Buenos Aires, 1º de mayo, 2003

Convocadas y convocados por el Consejo Latinoamericano de Iglesias con el apoyo del Consejo Mundial de Iglesias, miembros de numerosas confesiones que integran dichos consejos, nos reunimos en Consulta Continental en la ciudad de Buenos Aires, Argentina (abril 28 - mayo 01 de 2003), bajo el significativo lema: "Globalizar la Vida Plena".

En intensas jornadas de comunión fraterna, estudio, intercambio de experiencias y celebraciones, hemos oído atentamente profundas exposiciones a cargo de teólogos, biblistas y científicos sociales, sobre los temas que el programa "Fe, Economía y Sociedad" del CLAI nos había propuesto, además de los testimonios que compartieron representantes de distintas regiones de nuestra América y el Caribe y del mundo, particularmente la presencia de delegados de regiones como Asia, Europa, Africa y América del Norte, cuyos aportes enriquecieron esta Consulta.

Por diferentes medios, nos ha llegado dramáticamente el clamor de América Latina y el Caribe diciéndonos: "¡BASTA!", la humanidad ya no puede seguir padeciendo una opresión que está amenazando la vida humana y de todo el planeta que habitamos, sobre todo bajo un sistema que está siendo conducido, para mayor escándalo, por dirigentes que invocan la fe cristiana para justificarse y proyectarse hacia el futuro. Esto se ha agudizado en los últimos años con las guerras punitivas o preventivas, en el Golfo Pérsico, Kosovo, Afganistán; el derrumbe de las torres gemelas en Nueva York; el agravamiento del conflicto entre israelíes y palestinos; y la escandalosa invasión a Irak, a pesar de la oposición de las Naciones Unidas y el clamor universal contra la guerra y por la paz.

Vivimos un momento apocalíptico de la historia en que se descorre el velo de un imperio que coloca al mercado en el lugar de Dios y que se ha ido extendiendo y ensoberbeciendo con el correr de los tiempos, hasta mostrarse con todo su poderío y su crudeza en los últimos acontecimientos. Este hecho, sumado a la reflexión y evaluación que los creyentes y no creyentes hemos debido hacer, a más de 500 años de la conquista sangrienta de nuestro continente y el Caribe, enfrenta a nuestras Iglesias con el desafío y la responsabilidad ineludible, de denunciar la perversidad del proyecto en marcha o hacernos cómplices de la destrucción que amenaza a toda la familia humana y a la creación entera. La palabra de Moisés hablando a su pueblo, en otros momentos decisivos, en el nombre de Dios, adquiere una tremenda actualidad en los tiempos que estamos atravesando:

"En este día pongo al cielo y a la tierra
por testigos contra ustedes, de que
les he dado a elegir entre la vida y la
muerte y entre la bendición y la maldición.
Escojan, pues, la vida para que vivan ustedes
y sus descendientes." (Deuteronomio 30:19)

Del mismo modo resuena la advertencia de Pedro en su primera epístola en días que se creía marcaban el fin de la historia: "Ya ha llegado el tiempo en que el juicio comience por la propia familia de Dios" (2ª Pedro 4:17). En ese sentido, nuestra Consulta nos ha mostrado, por una parte, el crecimiento extraordinario que nuestras iglesias han tenido en toda nuestra América en esta generación, y con ello, el potencial de testimonio, servicio y participación responsable que representan, en medio de nuestras naciones en crisis y convulsiones diversas; a la vez que la inmadurez, incapacidad y a veces falta de audacia, que han puesto de manifiesto, para asumir las responsabilidades que se nos presentan en el campo social, político y económico. La incursión de algunos de nuestros líderes en estos campos, no ha sido la más eficaz ni alentadora. En parte, por su falta de preparación e idoneidad para las funciones que les fueron confiadas, o por su muy corta visión o su mezquindad de propósitos, todo lo cual nos indica la necesidad de una acelerada, amplia y profunda capacitación de nuestras congregaciones y organizaciones, tanto confesionales como ecuménicas, para una participación fiel y coherente, en la gran batalla ética y espiritual a la que nos sentimos desafiados y desafiadas. A este fin tiende el documento "Buscando salidas, caminando hacia delante. Las iglesias evangélicas dicen ¡basta!", que ha tenido minuciosa consideración en nuestra Consulta, y que confiamos hoy a nuestras iglesias en oración, y como un desafío para su más serio estudio y divulgación, por todos los medios posibles y más adecuados.

