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Revda. Dra. Susan Durber, Moderadora de la Comisión de Fe y Constitución. Fotografía: Marcelo Schneider/CMI

Revda. Dra. Susan Durber, Moderadora de la Comisión de Fe y Constitución. Fotografía: Marcelo Schneider/CMI

¿Cuál es la situación de la búsqueda ecuménica de la unidad cristiana? ¿Qué relación tiene con la labor por la justicia y la paz? ¿Qué podemos decir de la Iglesia en este contexto?

Abordar estos interrogantes era la finalidad de la sesión plenaria sobre la unidad, de la reunión del Comité Central del Consejo Mundial de Iglesias (CMI) celebrada el viernes 24 de junio en Trondheim (Noruega).

El Rev. Dr. Odair Pedroso Mateus, director de Fe y Constitución en el CMI, sostuvo enérgicamente que solo una visión compartida de la iglesia puede derribar los obstáculos que impiden la unidad cristiana, y dar lugar a una comprensión común de la labor cristiana en el mundo.

Mary Anne Plaatjies van Huffel, de Sudáfrica, fue la moderadora de un debate que giró en torno a la declaración de convergencia “La iglesia: hacia una visión común”, y a la acogida del texto por las iglesias.

Dirigiéndose a los delegados, Mateus dijo: “Corresponde a las iglesias a las que ustedes representan responder a este documento y decirle a las demás iglesias si reconocen en él su propia visión de la iglesia, y en caso afirmativo, cómo pueden esntablar una relación más estrecha con otras iglesias.”

Mateus entiende que el proceso de asumir a la iglesia como “un diálogo sosegado aunque precioso y crucial” es una especie de “ecumenismo espiritual” en el cual las iglesias “descubren en las demás elementos de santidad, catolicidad y apostolicidad que tal vez se hayan preservado, pese a nuestras divisiones o diferencias significativas”.

Al presentar el documento y el proceso de 20 años que condujo a su elaboración, la Prof. Dra. Marina Kolovopoulou, de la Iglesia de Grecia, también recalcó la forma en que las iglesias pueden utilizar el documento para reconocer la verdad —y los inconvenientes— de la apropiación eclesiológica de la Gran Tradición por parte de su propia tradición.

En ciertos sentidos, indicó, la eclesiología es la doctrina más difícil, y el propio documento “no expresa el pleno consenso sino que muestra la convergencia y las esferas por abordar”. Anclado en la noción de comunión —en Dios, en las iglesias locales, en la propia iglesia— la importancia teológica del documento radica en que esclarece “la verdad que nos debemos mutuamente” sobre la forma en que cada iglesia se percibe y percibe su tradición, y su propia nececidad de renovación.

De hecho, dijo Sheilagh Margaret Kesting, de la Iglesia de Escocia, la propia respuesta de su iglesia al documento, elaborada conjuntamente con la Iglesia Católica en el país, reveló la necesidad de trascender el texto mismo. “Para crecer en unidad”, indicó, “no basta con limitarse a estudiar el texto”; es preciso también buscar formas concretas de trabajar juntos y se nos ha de ver en público haciéndolo.

El Padre Andrzej Choromański, del Consejo Pontificio para la Promoción de la Unidad de los Cristianos, encomió a la iglesia como “un paso hacia la unidad plena y visible de la iglesia” y explicó el proceso por el cual el Consejo Pontificio ha obtenido respuestas y ha comenzado a formular la suya propia. Dijo que le habían sorprendido y complacido las serias y amplias evaluaciones del texto por teólogos católicos, cuerpos docentes, conferencias de obispos y organizaciones ecuménicas de todo el mundo, y que todas se tendrían en cuenta en la propia respuesta del Consejo.

Fue la Revda. Dra. Susan Durber, ministra de la Iglesia Reformada Unida de Taunton y moderadora de la Comisión de Fe y Constitución, quien insistió más enérgicamente en el significado existencial del proyecto. “La eclesiología importa”, puntualizó. “El texto [de la iglesia] vino de manos llenas del polvo de la vida cotidiana, de mentes preocupadas por el sufrimiento humano, de corazones que lloran por los más necesitados. Vino de quienes ya están en la peregrinación de justicia y paz.”

Durber agradeció que la iglesia superara la separación desubicada de lo que la iglesia es y lo que hace. Resumiendo la esencia dinámica y el significado crucial del documento, dijo: “Dios existe y tiene una misión para el mundo –sanar su ruptura y su dolor– y Dios en Cristo ha llamado a la iglesia a sumarse en esta misión divina. Para formar parte de la misión de Dios hemos de sanarnos a nosotros mismos, reparar nuestra ruptura y superar nuestras divisiones, para poder ser signo y siervo de la misión de Dios para el mundo. Allí radica la importancia de la eclesiología.”

La unidad de los cristianos tiene una finalidad y pertinencia contemporánea muy concretas, dijo Durber. “La iglesia tiene que renovarse y recibir el don de Dios de la comunión, para que podamos ser testigos de este don en el mundo. ¿Cuál creemos que es el objeto de la iglesia sino el de servir al gran proyecto divino para el mundo, de algún modo, para reflejar ese nexo amoroso en el intercambio mutuo de los bendecidos y la santa Trinidad, y para particiar en la labor de Dios de sanar un mundo fragmentado?”

Más información en:

Reunión del Comité Central del CMI

Comisión de Fe y Constitución

Presentación de la Dra. Durber en la sesión plenaria sobre unidad (en inglés)

Vídeo de la conferencia de prensa sobre Unidad