los recursos terrestres e hídricos son ya una realidad y una amenaza en potencia”.

Reflexionando sobre la declaración, el Rev. Henrik Grape, coordinador del grupo de trabajo del CMI sobre el cambio climático, afirmó que la promoción de la justicia no consiste solamente en recursos financieros para la adaptación o para compensar por los daños y las pérdidas.

"Es necesario tener en cuenta la pérdida de valores culturales y espirituales cuando se está derritiendo la capa permanente de hielo y cuando la erosión de la tierra obliga a las personas a desplazarse, o el aumento del nivel del mar provoca la desaparición de una isla. El Ártico es fundamental para el futuro y muestra con toda la claridad del mundo que las personas de la tierra están conectadas con su medio ambiente”, afirmó el Rev. Grape.

Lea la presentación completa del presidente del CMI para Europa y arzobispo emérito Anders Wejryd

La labor del CMI sobre el cuidado de la Creación y el cambio climático