Mientras tanto, deseamos asegurarles que la Consulta Continental, celebrada con la más amplia y libre participación de todas y todos sus integrantes, ha tomado muy en cuenta los sufrimientos, las experiencias y los clamores de nuestros pueblos, así como los anhelos y propuestas presentadas en los grupos de estudio y las sesiones plenarias, entre los que deseamos destacar:

1) Reconociendo la contribución de las iglesias y el acompañamiento en situaciones difíciles y su aporte como una comunidad sanadora y restauradora, puntualizamos que en estos momentos se hace imperiosa la necesidad de prolongar la obra del "buen samaritano" en la búsqueda apasionada y el desenmascaramiento de las razones más profundas que dan lugar a la multiplicación de las víctimas del sistema socio-político y económico imperante en nuestras naciones.

2) La demanda creciente en el seno de nuestras Iglesias y de nuestras sociedades, de que reconozcamos sin más dilaciones el carácter pecaminoso e hipócrita del sistema que nos rige, y la exigencia por la Palabra y por el despertar de nuestras conciencias, de hacerlo un asunto de fe que se traduzca en acciones impostergables de obediencia.

3) El imperativo de rechazar (por el genocidio que representa) la deuda externa inmoral, imposible y eterna, para conformar un frente común, con todos los pueblos agobiados por la misma carga, hasta su definitiva abolición. Y consecuentemente hacer prioritaria la atención de la deuda social interna (salud, trabajo, alimentación, educación, tierra, vivienda, etcétera), obligación que todos los gobiernos tienen para con sus respectivos pueblos.

4) La necesidad creciente que los latinoamericanos y caribeños tenemos de una amplia y profunda integración, fundada en los derechos humanos y el cuidado de la creación, que rechace la amenaza que el ALCA, la militarización y otros intentos semejantes, representan; y que haga posible la reivindicación de los pueblos originarios de estas tierras y el gran sueño de unidad que muchos próceres vislumbraron para nuestros pueblos.

Finalmente recogemos y transmitimos el rico contenido del "Mensaje Final" del Seminario Continental de Juventud, celebrado con anterioridad a nuestra Consulta, que, entre otras cosas, afirma: "El neoliberalismo ha sido proclamado como única salida de la miseria en que viven nuestros pueblos. Como jóvenes gritamos por otro mundo que no sea el neoliberal, sustento principal de esta globalización, y reclamamos por el derecho de soñar y tener visiones…"

Esas visiones son las que el mensaje de Pentecostés nos anticipa en la palabra del apóstol Pedro, citando la profecía de Joel:

"Sucederá que en los últimos días, dice Dios, derramaré mi espíritu sobre toda la humanidad; los hijos e hijas de ustedes comunicarán mensajes proféticos, los jóvenes tendrán visiones, y los viejos tendrán sueños. También sobre mis siervos y siervas derramaré mi Espíritu en aquellos días, y comunicarán mensajes proféticos." (Hechos 2:17-18)

Ésta es la promesa y la esperanza que nos han animado en esta Consulta, que compartimos con ustedes, amados hermanos y hermanas, y que estamos llamados a proclamar a una generación que atraviesa tiempos de desaliento y de "sombra de muerte", pero también de grandes expectativas. La esperanza que nos permite afirmar:

Sí, ¡otro mundo es posible y necesario! Sí, por la resurrecciÓn de Jesucristo también nosotros/as creemos, como nuestros hermanos aymaras, que Payi machaq qhantati (la hora más oscura es la que precede al nuevo amanecer).

En nombre del Señor de la Vida y de la Historia, levantémonos y emprendamos ya la marcha.

Buenos Aires, 1º de mayo, 2003