Por Jonathan Frerichs

Fotos sin cargos disponibles (ver al final).

Siguiendo los esfuerzos de ayuda hasta los umbrales de los grandes problemas humanitarios de Irak se llega a lugares que los forasteros rara vez visitaban en tiempos pasados. El anterior régimen de Irak prefería claramente los palacios a la pobreza, como lo confirma una simple ojeada al horizonte de Bagdad.

Pero yendo más allá de los imponentes monumentos -incluida una mezquita ya mayor que un estadio cubierto, que debería terminarse en 2015- se encuentran bolsones de pobreza antes no autorizados y ocultos, ahora accesibles en las afueras de la ciudad.

En los suburbios al norte de Bagdad hay millones que viven en Saddam City y sus alrededores. En su mayor parte son migrantes económicos procedentes del sur, miembros de la mayoría chiíta de Irak. Marginados por el gobierno anterior, ahora se están organizando progresivamente para influir sobre el gobierno venidero.

El mejor pasaporte para viajar a las zonas pobres son medicinas antidiarreicas u otros remedios para las plagas que se cobran elevados tributos en vidas humanas, especialmente jóvenes. Según datos del UNICEF, un niño iraquí sufre en promedio 14 episodios de diarrea por año.

Es significativo lo que está ocurriendo en lugares como Hai El Mahdi. Como otras comunidades ahora agitadas por las expectativas, los más de 20 mil ciudadanos chiítas empobrecidos se han organizado aquí bajo su clero local. Pronto tendrán dos pequeños centros primarios de salud. Una clínica fue abierta a fines de abril, y otra será abierta próximamente. Son señales de cambio en una comunidad que permaneció ignorada por las autoridades gubernamentales durante 35 años.

"Durante casi dos años hemos querido establecer aquí una clínica y construir un verdadero sistema de suministro de agua -dice Alexander Christof, al frente de la pequeña ONG alemana que está poniendo en marcha las clínicas-. No se nos dio permiso. El gobierno nos decía que este asentamiento no existía."

La visa de entrada en estos lugares son las intenciones del visitante. Una multitud pronto sale a su encuentro y lo saluda, pero sin una persona local que lo invite y responda sobre quién es y qué hace, los vecinos podrían ejercer su recién adquirida autoridad e invitarlo a que se vaya. No están dispuestos a soportar más abusos ni desdenes. Las acciones del visitante deben hablar por sí mismas, deben ganarle su tiempo de estadía.

Hai El Mahdi se encuentra en una tierra que estaba desocupada porque nadie la quería, y parece que nadie la quiere ahora. Grandes charcas junto a la carretera contienen una mezcla de agua empantanada y aguas residuales. A lo largo de las calles sin pavimentar hay montones de basura. Una de las primeras personas que se encuentran es un niño con un pie vendado encaramado en un gran montón de estiércol.

A la puerta de la clínica hay madres que no suelen relacionarse con extranjeros. Algunos de los niños que llevan en brazos ni levantan la cabeza. Llaman la atención los brazos delgados y el pelo lacio de niños que deberían estar dando sus primeros pasos. He ahí la debilidad para alcanzar a los más pobres del plan de racionamiento con el que el gobierno alimentó a 16 millones de personas -dos iraquíes de cada tres- hasta la guerra. Estas madres y estos niños siguen aún librando su propia guerra contra las enfermedades coyunturales y la malnutrición crónica.

Aquí no hay iglesias, pero iglesias en otros lugares ofrecen un lugar seguro de almacenamiento para los artículos de socorro y las medicinas que aquí se necesitan. Por el camino, nos detenemos a recoger suministros en un depósito establecido en el local de una iglesia por Acción Conjunta de las Iglesias (ACT) y el Consejo de Iglesias de Oriente Medio. Es importante, en el Bagdad de hoy, subrayar que tanto esta iglesia como la mezquita vecina fueron protegidas por los vecinos contra los saqueadores.

Actualmente está trabajando un equipo iraquí de médicos, enfermeras y personal de asistencia. La ONG alemana que los respalda, APN, cuenta con el apoyo de una iniciativa llamada "Todos Nuestros Hijos", de la que participan dos miembros estadounidenses de ACT.

"Todos Nuestros Hijos" presta apoyo a otras cuatro clínicas como las de Hai El Mahdi. La estrategia de la ONG alemana es iniciar pequeñas clínicas en barriadas pobres para traspasarlas tan pronto como sea posible al departamento de salud, que reinició oficialmente sus actividades a fines de abril. Contando con que la seguridad y el acceso mejorarán en las próximas semanas, APN ha empezado también a reparar pequeños sistemas hidráulicos para tratar las aguas ahora contaminadas.

"El trabajo en Irak ha de hacerse en lugares como éste. El gobierno de Saddam Hussein quería que la pobreza permaneciera oculta, y todavía es probable que permanezca olvidada ahora -dice Christof-. No hay mucho dinero para trabajar aquí y nadie sacará de aquí ganancias, pero es aquí donde está la crisis humanitaria de Irak."

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Jonathan Frerichs estuvo en Irak trabajando como comunicador al servicio de Acción Conjunta de la Iglesias (ACT). Ha sido reemplazado desde comienzos de mayo por Guy Hovey, quien puede ser contactado en los siguientes teléfonos satelitales hasta el 14 de mayo: +882-1654-20-1083 y +882-1651-10-1785. Guy Hovey está disponible para entrevistas.

Fotos sin cargo para acompañar esta crónica están disponibles a pedido y pueden verse en

www.wcc-coe.org/wcc/what/international/iraqphotos.html