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Bir Ouna Issa al Shatleh hablando sobre la construcción de la barrera de separación en su tierra © EAPPI/Neiva

Bir Ouna Issa al Shatleh hablando sobre la construcción de la barrera de separación en su tierra © EAPPI/Neiva

El pasado 6 de abril, una grúa empezó a colocar losas de hormigón de doce metros en el valle de Cremisán, cerca de Belén, en los territorios ocupados de Palestina, dando comienzo así la fase final de la construcción de una ampliación de la barrera de separación israelí. Mediante su Programa Ecuménico de Acompañamiento en Palestina e Israel (PEAPI), el Consejo Mundial de Iglesias ha acompañado en su lucha legar para detener la construcción de esta barrera a las comunidades palestinas del valle afectadas, tanto cristianas como musulmanas.

Según Katherine, una acompañante ecuménica británica que participa actualmente en el PEAPI en Belén, hace tan solo un año, las perspectivas parecían esperanzadoras para los palestinos y los cristianos de Tierra Santa: “El Tribunal Supremo de Israel falló en contra de los planes de las fuerzas armadas israelíes de ocupar un 75% del territorio del convento del valle de Cremisán, rodearlo por tres lados por la barrera de separación de doce metros, separarlo del monasterio vecino, privar a 58 cristianos palestinos de sus tierras y negarles el acceso a las mismas sin permiso a otras 400 familias. No obstante, cuatro meses más tarde, los tribunales israelíes establecieron que su decisión solo era aplicable a los planes que se referían al monasterio y al convento, no al resto de los propietarios de terrenos en la zona”.

Días después de esta decisión del tribunal, las fuerzas armadas israelíes llegaron sin previo aviso para arrancar los olivos milenarios del valle y así preparar el terreno para la construcción de la barrera. En el momento en el que llegaron, se estaban celebrando oraciones ecuménicas diarias entre los olivos, organizadas por las iglesias locales para protestar contra la confiscación ilegal de sus territorios y rogar por la protección de los árboles. Un ministro metodista que estaba allí presente describió como siguieron arrancando los árboles: “Por lo general, cuando recitamos al unísono el Padre Nuestro en inglés y en árabe, los que lo recitan en inglés terminan primero. Sin embargo, ese día en el que lo recitamos mientras las excavadoras arrancaban aquellos olivos que databan de antes de los tiempos de Cristo, nadie pudo terminar la oración, puesto que nos invadió la tristeza”.

Los propietarios de los terrenos celebraron frecuentes manifestaciones pacíficas, y las iglesias locales celebraron frecuentes cultos en aquel lugar durante los meses de agosto y septiembre de 2015 para denunciar la confiscación de los territorios, pero, tras el ataque de las fuerzas militares israelíes con gases lacrimógenos para disuadir a los que se reunían allí para los cultos, los organizadores tuvieron que suspender su actividad. “Sin estas manifestaciones, el interés de la comunidad internacional empezó a desvanecerse”, declaró Katherine.

Tras un recurso legal presentado por las comunidades afectadas, un tribunal israelí estableció en enero de 2016 que las obras podían continuar por motivos de seguridad. Esta sentencia contradecía el dictamen consultivo de 2004 de la Corte Internacional de Justicia, por el que se establecía que la construcción de la barrera en territorios palestinos violaba el artículo 53 de la cuarta Convención de Ginebra y no se justificaba por motivos de seguridad.

“En los meses de febrero, marzo y abril hemos asistido a la construcción de esta barrera, pero nada me había preparado para el impacto que tuvo sobre mí ver cómo se colocaban esos primeros bloques de hormigón que dividían el valle en dos. Solo encontrándose uno separado por ese muro puede uno entender el miedo y la división que crea esta barrera”, afirmó Katherine.

Issa, un cristiano palestino que es uno de los propietarios cuyos olivos fueron arrancados, le expresó a Katherine su preocupación por que la ampliación del muro de separación acelere la emigración ya en aumento de los cristianos de Tierra Santa. “Pronto ya no quedarán cristianos en el lugar de nacimiento de Cristo del que nosotros somos las raíces vivas”, declaró.

El Patriarcado Latino de Jerusalén ha expresado públicamente su “profunda decepción” por la continuación de las obras de construcción de la barrera, declarándolas un “delito y un acto de violencia contra el proceso de paz”.

El Programa Ecuménico de Acompañamiento en Palestina e Israel del CMI insta a los cristianos de todo el mundo a dirigirse a sus representantes políticos y ministros de Asuntos Exteriores para pedirles que presionen al gobierno de Israel para:

  • detener inmediatamente la construcción de la barrera de separación en el valle de Cremisán;
  • desmantelar las partes de la barrera que ya se han construido en todo el territorio palestino ocupado, y
  • Replantar los olivos que han sido arrancados y compensar a los agricultores que han perdido sus árboles.

Programa de Acompañamiento Ecuménico en Palestina e Israel