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Migrantes de camino a Europa. © CMI/Marianne Ejdersten

Migrantes de camino a Europa. © CMI/Marianne Ejdersten

En los últimos dos años, Italia ha recibido corrientes migratorias masivas desde el norte de África mientras cientos de miles de personas intentan cruzar el Mediterráneo para escapar de la persecución, la guerra y los asesinatos en masa.

Con el fin de contribuir a hacer frente a esta crisis humanitaria, la Federación de Iglesias Protestantes de Italia puso en marcha el programa “Esperanza Mediterránea”. En sus inicios, el programa se basaba en tres pilares: un observatorio sobre la migración en el Mediterráneo en la pequeña isla de Lampedusa, a la que siguen llegando muchos migrantes; una “Casa de las Culturas” que ayuda a los adolescentes no acompañados a interactuar con la población italiana e integrarse; y una oficina de reasentamiento en Roma para ayudar a los migrantes en su camino.

“Después de un año de duro trabajo, nos dimos cuenta de que el número de personas que todavía morían en el Mediterráneo era insoportable para nuestra conciencia –3.000 el año pasado según nuestros cálculos– y que teníamos que hacer más de manera práctica y realista”, dijo el Dr. Paolo Naso, asesor de la Tavola Valdese (de la Iglesia Valdense) y coordinador de Relaciones Internacionales con Esperanza Mediterránea.

La Federación de Iglesias Protestantes, junto con la Comunidad de Sant’Egidio, intentó encontrar alternativas para las personas que estaban arriesgando su vida en embarcaciones de contrabandistas para cruzar el Mediterráneo.

“Decidimos presionar a nuestro Gobierno para que concediera ‘visados humanitarios’ a personas vulnerables, como está claramente previsto en las normas de Schengen”, dijo Naso. El Acuerdo de Schengen, que condujo a la creación del espacio Schengen sin fronteras internas en Europa, exige la armonización de las políticas en materia de visados.

Las actividades de concienciación de las iglesias tuvieron éxito, aseguró Naso. “El Gobierno italiano decidió adoptar esta propuesta como una buena práctica para probarla, así que estamos trabajando con nuestros asociados en Marruecos y el Líbano –y en el próximo año, también en Etiopía– para ayudar a los grupos de refugiados a que inicien este procedimiento que, desde un punto de vista legal, está exclusivamente en manos de los consulados italianos”.

Morir en el Mediterráneo sencillamente no es un “destino inevitable”, recalcó Naso. “La pérdida de vidas es más bien la consecuencia de una política que puede y debe cambiar, y nosotros ofrecemos un modelo práctico”.

Italia insta a otras iglesias europeas a actuar

Si otras iglesias en Europa adoptaran el mismo lenguaje, los “canales humanitarios” para los migrantes se multiplicarían, y el modelo italiano se transformaría completamente pasando de una buena práctica a una política eficaz, añadió Naso. “Las iglesias pueden hacer más a este respecto, ya que tienen la autoridad moral para intervenir en el debate público gracias a su visión, testimonio y acciones”, dijo. “No pretendemos que los corredores sean la única vía, sino una posibilidad práctica para presionar a los Gobiernos y las instituciones nacionales con el fin de que actúen con responsabilidad”.

Cuando los inmigrantes llegan a Italia, se les recibe y acoge durante aproximadamente un año en instalaciones gestionadas por la Federación de Iglesias Protestantes y la Comunidad de Sant’Egidio, explicó Naso. Durante ese tiempo, solicitan asilo, aprenden italiano, asisten a cursos de formación profesional cuando es necesario y comienzan el proceso de integración en Italia. “La presencia voluntaria de personas de la iglesia en esta fase es un valor añadido en términos de asistencia y sostenibilidad moral”, afirmó.

Una de las iglesias miembros de la federación es la Iglesia Valdense –una unión de iglesias metodistas y valdenses– que, gracias a los fondos públicos para programas sociales que recibe del Estado, pudo ofrecer apoyo continuo a este proyecto. “La sorpresa ha sido que rápidamente llegaron más ayudas de otras iglesias en Europa –como, por ejemplo, la Iglesia Evangélica de Westfalia–, y también de los Estados Unidos”, dijo Naso. “Han sido todavía más sorprendentes las aportaciones de donantes particulares que valoraron nuestra propuesta de –permítanme decirlo así– ‘diaconía política’. Servir al necesitado es nuestro compromiso cristiano, pero para hacerlo efectivo tenemos que enfrentar, cuestionar y forzar la legislación y las políticas”.

Durante mucho tiempo y desde el primer momento, las iglesias italianas han destacado la difícil situación en el Mediterráneo, dijo Doris Peschke, secretaria general de la Comisión de las Iglesias para los Migrantes en Europa. “Ellas fueron las primeras que alertaron al resto de Europa de la difícil situación y las muertes en el mar. Desde muy pronto han tratado de desarrollar alternativas, y hemos estado trabajando juntos para identificar lo que se puede hacer para trabajar con la gente”, dijo. “Por consiguiente, pedimos ‘salvoconductos para y a través de Europa’, y los visados humanitarios son uno de los instrumentos de que disponen los Gobiernos para posibilitar la entrada en Europa y reducir las muertes en el mar”.

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