Iglesias luteranas

Las iglesias luteranas, que en su mayoría son miembros de la Federación Luterana Mundial (FLM), surgieron de una de las tendencias destacadas de los movimientos de Reforma dentro de la Iglesia Católica (occidental) del siglo XVI. En el curso de las controversias doctrinales de aquella época, la doctrina de la justificación por la fe mediante la sola gracia se convirtió en un asunto decisivo y el distintivo de las enseñanzas luteranas. Enfatiza que Dios redime a los seres humanos del poder del pecado a través de la cruz de Jesucristo y les confiere la propia rectitud de Dios.

La tradición luterana considera fundamentales para la vida de la iglesia la predicación del Evangelio y la administración de los sacramentos, recibidos y respondidos en la fe sin mérito humano. Los escritos confesionales luteranos, por ejemplo, la Confesión de Augsburgo y el Catecismo Menor de Martín Lutero, interpretan las convicciones principales respecto a la importancia del Evangelio para la vida personal y la vida común en la fe. La Biblia es afirmada como la única norma de fe, a la que todos los credos y otras tradiciones y creencias están subordinados.

Las iglesias luteranas forman parte de la mayoría de los acuerdos de comunión eclesial que han sido establecidos, por ejemplo, el Acuerdo de Leuenberg (1973, ahora Comunidad de Iglesias Protestantes en Europa), el Acuerdo de Meissen (1991), el Acuerdo de Porvoo (1992) y los acuerdos de plena comunión en los Estados Unidos de América y el Canadá. Se han desarrollado diversas formas de culto a lo largo de los siglos, en interacción con las culturas locales. La tradición cultual luterana ha buscado mantener la continuidad litúrgica con la iglesia antigua en la lectura y la proclamación de la Palabra de Dios y en la celebración de los sacramentos, bautismo y santa comunión.

Las iglesias luteranas ponen mucho énfasis en la educación religiosa en la enseñanza primaria y secundaria, así como en el estudio y la investigación teológicos. La doctrina de los dos gobiernos de Dios ha sido una parte conocida de la tradición luterana: Dios reina sobre el mundo secular a través del gobierno secular y eclesial por medio de la ley y sobre el mundo espiritual a través de la gracia. En ocasiones, esta enseñanza ha sido desacreditada por una mala interpretación, como por ejemplo, en la Alemania nazi de los años treinta y cuarenta. Se ha intentado reinterpretarla en las últimas décadas como una base para la crítica de la injusticia, los regímenes autoritarios y los avances sociales destructivos.